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Cañón del Río Lobos: Hacinas, la Celta mágica

Cañón del Río Lobos: Hacinas, la Celta mágica

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Kuitxi

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Amaneció y era domingo en Hacinas, romería de la virgen de Santa Lucía más allá del cañón del Río Lobos. En sus rocas erosionadas aún se perciben los altares, lugares de ofrendas y sacrificios, artesas, pozos donde se hacían ritos paganos a los dioses celtas (Turmogos). En este caso adoraban a la montaña de Carazo. 

Nos levantamos a buena hora con el ánimo encendido, Hubo calor en la noche, pregunta alguien, Es verano, contesto yo, suficiente la respuesta para acallar los murmullos. Compradas unas vituallas en tienda de comestibles y panadería, que nos sirvan de desayuno, nos sentamos en un banco de la plaza de este pueblo, al que se llega, si tomamos Burgos capital como punto de partida, cogiendo el autobús que tiene como destino la capital de Soria. En el viaje escuchamos música de "casete", qué pena no haber traído las canciones de 'Gabinete Caligari', una, tan sólo  una, para deleitarnos con el paisaje mientras al oído alguien nos dice... "Voy ca-mi-no Soriaaaa... allí me encuentro en la gloriaaa"...
  Llegados a Salas de los Infantes, punto neurálgico -esto suena a medicina-, nudo de carreteras -queda mejor-, el autobús se detiene, como si dudara. Nos da tiempo, mientras el chófer se lo piensa, a contemplar los palacios, las casas señoriales, las iglesias, los conventos, y el río, Dónde está, y el puente, Dónde se halla, tiene que haber río y puente para, sin mojarse, cruzarlo... Tenía el conductor tres opciones: girar a la izquierda y seguir la carretera que lleva a La Rioja a través de la Sierra de la Demanda, la primera; continuar de frente para internarse en la Sierra de Neila, la segunda; o, y ésta fue la que eligió, y por eso pagamos, torcer a la derecha, proseguir directamente camino de Soria, que ya lo dijeron los chicos de 'Gabinete'... "Becquer no era tonto ni Machado un 'ganapán"...  Queriendo decir que algo tendría el agua para ser bendecida, o sea, que Soria debe ser la mar de bonita, una delicia, el Duero y la paz, y las ruinas de Numancia, y Vea, bucólico lugar escogido por una familia belga para vivir en carromatos trabajando y ordeñando a los animales, que tengan ubres, se entiende. Poco antes de pisar la línea imaginaria que separa Burgos de Soria, se detiene el conductor, Han llegado ustedes, esto que ven es Hontoria del Pinar, último pueblo de Burgos, si no se bajan y siguen, llegarán a San Leonardo de Yague, provincia de Soria...
  Eso fue el viernes a la tarde, y HOY ES DOMINGO  POR LA MAÑANA. Al comprar, al comer la fruta, las gallegas y el yogur, y, sobretodo, acabado el desayuno, preguntamos a la gente acerca del mejor plan para esta mañana que recién empieza, para el mediodía lejano, para el trozo de tarde que nos quede antes de coger, a eso de las seis, el autobús que nos devuelva a las capital de Burgos, y desde Burgos a casita. Nos hablan de alguna pequeña cima muy asequible, de alguna ermita, pero hay alguien que con tal entusiasmo nos responde que caemos en su tentadora propuesta...   Se celebra, al parecer, en el pueblo de Hacinas, poco antes de llegar a 'Salas', una vistosa Romería  en honor a la Virgen de Santa Lucía a la que acuden gentes de la zona, de la provincia, y de puntos más lejanos, es tal el predicamento que tiene entre el 'pueblo llano' esta virgen que toma prestado el apellido de 'Lucía, joven mujer  que muriera en Siracusa, martirizada y también virgen, allá por el año 304, más o menos, el diccionario lo pone entre signos de interrogación. Subió al Cielo, y desde  la Tierra la convirtieron en Santa. Se celebra su fiesta en el mes de Diciembre, en su día trece, lo festejan, sobre todo, las modistillas, por aquello de que les conserve en buen estado su vista para acertar a la hora de enhebrar la aguja.
  Aquí, en Hacinas, pueblo inquieto e impaciente, se anticipan, el verano, aún vigente, y ahí tienen a la muchedumbre, mejor gentío, mucho mejor si decimos fieles o devotos, o curiosos, que de todo habrá, fíjense en nosotros, que hacemos  "auto-stop" para llegar a tiempo de ver cómo la carretera es una procesión de cientos de personas. Por delante van los músicos tocando la dulzaina, seguidos de los danzantes; detrás, la propia virgen, a hombros de cuatro afortunados, más atrás viene el grueso del género humano que no quiere perder de vista la imagen de su Santa protectora. A los lados de la comitiva, también hay gente que mira (¡qué pena que no esté presente Miron para esculpirla!), quizás nosotros seamos espectadores, pero sólo por unos momentos, porque, de repente, atacados por la fe, nos sumamos al cortejo que va caminito de la Ermita, que está abajo, y no arriba como es costumbre.   Arriba está la iglesia, no hay nadie, está vacía, todo el mundo está aquí, veamos la foto, a la virgen, a la niña que la mira desde los hombros de su padre. Antes de entrar en el templo, en un puestecillo, que vende de todo como en toda romería, compramos unos pañuelitos muy monos, blancos, con  dibujitos dorados, es la costumbre, la tradición, comprarlo allí mismo y pasarlo luego, ya en el interior de la ermita, por el manto de la virgen. Ella compra dos; yo, tres. Mi familia, aunque enferma de locura por mi causa, es más religiosa que la suya, y más numerosa, tres no son muchos pañuelos, pero son más que dos, ya veré por quién los bendigo y a quién  se los doy. Pensado ya lo tengo, por ahora prefiero callar.
  YO, SEÑOR, TE OFREZCO MIS OJOS...  "Dame tus manos, toma las mías, como dos ciegos, Santa Lucia"... (Cancion / Miguel Ríos)  MEDIODÍA PLENO ES ALLÍ, en Hacinas, Burgos, no nos desviemos tanto de este viaje por las tierras del mundo, ahora le toca a Burgos, que cuesta luego regresar. El cielo azul, como pintado, el sol que cae a plomo, como escriben, tópicamente, los literatos, sombra en las paredes de la ermita y luz sobre esta virgen que camina, suspendida en el aire, parece que nadie la lleve, donde están los costaleros, ¡Milagro, Milagro!. Si no fuera por ella, por otra mujer, no por la virgen, no habría reparado, y no podría contar, en una bandejita, ella dice que es de plata, que la madre de Dios, una de ellas (¡tiene tantas y con tantos apellidos!) sostiene con la palma de su mano izquierda.
  Se acerca la cámara a la imagen de esta mujer que no "conoció" varón y apreciamos la verdad que me contaron. Está la Señora en la Ermita, a un lado del altar, que no se ve, el ojo humano, al contrario que el divino, no todo lo abarca, delante de un manto rojo, como de sangre, que cuelga de la pared. Imagínense lo que no ven, dos ojos clavados sobre la plata de esta bandeja, de quién  son, suyos, no, que bien vemos cómo la madre nos mira. Son de una Santa, me cuenta mi confidente, auxilio de mi memoria que se trompica con las piedras del tiempo. Son de una Santa llamada Lucia. Lucia la joven, Lucia la virgen, Lucia la mártir de Siracusa.   En la extracción de sus ojos, en su arranque, en vaciar su mirada, consistió su martirio, o parte de él, que no por ser ciega se muere una, hace falta algo más, Qué le hicieron a la niña los romanos, que hable la Historia, porque el Diccionario nada cuenta sobre torturas, autocensura, quizás el 'Larousse', es pequeño y manejable, está en todas las casas, y en las casas hay niños, el libro está a su alcance, subirse a una banqueta, tomarlo y leer, así de fácil, nada digamos, callemos, que bastante tienen las criaturas con los desastres  de este mundo. No removamos la Historia...
  Yo, que ya no soy niño, aunque serlo lo soy, vine, como el poeta, a este mundo a preguntar, y clamo al Cielo diciendo, Es justo, Oh, mi Señor, hablo yo pero pregunta ella, Lucia la Santa, que yo les diera a los infieles mis ojos, por no negarte, para que luego ella, tu madre, venga y profane mi sacrificio, peor aún, que de él se sirva para ganar el fervor de tu pueblo, que cree, a pies juntillas, que es la virgen la que obra milagros: que quita legañas, que calma irritaciones, que sana conjutivitis, que hace inservibles las gafas y a los ciegos hace ver.   No lo es, pienso yo, Oh, Dios mío, perdóname. Pero tú, que eres justo del todo, da a cada uno lo que de cada uno es. Los ojos son míos. Luego, si por ellos se obra el milagro, sea dicho que el milagro lo hice yo, y no la virgen que me los quita, me cuesta decir "me roba", terrible resulta pensar que una madre es una ladrona. Yo, con mi sufrimiento y muerte, como tú con el tuyo y tuya en el madero, cardé la lana, que no me venga ahora esta mujer a llevarse la fama, que los ojos no son suyos, que si en vida en ellos tuvo dolor, fue de lágrimas por ti, por tu desarraigo de ella y por su dolor al pie de la cruz.
  Padeció lo suyo, pero que no se queje, nadie mejor que ella, un ángel la avisó, sabía que habitaba un valle donde, en vez de agua, llueven lágrimas. Que no engañe, que no confunda, que nadie en la vida puso sobre ella sus manos, ni siquiera José, su marido, que llegó sin heridas al final, que en la cama murió, que su muerte fue plácida, y que, además, resucitada a los ojos de este mundo, se plantó, en un claro entre árboles, sobre la tierra, para, elegante, con su manto deslumbrante, dejarse ascender al Cielo por unos ángeles que Dios, su hijo, a este mundo envió.   La Ascensión fue, los pintores, esos fotógrafos que retratan con las manos, nos la muestran en todos los museos, Murillo, Zurbaran, Velazquez, y tantos otros, qué suerte tuvo la virgen: así habría deseado yo que hubiera sido mi muerte y resurrección, pero no, yo bebí, como tú, el amargo cáliz, el precio que hay que pagar por el derecho a vivir...
  Entonces, en ese día, no soy pensante, que, ahora, somos romeros, y debemos comportarnos como tales, respetar la tradición, y cumplirla, por eso guardamos fila, no hay aquí privilegios para viejos y embarazadas, todos esperan que llegue su turno, estar al lado de esta virgen llamada "de Santa Lucia" y con los pañuelos comprados acariciar su manto. Con el contacto, dicta la fe, habrá que creerlo, si no, qué  hacemos aquí, con este roce tan suave porque da miedo meter presión a una mujer Inmaculada, los pañitos quedan al instante benditos, ya puedo ir, contento, a casa, dárselo a mi ama, al convento, a regalárselo a mi tía Licesia que tiene 98 años y hasta los 105 habrá de vivir con su memoria prodigiosa, su genio a flor de piel y su sonrisa perenne...  Adonde el amigo, también, a ofrecérselo a su madre que sufre la angustia de perder la vista día a día. Los pañuelos se regalaron, quizás se hable de ellos en otro momento, porque ahora no se puede, la música y el jolgorio popular ahogan ya el misterio de la fe. En las campas la gente baila al son de la música recia de esta Castilla que aún imaginamos llana porque poco la conocemos, sus trigales, sus castillos, el convento y un cañón, el del Río Lobos que ayer sábado transitamos desde Hontoria hasta Ucedo.
  Alguien hay que se me acerca y me pregunta, No eres, tu, acaso, uno de los suyos...No lo niego, el gallo no canta, no soy Pedro, no reniego de mi madre y sé muy bien quién es mi tía. Ella, tan lejos de mi hogar, me ha reconocido. La Ermita esta abajo, como ya quedó dicho; el pueblo, arriba. Hacia  él subimos sintiendo cómo el sol se acalora. Vemos un árbol muy viejo, fosilizado, y junto a él nos sentamos, pues es costumbre hacerse fotos al lado de esta joya embalsamada.
¿Quién va a Pisa y no se retrata al lado de la Torre inclinada? ¿Quién  acude a Roma y no arroja unas monedas al pequeño mar de la Fontana de Trevi? Quien, en fin, y ya termino, no peregrina a Jerusalén, a la tumba de Jesús, y, postrado, ante ella, angustiado, le pregunta, como el poeta Miguel Suaña, ¿POR QUÉ MORISTE, DIOS, POR QUE?...  Luego me subo a una roca, que parece ser el punto más alto del pueblo, y con mis brazos amago una danza. Es la cuarta, y última, de estas fotos matutinas, las de Hacinas, las de la ROMERÍA DE LA VIRGEN DE SANTA LUCIA, no la festividad de la Santa de Siracusa, como pude dar a entender al principio, ésta vendrá en Diciembre, ya vino, ya se fue, murió el año con San  Silvestre, y volverá de nuevo en este otro que ahora vivimos, 2002, se lee igual si empezamos por delante que si lo hacemos por detrás, si fuera palabra, se llamaría palíndromo, dime tú qué hay que decir de los números que indican igual cantidad sean empezados por la izquierda, como se debe, o por la derecha, como hacen los que buscan y encuentran los caprichos del azar. 
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista, mendizale, narrador de viajes y periodista

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