París, 1981, cuando una generación perdió visibilidad

Juan José LahuertaMadrid, 24 may .- El Real Madrid de la temporada 1980/81 tuvo la mala suerte de perder la final de la Copa de Europa ante el Liverpool con un solitario tanto de Alan Kennedy, un nombre maldito en la historia del conjunto blanco y que ensombreció las carreras de una cantera floreciente que acabó absorbida por un instante.
A aquella final, disputada el 27 de mayo de 1981 en el estadio Parque de los Príncipes de París ante 48.360 testigos directos, se le llamó la de los "García". Ese apellido abundaba en la primera plantilla del Real Madrid, que saltó al campo con sólo dos extranjeros, el alemán Uli Stielike y el inglés Laurie Cunningham.
El resto, eran todos españoles. Algunos, como Juanito o Carlos Santillana, formados en otras canteras como la del Atlético de Madrid o el Racing, respectivamente, y otros, también más experimentados como José Antonio Camacho o Vicente Del Bosque, en algún momento pasaron por el Castilla.
El resto del once que formó en el Parque de los Príncipes incluía varios nombres que prácticamente acababan de salir del filial y que, casi de repente, se encontraron con una final que el Real Madrid no disputaba desde 1966, cuando ganó 2-1 al Partizan Belgrado.
En aquella plantilla había jugadores que un año antes fueron protagonistas de una final de Copa del Rey inédita en el fútbol español. El Real Madrid Castilla, después de eliminar a equipazos de la época como el Athletic, la Real Sociedad o el Sporting, perdió 6-1 ante el primer equipo.
Nombres que participaron en aquella gesta como los del portero Agustín Rodríguez o Francisco Pineda, disfrutaron de minutos en el fatídico partido contra el Liverpool. Otro, como Ricardo Gallego, estaba en la primera plantilla pero no jugó. Igual que Ángel Pérez García, que en el curso de la final de la Copa del Rey alternó partidos con el Castilla y con el primer equipo.
El resto de los jugadores del Real Madrid que se enfrentaron al Liverpool, aunque no estaban en el famoso filial de la Copa del Rey, sí procedían de la cantera blanca. Alguno de ellos, hacía relativamente poco tiempo que la había abandonado, como Andrés Sabido, Rafael García Cortés, Isidro Díaz o Paco García Hernández.
En definitiva, aquel Real Madrid era una mezcla de canteranos con hombres de la casa experimentados como Santillana, Camacho, Del Bosque o Juanito apuntalados con Stielike y Cunningham. Ese equipo, al que tal vez nadie esperaba en la final, la alcanzó después de eliminar al Budapest Honved húngaro, al Spartak Moscú y al Inter.
El Real Madrid era el invitado a la cita de París. El Liverpool, al contrario que la final de 2018, era el gran favorito. Había ganado las ediciones de 1977 y 1978 e iba a por su tercera Copa de Europa. Después, en 1984, conseguiría la cuarta para cerrar una época floreciente en el conjunto inglés.
Pocos esperaban a los hombres entrenados por el serbio Vujadin Boskov, un entrenador que dejó frases para la historia del fútbol por su sencillez. Acuñó citas como "fútbol es fútbol", "ganar es ganar", "dos puntos son dos puntos y título es título" o, la más sesuda, después de perder 9-1 ante el Bayern en un amistoso: "Más vale perder un partido por nueve goles, que nueve partidos por un gol".
Con esos mimbres, el que formó un entrenador que fue un grandísimo jugador (fue elegido el mejor centrocampista del Mundial de Suecia 1958) y alumbró a un grupo sin estrellas mundiales pero con mucho sabor a cantera, el Real Madrid intentó abordar su séptima Copa de Europa. Pero, los 90 minutos de aquella final, marcaron a muchos.
Como declaró Agustín Rodríguez a EFE, durante el partido muchos pensaron que éste se iba a decidir "por detalles". Otros, como José Antonio Camacho, estaba seguro que la prórroga iba a dar el nombre del campeón. Al final, Agustín tuvo razón. Un detalle, en un partido con pocas ocasiones, acabó con el Real Madrid.
Ese detalle tuvo tres protagonistas. Primero, Alan Kennedy, un lateral izquierdo que a lo largo de su carrera metió pocos goles, pero dos de ellos históricos. Uno, se lo hizo al Real Madrid. El segundo, fue en la siguiente final que jugó el Liverpool: marcó el definitivo en la tanda de penaltis ante el Roma.
Segundo, García Cortés, que tras el saque de banda de Ray Kennedy, no acertó a despejar la pelota y el otro Kennedy, el primer protagonista, en un "acto de valentía" como él mismo definió después, cogió la pelota y pegó un chutazo que acabó en la red de la portería del Real Madrid.
Y, tercero, Agustín, que vio llegar a Kennedy y en una décima de segundo tuvo que tomar una decisión: tirarse a por un posible centro del jugador del Liverpool o no moverse y esperar un disparo. Tuvo mala suerte y su elección fue la incorrecta. La pelota pasó por el hueco que dejó y su equipo perdió la final.
Kennedy tuvo el acierto y la suerte que no tuvo justo antes José Antonio Camacho, que falló un mano a mano frente al guardameta Ray Clemence. El ex seleccionador español se plantó delante del guardameta inglés e intentó una vaselina que se marchó por encima del larguero. El Real Madrid, mandó al limbo su "detalle".
El resto de la historia es de sobra conocida. Kennedy no falló, entró en el olimpo de los jugadores del Liverpool y el Real Madrid perdió su tercera final. Nunca más volvería a perder otra. Después, ganaría las de 1998, 2000, 2002, 2014, 2016 y 2017.
Aquella generación de canteranos quedó marcada como la última derrotada en el partido decisivo de la máxima competición continental. De todos ellos, sólo dos, y con diferente éxito, aguantaron casi toda la década en el Real Madrid.
Uno, Agustín, quedó señalado por su decisión en el gol de Kennedy. Estuvo en el club hasta 1990, pero nunca fue reconocido. Jugó otras dos finales europeas más, la de la Recopa contra el Aberdeen en 1983 y la de la UEFA, en 1986. Después, Buyo le cerró la puerta de la titularidad, siempre fue cuestionado por el club, como él mismo dijo a EFE y se marchó al Tenerife.
Ricardo Gallego se fue en 1989 y vivió una carrera en el Real Madrid más consistente. Junto a Agustín, fueron los únicos que aguantaron. Otros, no permanecieron mucho tiempo en el club, se fueron marchando en cuentagotas en los años siguientes a la final del Liverpool.
Paco García Hernández se marchó en el curso 1982/83, después de disputar ese año en Liga sólo tres partidos; Sabido, ese mismo curso, se marchó al Mallorca; García Cortés, el hombre señalado por el error ante Kennedy, también hizo las maletas en la campaña 1982/83 para jugar en el Zaragoza.
Ángel de los Santos aguantó hasta 1985 y se retiró después de seis temporadas en el Real Madrid; Isidro Díaz, el día de la final, tenía 27 años y en 1985, con 32, se fue al Racing; Isidoro San José, después de diez temporadas en el club blanco, se fue al Mallorca en 1986; y Antonio García Navajas, en 1983, tras tres años en el Real Madrid, fichó por el Valladolid.
La "Quinta del Buitre" se abrió paso, con Míchel, Butragueño, Martín Vázquez, Sanchís y Pardeza y dominó la Liga de la segunda parte de la década de los años 80. Ganó cinco títulos consecutivos, pero no consiguió llegar a una final de la Copa de Europa. El Milan, y el PSV Eindhoven en 1988, frenó a esa generación.
La generación anterior no sobrevivió a una final. Agustín, fue contundente: "Si hubiéramos ganado, se le hubiese dado mucha más trascendencia y valor a esa cantera", afirmó a EFE. Aquella derrota ante el Liverpool dejó sin visibilidad a algunos canteranos del Real Madrid englobados dentro de un apellido: "los García".