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¿Esto es todo?

¿Esto es todo?

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Desconozco si Carlos Granero sabe a estas alturas que la derrota de El Molinón no es una derrota más. Desconozco si muchos de los jugadores lo saben. Mal asunto. Perder ante el filial de tu eterno rival es una puñalada sin escrúpulos en el corazón del oviedismo, sea cual sea la circunstancia: haya salido o no la pelota, haya un buen o un mal equipo, haya muchas bajas o no. Es inadmisible, se mire por donde se mire. Y escribo esto, que conste, desde la razón, porque no encuentro ninguna explicación racional al ridículo, ninguna excusa que justifique semejante humillación. Se supone que el Oviedo es (debe ser) mejor que el Sporting B, con una plantilla más experimentada y configurada para ascender; con unos jugadores a los que se le presupone una rabia acumulada extra, y no sólo por las necesidades en la clasificación, sino, y por encima de todo, por el escenario y por el rival. Por la autoestima y por el honor.
Pero no. Nada de eso transmitió un grupo que, según su entrenador, pecó de ambición, de tanta ambición que firmó su primer disparo a puerta en el minuto 71, cuando Susaeta se inventó una genialidad que, seamos claros, podría haberse ido al Piles. El empate, es cierto, dio paso a los minutos más aseados del equipo, y también es cierto que en ese tiempo la victoria estuvo más cerca de ser.  Pero, ¿y los 70 minutos anteriores? ¿No entran en el análisis? ¿No cuentan?
Si un equipo tarda 70 minutos en conectarse a un partido así es que, definitivamente, pasa algo. Todo el mundo puede tener un mal día, pero no todos los días pueden ser malos, y en el Oviedo ha habido bastantes esta temporada. Por eso no cuela. Un jugador del Oviedo tiene la ineludible obligación de salir a El Molinón (y a todas partes) a morder, con la mayor motivación e intensidad. Esto es tan fácil de entender para los oviedistas que me siento completamente ridículo recordándolo. Ahora bien: ¿cuántos oviedistas hay en el Oviedo?
Ni soy yo quién para decir si deben destituir a Granero ni, lo que es peor, se me ocurre nadie que lo sea. El desgobierno del club es la prueba de que aquí, para bien y para mal, todo es diferente. Hace doce meses estaba el oviedismo más unido que nunca después de obrar el mayor milagro que recuerda el fútbol modesto. Hoy no sólo está peor en la clasificación, sino que el club permanece inmóvil a la espera un tuit de México, atornillados unos al asiento y otros al sueldo, todos ellos, eso sí, posicionándose lo mejor que pueden en el escaparate por si un día suena la flauta y cogen el ascensor. Ese día, no quepa duda, nadie querrá saber nada de lo que habrá pasado aquí.
No tengo claro que la más drástica sea la mejor decisión, porque precisamente por la serenidad pasa el éxito. Y serenidad es lo que le ha faltado al Oviedo durante todos estos años. Pero no por ello se pueden dejar de decir las cosas. 16 partidos son suficientes para sacar conclusiones.  El equipo que tan bien pintaba en pretemporada es ahora un grupo que no transmite y que ha ido ocultando sus carencias con los resultados (sobre todo) fuera de casa y las concesiones del resto. Ha ganado menos de la mitad de los encuentros y frente a los equipos de (relativo) postín ha fallado. Los números están ahí, le pese o no a Granero. Fue él quien dijo que el equipo debía quedar primero. Fue Carmelo del Pozo quien reconoció en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA que “el rival del Oviedo era el Huesca”. Fueron ellos quienes hicieron la plantilla que quisieron y quienes elevaron tanto las miras, y precisamente por eso se quedaron, porque tenían claro las obligaciones del club.
Ayer escuché las explicaciones de Granero y automáticamente me pregunté si, tras nueve meses al frente del equipo, sabe dónde está. Su rueda de prensa fue muy desacertada. Después de perder en El Molinón ante el Sporting B la autocrítica es sagrada. Ha de salir ante el micrófono a encajar los mismos balonazos que todos. Aguantar el chaparrón, pedir perdón y prometer que la cosa van a mejorar. ¿O es que el mejor nivel que puede dar el Oviedo son esos 15 minutos aseados ( que no arrolladores) que tuvo? ¿Aspirar a completar un partido redondo es imposible? ¿Nos conformamos con eso? ¿Esto es todo?
Yo estoy convencido, quiero estarlo, de que todo tendrá que mejorar. No sé si el revulsivo debe buscarse en el banquillo o en el terreno de juego. Ni siquiera sé si debe buscarse. De momento, confío en que esta derrota haga reflexionar a quienes todavía no hayan sabido interpretarla. El entrenador del Oviedo no puede quedarse solo con un cuarto de hora correcto. Y encima venderlo como una machada. Por ahí empezó a morir Pacheta. El camino no es ése.

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  1. Juan Carlos Iglesias Rodríguez

    que mania con comparar a esti tio con Pacheta, no tienen nada que ver, con Pacheta el equipo mordía,,, comparalo si quieres con Sarri, porque una derrota mas dura en el Molinón lo finiquitó... y su equipo transmitía la misma indolencia que esti...

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