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La camiseta por dentro, regreso al fútbol vintage

La camiseta por dentro, regreso al fútbol vintage

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Kuitxi

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Cuando el cumplimiento del reglamento empezaba por el balón: "Querido rey Valtasar: devido a que me e portado muy vien te pido que me heches un valon de reglamento"... De plástico en la calle y en las campas. 'Courtix' era la marca de los balones que utilizábamos en el patio del colegio de los 'Hermanos de la Salle' de Sestao para aquellos partidos sabatinos contra la selección de la clase en la que estudiaba y destacaba sobremanera Sarabia. Ni Manuel, ni Manolo, ni Manu.

Cuando el fútbol era en blanco y negro,  los amigos de la escuela utilizábamos el apellido para llamarnos el uno al otro y todos entre sí. El apellido. Y no cabe descartar que fuera el número que por el orden del apellido y del pupitre nos correspondía: el "uno", si eras Alvarez; el "doce", si eras Irasuegi; el "23", si eras Mena; el "43", si tu apellido era tan retrasado como Urbina...  En los recreos, el esférico era de plástico duro, con aberturas, esas heridas que sufrían las pelotas a base de golpearlas con los zapatos que, nunca mejor dicho, servían tanto para un roto como para un descosido. Lo de "cuantos zapatos teníamos que romper para sentirnos futbolistas" no era una frase hecha; era la pura verdad: el calzado de los domingos era el mismo que ese que como botas de fútbol utilizábamos para despuntar en ese tiempo libre 'ínterclasista' y en los mini-partidos previos a las clases vespertinas que nos servían para acumular puntos en aquel torneo anual que librábamos  los 'valientes' (camiseta roja de arriba abajo abotonada: puro estilo británico), contra los 'esforzados' (de azul).    En las Navidades, antes de irnos de vacaciones, Altos Hornos nos  daba a los más pequeños la probable posibilidad de escoger, entre todo tipo de regalos, una pelota de plástico del bueno con las figuras de los futbolistas del Athletic sobreimpresionadas: Iribar; Senarriaga, Zorriqueta, Etura, Orue... y un Rojo I jovencísimo.
  A los Reyes de casa les pedíamos un balón de reglamento, sin entender muy bien qué cosa era aquella, como si el reglamento fuera una suerte de material con el que se fabricaban los esféricos que utilizaban los jugadores del Athletic, y los del Portu que yo veía y vivía en mi campo de La Florida...  En la 'edad de la inocencia', a clase se iba vestido con la vestimenta del Athletic (yo, con la del Portu que nos tejia a mano la tía Toñi, esa mujer que alcanzó el don de madre sin necesidad de haberme concebido). La camiseta, por dentro; balandristas como botas; hasta que un día apareció el madridista José Martinez, 'Pirri', ceuti de nacimiento (con la actriz Sonia Bruno esposado), en la tele diciendo que las botas 'trevinca' que él anunciaba "multiplican la potencia de tiro".   Yo me las compré, o me las compraron: eran de goma, negro su color, cordones blancos como bonito contraste. Eran cómodas. De una sola pieza. Los tacos le nacían a la suela como si fueran ventosas que se adherían al cemento reventado evitando resbalones y esas caídas que, para minimizar el daño del impacto, nos dejaban las manos con la piel levantada, heridas ardientes que se combatían con el 'rojo' del ayer, con el 'betadine' del presente.  Recuerdo, cómo  olvidarlo si la foto que yo tengo es una copia de la que en ETB2 se pudo ver en "Clemente según Clemente", un cara a cara entre el jarrillero Iñaki López y el "rubio de Barakaldo": mientras la hermana menor del llamado 'entrenador de las dos ligas' glosaba la figura de su hermano cuando al fino interior del Athletic le vinieron tan mal dadas que se vio obligado a abandonar el fútbol en calidad de futbolista, en la pantalla apareció aquella fotografía que como oro en paño conservo.   Un Clemente renqueante, ataviado con tabardo marrón claro con botones de cuerno, posaba con la selección del colegio, entrenador, árbitro, homenajeado, cualquier muestra de calor y cariño eran pocas para ese Clemente que había cursado sus estudios hasta los 14 en el colegio de la Salle de Barakaldo y al que su profesión, a la que en cuerpo y alma estaba entregado, con moneda falsa le había pagado.   Clemente, en la fila de los de a pie, manos en los bolsillos de su tabardo, cabello rubio y en ondas como peinado, mirada denunciando sin pudor otra oportunidad, la enésima, profunda se reflejaba su melancolía. En la fila de abajo, el primero por la izquierda, el alumno que ya era 'KUITXI' porque 'MOLINA', al que un día el mar habría de ahogarlo, así lo había  querido tras un bautizo de esos tan sentidos que ni siquiera se piensan. Kuitxi.  Los hombres se visten por los pies. También los alumnos, porque el reto contra el profesorado es serio. Así las cosas, botas 'trevinca', medias recogidas hasta los tobillos que denuncian la ausencia de espinilleras. Pantalón azul porque el fotógrafo y yo así lo sabemos. Camiseta amarilla.   Por dentro. Como dictaba el reglamento. Ese libraco en el que estaban escritas las normas del deporte y juego más hermoso del mundo. Creo que el seleccionado formado por laicos y religiosos nos termino ganando, 4-3, Pajares marco uno de nuestros goles mediante virtuosa vaselina que un fotógrafo recogió adivinando las intenciones de mi compañero de selección y de cuarto de bachillerato, tal vez fuera tercero, o quizás se hubiera desviado hacia esa rama de grado que te llevaba a la 'Escuela de Aprendices' con clara opción de obrero especializado en tan magna fábrica, "Quédate a jugar", canta Mclan, "que pasen treinta años antes de"...que se termine este mágico partido que al mismo tiempo de disfrutar rememoramos..."Quédate a jugar", continúa Mclan, "Es todo lo que quiero en esta vida insana"...
  Cuando el Club Portugalete convocó una 'quedada' pretemporada para engrosar la plantilla del  juvenil que el maestro Urbano Anda dirigía y educaba (la categoría infantil, que el mismo había venido regentando, era ya extinta por motivos de infraestructura de la entidad), el mister me capto a la primera, y a la primera oportunidad que la liga me dio, debute, estreno liguero, en el inmenso arenal de Urkijo, frente al prestigioso Iturrigorri.  Las botas eran como eran: rudimentaria piel sin marca y tacos de madera que se clavaban, fino metal blandengue e inconsistente, en la suela a golpe de martillo: las 'Adidas' con tiras anaranjadas llegarían en el segundo curso liguero, 'Pegaso' nos daba un 'vale' y lo canjeábamos al portador en la afamada tienda baracaldesa de deportes 'Basconia'. Los pantalones eran 'corto Vintage' tipo Mario "Matador" Kempes, y de un color negro de esos que habían sabido resistir los mil y un lavados de las manos de la madre infatigable de un niño feliz.   La camiseta tenía esa magia de las prendas que no tienen precio: gualdinegra, mangas largas, ¡y por dentro del pantalón!, como dictaba el reglamento ; y si, por aquel entonces,  las leyes amparaban la extravagancia, o no la castigaban, allí estaba el profesor Urbano para dictar las normas que manejaba aquel entrenador tan serio y recto como justo y honesto:  "La camiseta, por dentro; las medias, subidas; y a la hora de filtrarle al periodista el nombre de cada jugador a fin de reflejar la alineación en su diario,  nada de apodos ni diminutivos: "¡el apellido del padre!", del mismo modo que "el fútbol es una equis", el defensa al delantero le debe marcar "con la picha en el culo", y el equipo, bravo, "con dos cojones y un palo"...  Quizás por saberme su ojito derecho, la prolongación de su elegancia en el terreno de juego, me dejaba caer las medias, y, a veces, arrastrado por mi libertinaje inocentón, liberaba mi camiseta de la opresión del pantalón para que luciera libre, modelo identitario de George Best, ese fenómeno irlandés que se gustaba dislocando todo tipo de reglamento, con medias bajadas, con su camiseta por fuera casi a la altura de la parte baja del pantalón, y hasta se permitía el lujo de ser melenudo el muy cabrón, "niño bonito de Belfast" que jugaba para el 'United' y se llevaba de calle a las tías más buenas,  que le esperaban a la salida de los vestuarios.  En vano, el listado estaba lleno, y el 'pub', alertado para que a Best y a su amigo Van Morrison no les faltará de nada: 'Brown Eyed Girl': "Nos escondemos detrás de la pared de un arco iris; chica de los ojos marrones", cantaba Morrison desde la tarima, y todos se ponían a bailar: 'Sala la la la la la la la la la la rala la..."...Corría como loco el 1967. Un año más tarde, el 'Leon de Belfast' se 'fugaria' a Estados Unidos, y en unos Estudios de New York daría a luz tantas canciones como prodigios musicales: Astral Weeks, Semanas Astrales, mientras en Irlanda e Inglaterra George Best se empezaba a calar de  emociones tan intensas que terminarían por ahogarlo: "Madame George / sécate las lágrimas/ súbete al tren / camino de Dublín/ sécate las lágrimas / súbete al tren/ Madame George/ Bailo por ti/ Ballerina / Swet Thing: "Y nunca, nunca, nunca me haré tan mayor otra vez / Oh, dulce cosa, dulce cosa / Dulce amor con tus ojos color champagne / y tu santa sonrisa...".  Hablo de memoria, que es la única manera que tengo de hablar cuando pretendo escribir al dictado de nadie. Y si la memoria me traiciona, pídanle cuentas al maestro armero, no a mi, a este periodista y futbolista que dice que la normativa de entonces, el llamado reglamento, prohibía terminantemente que los  futbolistas lucieran por encima de su pantalón la parte inferior de su camiseta. Las medias, bien atadas a la parte inferior de la rodilla.   Espinilleras, la misma palabra lo dice: mejor protegerse de espinas las espinillas antes de convertirse en un ecce homo ensangrentado por esa corona de 'espinas' que atormenta tantas frentes, las de las madres, sobretodo, que se alarman cuando por  la puerta de su casa ven entrar a un hijo con la cabeza punteada por la aguja del cirujano.  Los hombres se visten por los pies. Será por ello que hasta que no alcance la condición de hombre no entendi que las espinilleras eran tan necesarias como, lo dijo el poeta, ese "aire que exigimos trece veces por minuto". El día del estreno, la primera vez que las utilice, aunque involuntaria, por supuesto, sufrí una patada de escándalo por parte de Marqueta, un compañero mío, a la sazón defensa del que mi amigo Alberto Biota guarda un recuerdo de esos que se dieron en llamar imborrables: de no haber sido por aquellas espinilleras que estrenaba, a día de hoy, mi pierna, en vez de ósea, sería de carbono del bueno merced a esa solidaridad que habría encontrado en el bondadoso futbol de bronce.  Botas. Espinilleras. Medias subidas. Pantalón. La camiseta, metida por dentro, nada de al vuelo, transgresor mi querido compañero Tomas Casas Manterola, desde la distancia de una fotografía nos quiere hacer creer que lo suyo no era sino un intento de proteger su pudor, aunque todos aquellos que disfrutamos en el verde de su agradable compañía conocíamos  que  lo hacía porque era un jugón y el de sobra lo sabía. Un jugón como George Best, o como Txetxu Rojo en aquellas tardes de San Mames en las que se desataba con su fútbol escandaloso. Hasta que llegó un momento. Un día. Un niño. Un sol...  La luz cegó a los escribas del reglamento del fútbol hasta el extremo de relajar sus férreas conciencias. No sé cómo sucedió. Debió de ser de repente. Así como los niños dejan de hacerse pis en la cama de un día para otro, fue encender la tele, entrar a La Florida, acercarme a San Mames...y ver cómo, sin excepción, a los futbolistas, como si por una ventolera, les había entrado el vicio de jugar con la camiseta por fuera del pantalón...  Siempre hay un primer momento para todo. Dijo "pivote" un espabilado que pretendía sentar cátedra, y seguirle todos del mismo modo que aquel  gentío iba detrás de Forrest Gamp. Se trago el primer artículo el bueno de Radomir Antic, y empezó a mostrar la prensa, la radiofónica y televisiva sobretodo, una voracidad fuera de lo común. "Bajo palos"...y "bajo palos". "Anticipa"  en vez de "Se anticipa" (a su rival), y alcanzar los límites de la locura el lenguaje deportivo.  "¡Camisetas, fuera!"...Y por fuera la llevan los futbolistas, como si fuera el cumplimiento de un punto de ley del reglamento. Si antes, por dentro, ahora, por fuera. Si antes, por fuera era transgresión, violacion del reglamento del que se cree un chulito, un divo, un artista que, además de serlo, quiere llamar la atención y aparentarlo, ahora, el futbolista que, cuál bastión numantino, se mete la camiseta por dentro es un futbolista, ave que vuela, en peligro de extinción...  Llama la atención, poderosamente la mía, que, así como antaño la camiseta por fuera y el futbolista virtuoso fueran de la mano: George Best, "Belfast boy"; cuando hablamos en presente sean dos futbolistas de una calidad técnica extraordinaria los que, en las tres ultimas temporadas, mis ojos, hambrientos de fútbol, han visto corretear por el césped de los rectángulos de juego con la camiseta por dentro del pantalón hasta rozar eso que el 'spiker' de 'Beins Sport' ha bautizado como "carnet de paternidad"...  El primero lo disfrute hace dos temporadas a las órdenes de Ezequiel Loza en mi campo de La Florida. Carlos Merino... ¿les suena?... Camiseta por dentro, como los futbolistas de los cromos de Primera  División: Merino, Carlos Merino, 'Leon' del athletic Club que no había perdido sus maneras, lideró el centro del campo de un equipo que ascendió a la Segunda División B...  El segundo, pajarito canario,  pio-pio, su fútbol ha convertido en canción. El fotógrafo lo mira y se detiene. De color sepia su estampa. Postal que desde el 'servicio' a su novia el miliciano envía para que no se olvide de su pelo como agominado, de su bigote de galán, de su estampa torera. Mientras la 'mili' cumple, su club ha conseguido que lo dejen jugar cedido en el equipo de la capital de una isla de idílica climatología y parajes paradisiacos. Gran Canaria. Las Palmas. Union Deportiva.
Como la de Carlos Merino su fisonomía. Su ubicación. Su clase. Su categoría. Se llama Roque Mesa. La camiseta, por dentro del pantalón.
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi'. Futbolista, periodista, montañero, pero sobre todo escritor: cuentos, relatos, cronicas, artículos radiofónicos, literatura de viajes. 

@LuismaPrezGartz

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