Depresión por contagio

Se dice que las desgracias nunca vienen solas. Que a una tormenta le sucede una galerna. A la galerna, tempestad. A la tempestad, maremoto, que deriva en tsunami.

Terminología marítima que a los del Athletic Club nos viene que ni pintada: como tabla en un mar violento somos  luego del cataclismo que supuso el abordaje de un yate de media docena de ricachones sobre una pesada gabarra que a todo un pueblo navegaba por el rio Nervión desde su nacimiento, allá en Delika, hasta su desembocadura en el Abra, muelle en la Ría desde el que un día partiera en loor de multitudes tras las conquistas de las dos ultimas 'ligas de Clemente'.  Las leonas del Athletic se bajaron a Madrid para medirse al Atlético capitalino, vigente campeón de la liga Iberdrola. Un plantel a punto de estrenarse en la Champions, ese lujo de torneo que las chicas de Joseba Agirre pudieron degustar en el mar del Norte, junto a la sirenita de Copenhague.  Considero que es un grave error no asumir que todo equipo campeón tiene su fecha de caducidad impresa en su dorsal desde el día de su primera gesta envuelta en ambiente de gloria.Este Athletic de Tirapu, Gimbert y Erika Vázquez necesita una corta travesía por el desierto hasta que Garazi, Damaris Egurrola y Maite Oroz maduren lo suficiente como para que Eunate Arranz, Flaviano, Nekane  y Yulema Corres se conviertan en unas veteranas prematuras. La plantilla del primer equipo femenino goza de una juventud tan saludablemente insultante como para ser augurio de días de txakoki gorri de Bakio y rosas de las huertas de Lezama tan efusivos como los que en nuestra memoria perduran a sabiendas de que ayer ocurrieron, hace una semana, un mes tal vez. No va más en el retroceso en el tiempo.  Como si gripe contagiosa. Como si virus que desde un vestuario a otro salto y se cebó en la plantilla femenina, en este equipo, en el once que Joseba Agirre alineó y al verde de la Ciudad Deportiva de Majadahonda saltó intentando dar continuidad a esa racha impecable de tres partidos jugados. Nueve puntos.  Antes de que el luminoso se alterara, la banda derecha del ataque del Atlético de Madrid , la izquierda que el Athletic defendía, me estaba recordando de un modo tenebroso a ese flanco izquierdo de la zaga de Valverde en el que Balenziaga aparecía siempre en la toma de la cámara como un defensa solitario. En ataque, berdin da. Pero a la hora de defender, Mikel tenía la tendencia (entiendo que obedecía órdenes el muchacho) de mostrar más querencia a la cal que delimita el área grande que a esa otra que nos indica que más allá de ella uno se sale del rectángulo de juego por la banda.  El, cerquita de los centrales. Mientras su banda aparecía desierta. Una invitación a la incorporación de un rival. O tal vez ese oponente ya existía y ocupaba un espacio inmenso. Ese mismo que las zagas rivales, por consigna del entrenador, le niegan a extremos como Susaeta o Wilians, sabedores de que pase cómodo lleva a control.   Control, a conducción. Corta o larga. Sin oposición para poner un centro tocadito al corazón del área. Donde antes, incluso de su intención de pase, ya saben que hay uno o dos  compañeros con la cabeza presta para golear. Cuando maneras de defender como la de Balenziaga se visualizan en San Mames, me giro, me encojo de hombros: "Es para no dejar huecos por dentro", se me dice.  Antes de que nos cayera el primero de los seis de la tarde, Eunate Arraiza se estaba comportando a 'lo Balenziaga'. El comentarista de GOL participaba de mi opinion. Y fue así que Amanda San Pedro, a la de tres, controlo el cuero en teórica posición de extremo derecha. Levantó la cabeza. Divisó a la potente Ludmila...y se la puso como le dio la gana. Gol. Pudieron haber llegado dos más a resultas de esa manera de defender a 'lo Valverde-Balenziaga'. No quiso la virgen que la delantera colchonera tuviera tanto poder. Mas si por la banda del otro lado. Dos a cero.  El equipo acusó  el doble golpe del mismo modo que el Athletic de Cuco lo había acusado. Como noqueado.Se tambaleo. Y fue así que se pasó el partido dando tumbos porque se había salido de un partido en el que debía competir,  y jugar de tú a tú se le había olvidado. Se trataba de contar...  ... De cantar. Vamos a cantar la 'canción del 6'. Seis goles. Cabezazo; trallazo; bote traicionero que deja en evidencia a Ainhoa Tirapu; palomita que se convierte en blando rechazo con inercia al regreso hacia las mallas; con rosca a la escuadra del palo largo. Y, por último, lo más sangrante: el 'deja vu' de los dos que se comió Lekue frente al Malaga de un fantasma llamado Michel: diagonal de izquierda a derecha en vuelo que busca el segundo palo. Balón dividido. Eunate se inhibe. Ataque de inaccion. Ludmila ataca  el balón en carrera y lo clava con saña en el fondo de la red. Seis a cero goles.  Desastre. Debacle. Depresión de grupo. Para lo endogeno no encuentro un motivo aparente. DEPRESIÓN POR CONTAGIO. El Athletic de Ziganda naufragó en un mar que estaba como un plato. Las leonas de Joseba Agirre no podían ser menos. Depresión por contagio. El lunes acudo al medico y le pido la baja. Un 1 en las quiniela, por cierto.  Post-Scriptum: ¿Y si Urrutia le ofreciera el oro y el moro a Irene Paredes para que dejara París y regresara a Leama? No sé. Se me ocurre. Como en 'Vaya Semanita' decía aquel: "Poooooor comentar".
Por Luis Mª Pérez, Kuitxi, periodista y exfutbolista