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Cuco, deberías señalar a los culpables del desastre

Cuco, deberías señalar a los culpables del desastre

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Kuitxi

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Ocho jugadores de los once que Cuco Ziganda alineó de salida frente al Atlético de Madrid no habían sido titulares en el partido de Moscú frente al Spartak. O, dándole la vuelta al calcetín de la frase, tan sólo tres de los que saltaron al Metropolitano habían participado en la estupenda goleada que el Athletic Club le había encajado al ´ejército ruso´.

Y lo que vi, la ´milicia´ a la que Ziganda tuvo que recurrir tirando de ´la reserva´, me gustó. Tomando en cuenta la ´batalla´ de vuelta que nos espera el jueves noche en san Mamés frente a los ´bárbaros´, aplaudí con ganas la propuesta del míster que, a base de goles y contundencia, y apenas cometer errores, había puesto a tiro de un partido decente los octavos de final de la Europa Ligue, vamos, la UEFA de toda la vida...
  Diego Pablo Simeone, este hombre del que uno ya no se atreve a decir si es “tonto a las tres” (como ´chistea´ el gran José Mota) o todo lo que dice lo hace por ´joder´, entiéndanme, “el Bilbao... vendrá el Bilbao y tendremos que aplicarnos para sacar los tres puntos y seguir tras la estela del Barcelona de mi compatriota Messi”.   Simeone, les decía, como si no estimara tanto al “Bilbao” que le visitaba al advertir en la alineación la ausencia de tantos titulares, su querido discípulo “Rulo”, por ejemplo, tomó el mando ya de inicio, cosa inusual, así contra su rival de turno como contra este Athletic al que siempre había respetado metiendo a su equipo atrás, en propio campo, dándole la pelota al contrario... y esperando el mínimo error para, pelota perdida, pelota robada, salir a degüello camino de la portería del arquero de turno.   Y a todo esto, mientras, como si se lo temiera y lo tuviera perfectamente entrenado en las mañanas de Lezama, José Angel Ziganda metió al equipo atrás, muy junto, prietas las filas y muy bien armado. Las cartas sobre la mesa. La apuesta era clara: defender, defender y defender. Pero defender de verdad. Con criterio. Y no por mera acumulación de efectivos en el interior del área.
  Se trataba de darle una oportunidad al míster del valle de Ultzama. Tiempo al tiempo, que se dice. Y resultó que el tiempo, ese juez insobornable, implacable con el que se burla del paso de los minutos, el tiempo, les decía, su transcurrir, le estaba dando la razón a Ziganda y su propuesta de hacer frente a los colchoneros con el ´´modus operandi´ que ellos mismos utilizan cuando enfrente tienen al Athletic, su víctima favorita.  El árbol del que hacen leña, esa cuadrilla incauta a la que invitan a su territorio como si el fútbol fuera cuento, y la portería que Oblak defiende, la casita de chocolate de una bruja que ceba a los tiernos leones con la terrorífica intención de tostar sus tiernos cuerpos en un horno de espanto.  Me gustó el Athletic. Me estaba gustando. Y mucho. Nadie daba un euro por la propuesta de Ziganda y he ahí a once leones defendiendo sin mayores apuros la portería de Arrizabalaga, que me recordaba al niño que fue sentado en el espigón del puerto de Ondarroa contemplando ese milagro que para una criatura supone asumir con la mirada el fascinante horizonte.
  La misma medicina. La horma de su zapato. Yo me parapeto atrás, me protejo, y a ti te invito a que seas capaz de crear fútbol sin esos espacios que tengo a bien concederte cada vez que me acerco a Madrid y te visito. Hasta la temporada pasada, el Manzanares: ésta, domingo 18 de febrero, el Wanda Metropolitano. ¿A qué cuesta?... ¿A qué jode?... La tocas. Te asocias. No cometes pérdidas. Pero como no gozas de espacios para las correrías que el pequeño Antoine se pega con sus amigos, crear peligro a tu rival es una tarea que se te atraganta.  Tal era el escenario  a las puertas del descanso que, llegado a él, me vi obligado a escribir: “El mejor partido defensivo del Athletic frente al Atlético de Madrid desde que Simeone y su “Bilbao” entrenan al ´Aleti´”. Es más, añadí: “El mejor partido defensivo del Athletic en la  era Cuco”... Y me dejé ir escribiendo en mi diminuto blog como si lo mío se tratara de escritura automática...  “Como si hubiera olido la propuesta de Ziganda, Simeone, el del “Bilbao”, ha tomado el mando desde el principio. En lugar de esperar con la defensa muy retrasada (como acostumbra), y sus dos puntas de lanza pisando la cal de la medular, ha tomado el cetro que posee, o que no tiene pero merece, o que nunca lo tuvo pero siempre creyó merecer. Y ha empezado a maniobrar con movimientos lentos y pases cortos, juego combinatorio el colchonero que, en espacios reducidos, pierde el brillo, el esplendor que emana cuando las defensas rivales, luego de una pérdida, forzada o no, se encuentran al garete.
  Garete. Garate. José Eulogio, el ariete que se esmeraba para marcarle goles a su ídolo Iribar, envuelve la atmósfera que perdió humedad por lejanía del Manzanares en el que Joaquín Sabina colocó un pato navegando al frío de una deriva. 2, 2, los dos patitos, que tanto puede ser único y dividido en un empate  1-1, como los del 2-0, e, incluso, rozando la onírica locura, el 0-2 del Athletic en una segunda parte de Iñaki Willians y diez más.  En todo caso, buen planteamiento defensivo del Athletic.  Diego Costa y la segunda tarjeta amarilla que le debería haber sido mostrada por un árbitro contra el que cargó el futbolista que ´marcó´ a Julen Guerrero, Simeone, hace falta valor, y un par de hervores: para tí...y para tu subordinado, Diego Costa, apátrida porque el que quiere abarcar dos, Brasil y España, no termina de enraizar en ninguna. Costa marcó el segundo de la tarde, gentileza de la casa vasca de Madrid, patrocinado por “Anís de Mikel San José: sus regalos siempre agradan”.
Patrocinio, también, de Ander Iturraspe, una de cal, otra de arena, lo mismo le doy de beber a mi amigo Sabin Merino que le sacio la sed a un enemigo al que la ley del fútbol me tiene terminante prohibido darle agua de mi fuente. Aunque el acto obsceno que dinamitó una propuesta defensiva que estaba siendo interpretada de cine por los leones se produjo en el 66.
  Discurriendo el juego a una distancia prudencial del la portería de Kepa Arrizabalaga, algo extraño hizo el árbitro que despistó a Iturraspe, y, en especial, a San José, dos hombres que se quedaron: uno, inerte, Itu; otro, Mikel San José, alargando su pie derecho como si estuviera estirando sus cinco dedos hasta la puntera de la bota. Era el primer error grueso no forzado. Y como se había producido con las líneas separadas, con el sistema desarmado, con el equipo indefenso, Griezmann robó, quién, si no, y con espacios por delante, corrió cual liebre azorada, asistió a Gameiro...que fusiló a Arrizabalaga. Ahí se acabó el partido. Ahí, la propuesta de Ziganda y el buen hacer defensivo de los suyos...  Leo, Ziganda dixit: “Mi equipo cometió demasiados errores no forzados”... ¿San José, Iturraspe?... ”Me niego a individualizar. No voy a dudar de jugadores que han dado mucho”...  Hasta ahora, por su desvarío, a Ziganda se le ha señalado desde todos los costados. Y cuando el míster, a mi parecer, borda en el verde la propuesta  que en la pizarra dibujó a la vista de sus pupilos, roza la perfección defensiva durante la primera mitad y veinte minutos del segundo acto, y, de repente, en un gesto que fue tachado de “desidia” por un comentarista televisivo imparcial, cuando, pudiendo descargar sobre uno o dos de sus pupilos la responsabilidad de que en un momento determinado todo se viniera abajo con la consecuencia de la derrota de rigor, va Ziganda y... absuelve al culpable, a los culpables del desastre... asumiendo, con ello, que lo que le espera en lo alto de la colina será la cruz.
  La enésima. Se equivoca Ziganda. Anda, Cuco, dame esa pistola... ¡que la bala del Metropolitano no era para ti!... Las dos balas, de matar, ambas, eran: una para San José; la otra, para Ander Iturraspe. Acaso una tercera, para Unai Núñez... pero de fogueo.  Anoche, de seguido a acostarme con la crónica sin redactar, escuche voces en mi habitación de la casa de los sueños:  “Ciudadanos del Athletic: ¿A quién queréis que salve, que libere, que perdone: a este hombre bueno al que llaman ´Cuco´... o a estas dos ´Barrabas...adas´ cometidas contra la sagrada ley del fútbol?”.... “Suelta a San José, y también a Ander Iturraspe”...  Es como si Ziganda, al modo de aquel maestro llamado Jesús, estuviera dispuesto a ser sacrificado a fin de salvar la vida de dos de sus discípulos más amados. “¡Crucifícalo... Crucifícalo... Crucifícalo!”... acabará gritando la ´chusma´.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista y periodista

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