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Málaga, grande de Europa

Málaga, grande de Europa

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Santa Cruz, celebrando el segundo gol.

Daniel Marín IIIGrandísima noche europea en La Rosaleda. El Málaga venció al Oporto y se ha plantado con paso firme entre los ocho mejores equipos del continente. El equipo del Ingeniero de los sueños Pellegrini siguió escribiendo su leyenda europea en un partido masticado con inteligencia, entereza y calidad. Dejó creerse al Oporto mejor, lo apuñaló antes del descanso y lo remató en el momento justo de la segunda parte. Mención aparte para Isco y Weligton, el primero fue el profeta del milagro y el segundo estuvo imperial. Sí, se pudo.

La puesta en escena del Málaga en el partido fue correcta. La eliminatoria no se iba a resolver en los primeros minutos. Había que ir y no estar, pero con mucha entereza, psicología y temple de nervios. Y la idea la captó bien el equipo, que se encontró a un Oporto con su pedigrí y su patrón de siempre. Ambos conjuntos, dirigidos con personalidad, iban a por el partido. Con mucho respeto, eso sí. O miedo. Había mucho en juego. Es en estos encuentros en los que se ve el collar competitivo de los jugadores y algunos como Weligton dieron un paso al frente. El brasileño, mariscal, ordenó al equipo desde atrás y barrió cualquier balón tóxico para un Willy que apenas intervenía. El Oporto sumaba poco en ataque, un par de tiros lejanos y poco más. El Málaga tampoco estaba para tirar cohetes a nivel ofensivo y sólo algunos balones largos, algunos señalados incorrectamente como fueras de juego, crearon relativo peligro en la primera media hora. No importaba, daba igual que el Oporto se sintiera mejor y con el control del encuentro. Era una trampa de Pellegrini.

Crónica on-line
Árbitro
Nicola Rizzoli (Italia). Amonestó a Jesús Gámez, Demichelis, Toulalan, Mangala, Alex Sandro, Otamendi y Defour, a este en dos ocasiones (25' y 49').  .
Formaciones
Málaga CF: Willy; Gámez, Demichelis, Weligton, Antunes; Toulalan, Iturra; Joaquín (Camacho, min.86), Baptista (Santa Cruz, min.74), Isco; y Saviola (Piazon, min.78). 
FC Oporto: Helton; Danilo, Otamendi, Mangala, Alex Sandro (Atsu, min.69); Fernando, Moutinho (James Rodríguez, min.46), Lucho; Varela (Maicon, min.58), Jackson Martínez y Defour.
Goles
 1-0, min. 43: Isco, desde la frontal.
 2-0, min.78: Santa Cruz, de cabeza.
Incidencias
La Rosaleda. Casi lleno en el partido de vuelta de los octavos de final de la Champions, 27.451 espectadores, con la presencia de unos 2.000 portugueses. Noche fría.

Fue entonces cuando el equipo se solidificó, miró a la cara del partido y lo hizo suyo. El Málaga se calmó y controló el tempo, con destellos asociativos y apariciones de tronío de Joaquín, Baptista e Isco. Son los músicos de cámara de Pellegrini. La armonía no se entiende sin ellos, aunque quien corrió con los méritos de probar por primera vez a Helton, una tómbola de feria, fue Antunes con un zurdazo lejano. Corría el minuto 36 en el crono del pistolero italiano Rizzoli, que ya llevaba cinco amarillas, y que tuvo su momento de gloria cuatro minutos después cuando anuló un gol legal de Saviola por supuesta falta al portero de Baptista que, para más inri, pudo recibir penalti.
El Málaga estaba espoleado y achuchado por una grada que se vino arriba. Y entonces llegó el gol. Del robo al gol, al golazo de Isco. Su golpeo, antológico tras un pase de Iturra, ya forma parte de la nueva leyenda de este club. Helton, algo adelantado, no pudo hacer nada por evitarlo. Era el minuto 43 y el Málaga se ponía por delante gracias a su ángel, a un Isco que se había afeitado para la ocasión. Bendita idea, Isco. Le dio frutos. Volvía a mojar y su equipo se iba al vestuario con la fe de que sí, de que sí se podía. Por supuesto que se podía.
La segunda parte empezó con un cambio significativo en el Oporto. Pereira dejaba en el banquillo a Moutinho, cerebro del equipo y renqueante físicamente, por James Rodríguez. Defour retrasaba su posición al medio, aunque su nuevo rol le duró cuatro minutos, los que tardó en cazar a un listísimo Joaquín por detrás en una contra y ver la segunda amarilla. Expulsado. El Oporto se quedaba con diez. Faltaba un mundo, una vida, 41 minutos. Pero la eliminatoria estaba a un gol de un lado u otro. Peligrosa.
El Málaga seguía mandando con el paso de los minutos, cociendo al baño maría a su rival. Se encontraba a gusto, con derecho a soñar. Saviola e Isco probaron fortuna y, entre medias, en el 58, Pereira hizo su segundo cambio, forzado por la expulsión anterior. Quitó a un delantero y metió a un defensa (Varela por Maicon). Tres centrales y los potentes laterales con más libertad para subir. Había que cerrar las jugadas, defender lejos y evitar las contras de los veloces portugueses. Jugar con cabeza y con un exiguo margen para errar. Isco lo volvió a intentar en un remate rebañado que parecía imposible. Era el 63. El Oporto estaba listo para el segundo estoque.
Tardó en llegar un cuarto de hora. Un trayecto de tiempo en el que pudo marcar el equipo portugués por medio de Jackson Martínez tras una falta magistral botada por James Rodríguez. Pero un intervalo en el que Isco y Joaquín volvieron a demostrar que cuando se asocian el Málaga es muchísimo mejor. Adquiere etiqueta celestial. Pues bien, fue precisamente Isco quien botó el córner del segundo gol, que lo remató Santa Cruz en un día muy religioso, por cierto. Llevaba sólo cuatro minutos en el campo el paraguayo, que resucitó a los cuatro días de hacer un partido horrible en Pucela (como Dely en Leeds). Se merecía el desquite. Minuto 78. Doce minutos para sufrir. La Rosaleda se caía.
El Málaga se puso algo nervioso y el Oporto llegó a cantar gol, pero inválido por fuera de juego claro de Maicon. Luego estuvo Willy cuando se le requirió y un derroche final de inteligencia de todos cuantos quedaban en el campo vestidos de blanquiazul. Los últimos minutos fueron de auténtico infarto, de los que se sufren al instante pero se saborean cuando pasan. Qué bien sabe este triunfo, a gloria. Cuántas toneladas de fe se movieron en este partido. Qué belleza. Cuántos recuerdos por los que no lo pudieron ver en el campo, pero sí desde el cielo. Ayudó Viberti, pero también sus profetas que gobernaron un partido para el recuerdo. Sí, se pudo, el Málaga ya es un grande de Europa.

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