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Ruente, Cantabria: Llamando a las puertas de ´Saja-Nansa´ (y 2)
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Ruente, Cantabria: Llamando a las puertas de ´Saja-Nansa´ (y 2)

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Kuitxi

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(“Imaginando palabras”. Cuaderno de Viajes). “REGRESO A LA ESCRITURA” (Segunda parte).

Abrimos un cuadernillo, los dos, y hasta puede que se hiciera ´al alimón´. Y ante nuestros ojos aparece un mapa atestado de lineas curvas o torcidas, puede ser obra de dios este mapa, pues los nombres, ora en mayúscula y en un color, ora en minúscula y en un color diferente, los nombres, decía, aparecen rectos,y son de color ocre, y negros y lilas también. Los símbolos, que representan la riqueza de los pueblos, son de un negro muy oscuro, y los montes son de un marrón delicado. Visto de lejos el mapa, da la impresión de ser un laberinto; de cerca, empero, es cuando aparecen las carreteras, que tienen el color de la sangre que ya se ha secado, y los ríos, de color morado como las aguas del mar. Finalmente, digamos que las rutas que arrancan de los circuitos negros donde se asientan los pueblos son verdes, y ello me reconforta, porque verde es la tierra que nos espera, como verde también es la esperanza...
  Antes de partir con la intención de acertar, leemos. Y tanta es la información de la que disponemos, que su volumen y densidad nos desbordan. A espaldas del mundo, entonces, ella y yo cuchicheamos, resultando, de nuestra privada conversación, que el campo, al contrario de lo que se piensa y se dice, sí tiene puertas, al menos éste. Podemos, para internarnos en estos parajes, posarnos en algún lugar en helicóptero, o aterrizar en avioneta, o lanzarnos en paracaídas desde un avión. Pero es tal nuestra prudencia que, por educación hacia una casa ajena, y por el miedo de caer en la espesura de un bosque lleno de alimañas, decidimos, luego de llamar delicadamente, entrar utilizando la puerta, para eso se puso, el que  por  el hueco de la chimenea o por la ventana entra es que es Olentzero o un ladrón, y nosotros ni una cosa ni la otra somos, tan sólo dos seres ansiosos por conocer cómo de bello era el Paraíso antes de que la furia de dios, y también la de los hombres, lo destrozaran…  Ruente se llama el pueblo, Ruente es la puerta. Y hasta ella nos trae, y hasta el umbral de una casa nos deja, la hermana de la mujer de mi vida. Se trata de una ´Hostería´ la mansión, “rural”, con ocho habitaciones dobles con baño, T.V. en las habitaciones, Desayuno incluido, Cafetería Bar, Restaurante con chimenea, Calefacción”, y, por último, “Trato agradable y familiar”. Veo ahora la casa iluminada por la luz de este día y de nada casi me acuerdo, y si quitáramos el casi, tal vez también estaríamos diciendo la verdad, el tiempo que ha pasado me confunde, ya de noche, ya de día, y de las dos mujeres que hasta esta casa me han acompañado la una está en Barakaldo y la otra, en Torrelavega, ambas impartiendo docencia, ocupadas en su cotidiano quehacer, no me pueden auxiliar, se hace de noche, volvió a su casa  de Torrelavega la que en este Cuaderno de Viajes es una artista invitada, conmigo está la que de mí no se separa. Ahora la llevo en mi corazón, pero tan dentro de mí está que sus palabras de chivateo no escucho.
  Solo frente al papel me encuentro otra vez. Regreso a la escritura con mi mente convertida en tabla rasa, como el niño que nace. Me abrazaría a mi madre, pero a mi lado no la tengo, y si la tuviera, qué difícil abrazarla de verdad, me abrazaría a ella, repito, y como mis brazos su cuerpo que me creara no encuentran, intento romper en llanto sin conseguirlo, porque lágrimas no me quedan, las perdí, no sé cuándo ni dónde, secos están mis ojos como el cauce de un río que se ha muerto, así lo ve también el médico al que visito, el cual, después de un exhaustivo examen, dictamina que “si de dentro no te sale la tristeza en río salado, desde fuera te han de venir las lágrimas”. Por eso de día, y cuando me voy a acostar, de un ampollita vierto en mis ojos lagrimas artificiales para seguir dando ante el mundo la impresión de que estoy vivo…  Entonces lo estaba, más que ahora, cuando la pócima era aún un milagro semanal, el milagro de un sábado primaveral que amanece un tanto nublado. Habrá momentos en que las nubes se irán, como de fiesta, y el techo de este valle será de un azul intenso e impenetrable. De momento, el vapor blanquecino flota sobre el campanario de esta iglesia, que parece, por defecto sorprendente del revelado, que estuviera colgada del firmamento como títere o guiñol que dios manejara. Una iglesia, sí, supongo que la iglesia de Ruente, no hay pueblo sin iglesia, y si no la tiene es que no merece serlo, pueblo.
  De ésta, que la mujer tomó en fotografía, sabremos de una inmensa pared a base de piedras y de sillería. Detrás del muro, se adivina, por el trozo de la vidriera y un tejado, una nave, y, a su izquierda, a tu derecha, yo, diminuto, espíritu entre la materia, tres campanas que, aunque las ganas seguro que no me faltaron, no haré tañer por miedo a que, como sucedió e la Montaña Palentina, el pueblo se me eche encima pidiéndome cuentas de la muerte que anuncié sin que muerto hubiera, o del incendió que delaté sin que un fuego se hubiera declarado.  Desciendo desde la torre como el peón que ha sido eliminado en este juego que es la vida. Y lo hago en caracol, y si las escaleras, por describir sus peldaños una línea recta, me lo impidieran, me voy acercando al suelo en zig-zag, al modo de los borrachos, ebrio me pueden llamar, no en vano vengo de una iglesia, y en el templo, ya se sabe, sacristía, los hábitos del sacerdote, y la patena, y el pan sin consagrar y el vino aún no bendito: soy un monaguillo, sí, ahora me acuerdo, esa vergüenza infantil por no saber lo que hacer en el rito, trágame, tierra, llévame, dios, por eso bebo, para olvidar, un vinillo dulce donde se ahogan mis penas, ay, si fuera verdad, si verdad lo fuera todo, monaguillo sí que fui, el que no actuaba, pero al vino le hago ascos,...  Pruébalo, me dicen los amigos, pero yo prefiero el agua, si acaso un zumo de naranja, y, en cualquier caso, más puro es mi proceder que el de ellos, que dicen, al beber de una copa de vino, tomar por la  boca la sangre de dios, yo voy a la esencia, la cepa o la parra, el racimo, la uva exprimida, o sea, el mosto, y si es rojo, mejor, he ahí el vino más puro, el alcohol, para curar las heridas de la piel, pobrecitos los borrachos, sí, “pobrecitos los borrachos que están en el campo santo”…
Ella bebe muy poco, y, cuando lo hace, toma de lo mejor. Hoy ni una sola gota ha probado, si yo nunca, ella no acostumbra en el desayuno, comida que, al igual que a mí me sucede, la tiene clara: un buen zumo de naranjas recién exprimidas y chocolate con churros. Y si no hay de  lo segundo, y/o de la primero, venga la fruta, la repostería, el cafecito y el yogur, adivine el lector o la lectora quién gusta de una cosa y quién de la otra…  Lo que a ella y a mí en verdad nos gusta, lo que nos une en esta mañana es el día que ha salido, ese cielo todo azul que un gran árbol, frondoso en demasía, casi tapa por entero. Si me preguntan por el árbol, no sabría decir su nombre común, ni el propio, si lo tuviera por tener el árbol dueño, aquel que un día lo plantó mientras lo bautizaba, Te llamarás Santiago, para evocar siempre un camino. Hacia ti vendrá un día una mujer vestida de blanco, ingenua mujer que cree que por no arrimarse hasta descansar su espalda en tu tronco, tu sombra no la protege. O tal vez sí, quizás sea tan sabia que piense que, así como el sol calienta estando tan lejos, tu sombra la cobijará guardando esta distancia que en metros se llama diez.   Está el árbol a orillas de la iglesia, si de sus ramas colgara la fruta, sería tentación para el creyente, el bien, el mal, eso que se llama ´libre albedrío´, pero, al final, de tanto brillar el fruto, el brazo se extiende y la mano coge, y la boca se abre, y los dientes muerden, y la lengua saborea, ¡Fuera!, grita alguien, al que, contradiciendo lo que está escrito, no hacemos caso, vinimos aquí para gozar, y hasta que el gozo no sea saciado, ni un paso hacia atrás, llamamos a la puerta con educación, saludamos al entrar, y estando ya camino de las entrañas de esta tierra entre dos ríos, nadie podrá detenernos, y si en el camino nos desviamos de la buena ruta, que sea la niebla lo irremediable, o la lluvia, o el rayo, o el viento, algo natural y sin entendimiento para no echar a nadie las culpas…
  A estos animales, por ejemplo, la vaca y sus ternerillas, unas maman porque previamente supieron llorar, y la madre, y otra emparentada que se halla un poco más lejos, miran fijamente adonde yo estoy mirando. Por esta razón, pisando el alto pasto que se alza en babilónica terraza sobre mi camino, salen en la tercera fotografía, y, por su forma de mirarla a ella, parece como si entendieran con humano entendimiento, que la inteligencia habitara en ellas, que pensaran, que fueran más allá de esa mansedumbre que un día, para ellas, poetizara Walt Whitman.   Qué encerrarán en el cerebro en este momento, qué sentirán, ¿asumen sus ojos lo que en verdad somos...o para ellas tan sólo somos manchas, un dibujo, colores, figuras que se desplazan ante ellas en ascenso?. Hay quien un día dijo que las vacas que circundan Lezama no por mucho mirar a los jugadores del Athletic acaban entendiendo de fútbol. Quería aquel hombre decir que en la observación no reside todo, que hay que captar, sí, pero también, un poquito mas tarde, o a la vez, asimilar e interpretar. Qué será de estas vacas hoy: ¿se habrán olvidado de nosotros, si es que en aquel momento nos sintieron, o sabrán que a esta hora del mediodía me estoy acordando de ellas?..., esa mirada de paz asentadas en la tierra, muros donde la hierba es el cemento que une las piedras, y los árboles detrás, y un cable a la izquierda, y una torreta de metal al fondo.   En primer plano, si es que no le he dicho ya, estoy yo, con el pelo cortito, con el jersey de los 23 años, con un tejano cualquiera pero claro, y a la espalda, guardándomela, esa mochila que ella y yo añoramos por haberla perdido. Era muy bonita. De verde y azul, y no era ni grande ni pequeña, era mediana, mochila virtuosa, cuánto te echamos de menos...
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista, mendizale y periodista

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