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Fútbol para integrar a niños refugiados en Líbano, reto de la Fundación Barça

Fútbol para integrar a niños refugiados en Líbano, reto de la Fundación Barça

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Àlex Cubero,Barcelona, 24 may (EFE).- Quebrar prejuicios, sanar cicatrices de la guerra y romper diferencias de género puede depender, a veces, de un simple balón. En Líbano, el programa FutbolNet, impulsado por la Fundación Barça, utiliza el deporte para fomentar la integración entre niños libaneses y refugiados sirios, en un país en el que uno de cada cuatro habitantes es un refugiado.,Sobre el césped de un campo de fútbol bajo las montañas del Valle de la Bekaa, al este del Líbano, Hiba se atÀlex Cubero
Barcelona, 24 may .- Quebrar prejuicios, sanar cicatrices de la guerra y romper diferencias de género puede depender, a veces, de un simple balón. En Líbano, el programa FutbolNet, impulsado por la Fundación Barça, utiliza el deporte para fomentar la integración entre niños libaneses y refugiados sirios, en un país en el que uno de cada cuatro habitantes es un refugiado.
Sobre el césped de un campo de fútbol bajo las montañas del Valle de la Bekaa, al este del Líbano, Hiba se ata las botas y se ajusta el velo antes de correr junto a sus amigas hacia un grupo que juega con una pelota y en el que resulta casi imposible diferenciar qué niños son libaneses y cuáles, como ella, refugiados sirios.
Con 25.000 libaneses y 60.000 refugiados, el municipio de Bar Elias es solo un pequeño ejemplo de la situación que vive Líbano, un país de seis millones de habitantes, de los que más de 1,6 millones son refugiados, la gran mayoría de ellos -un millón- sirios.
Apoyado en un muro del lateral del campo, Aymal Al Hsaiky, de 38 años, observa a su hija Hiba jugar con sus amigas libanesas, Leen y Nermeen. Lejos queda el momento en que hace siete años, cuando los bombardeos acechaban, tuvo que huir de Siria junto a su familia.
Con una humilde casa junto a la instalación deportiva municipal, Aymal puede considerarse casi un afortunado. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), un 76% de los refugiados en Líbano vive bajo el umbral de la pobreza y, de éstos, un 58% en situación de extrema pobreza, con un salario familiar de 2,9 dólares al día.
"Mis hijos están fuera de la atmósfera de la guerra. Arrastraban muchos problemas y hoy han salido de todo aquello", explica a Efe Aymal, que ahora cuida el campo en el que doscientos niños entrenan.
Entre ellos, Hiba, Leen y Nermeen. Las tres forman parte de FutbolNet, un proyecto con implicación de profesores de escuelas de todo Líbano, que reciben formación y coordinación de la Fundación Barça, con 1.200 niños participantes; cifra que asciende a 2.200 contando que el programa se aplica también en Italia y Grecia.
A sus diez años, Hiba apenas recuerda Siria. "Sólo me acuerdo de mi casa", dice con una tímida sonrisa. "He aprendido mucho aquí. Nos respetamos y ayudamos todos. Y puedo marcar goles. En casa, no".
"A mí me gusta jugar con Hiba", apunta por su parte su amiga Leen, que afirma sin ninguna duda que "los libaneses son iguales que los sirios. No hay diferencias entre nosotros".
Pero el día a día es otra cosa. Muchos niños libaneses arrastran prejuicios desde casa que les dificultan aceptar a los refugiados, ya sea desde elegir miembros para un equipo hasta algo tan simple como formar un círculo. "Los libaneses no querían cogerse de la mano con los refugiados, porque decían que tenían enfermedades y recogían basura", cuenta Laura Sentís, coordinadora de FutbolNet en Líbano.
A los estigmas sociales se unen las consecuencias de la guerra. La mayoría de menores sirios llevan años sin ir a la escuela, lo que complica su adaptación a dinámicas de grupo. Fuera del deporte, son presa fácil de adiciones, desempleo o nulas perspectivas de futuro.
De ahí la relevancia de esas horas extraescolares. Bajo la excusa del deporte, se busca transmitir valores a los niños, que deciden entre todos las reglas y no priman los resultados. "Nos dimos cuenta que era tan fácil como darles la pelota y que se pusieran a jugar", dice Sentís. La atracción mundial de la marca Barça también ayuda.
En el pequeño municipio de Majdal Anjar, a apenas un kilómetro de la frontera con Siria, las tiendas blancas provisionales de ACNUR para los refugiados son ya parte habitual de un paisaje áspero. En el exterior de una de ellas, una camiseta con el dorsal de Messi se seca al sol en un tendedero. Es la casa de Siham Shamseddine.
A esta profesora de árabe la guerra no solo le arrebató su hogar, sino también a su marido, desaparecido en Alepo. "Nos vimos obligados a dejar Homs por las bombas y la destrucción. No podíamos seguir allí. Cogí a mis dos hijos y nos fuimos", rememora.
Ahora los tres viven en uno de los muchos campos de refugiados de la zona, en una casa con muros de ladrillo, techo de uralita y cubierta de lona. Sentados sobre cojines en la estancia austera que hace de comedor, solo un televisor, un móvil cargando y unas figuras de porcelana esbozan el recuerdo de una vida normal en Siria.
"Tengo miedo por mis hijos -dice-. No tienen nada en qué pensar. En Siria tenían ambición de ser médicos o ingenieros, pero aquí no pueden tener esos sueños. Lo importante es que sigan estudiando".
Pero también los profesores del proyecto, la mayoría locales, han tenido que aprender a gestionar una convivencia nada fácil en un país que, a pesar de su frágil estabilidad actual, arrastra sus propias heridas tras una guerra civil de quince años, un conflicto histórico con Israel o atentados terroristas de Estado Islámico.
Implicado contra el racismo ya desde su etapa de futbolista, el francés Liliam Thuram también ha acudido recientemente a la zona para apoyar el proyecto de la fundación del Barça, donde militó dos años. "Jugar al fútbol juntos puede ayudar a estos niños a no caer en la trampa del prejuicio", opina el ahora activista y escritor.
"Muchas veces -añade Thuram-, la gente se cierra en una comunidad que puede ser la nacionalidad, la religión o el color de la piel. Pero necesitamos educar a los niños para superar este problema y decir que, antes de todo, somos humanos. Cuando ves a los niños del Líbano que están jugando con los niños refugiados de Siria, o cuando hablas con sus padres, entiendes de verdad el poder del fútbol".

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