Samu Castillejo es dinamita

Samu Castillejo es dinamita. El canterano le dio a un Málaga desnortado todo lo que no tuvo ante el Granada. La victoria lleva su firma, con la jugada que da lugar al tanto de Santa Cruz y el penalti de Iturra. Su descaro sacó al equipo blanquiazul del encefalograma plano.
Los puntos valen un potosí, porque el Málaga de la posesión y las sensaciones, de tanto ir a la fuente, se había vulgarizado hasta el extremo. Quería Gracia la victoria para que sus hombres no dejasen de creer en lo que se está haciendo. Aquí la tiene. Pero trabajo tiene por delante y mucho. No siempre va a poder tirar del carro un chaval que hace nada estaba en el Grupo IX de Tercera División.
Tímidos pitos para el equipo cuando se retiraba a la caseta al descanso. El Málaga estuvo carente de ideas, de frescura, de orden. Ni siquiera contabilizó un tiro entre los tres palos o una ocasión digna de ser recordada. Parecía la secuela de la mala película que se vio en Getafe.
Encima, si le regalas a Caparrós su partido soñado, el de Utrera se humedece. Porque en esta cinta se empezó con un 0-1 en apenas 50 segundos. Una jugada que rozó el esperpento y que refleja algo más que las limitaciones del debutante Angeleri.
El argentino dudó, falló y fue superado con mucha facilidad, pero el resto también estuvo desconectado en el tanto del Granada. Rochina fusiló a Kameni. El camerunés la despejó y ahí estuvo rápido El Arabi, que al Málaga le marca prácticamente siempre. Del resto de defensas del Málaga y acompañantes nada se supo en esa segunda oportunidad.
Durante 44 minutos, autobús del Granada, comandados por el odiado Iturra, y Caparrós dejando que sus búfalos El Arabi y Córdoba incordiasen a su bola al Málaga. Los blanquiazules, habíamos dicho, no encontraron la más mínima forma de combinar. Si acaso una contra en la que Juanmi dejó a Horta delante de un defensa. El luso, en lugar de retarlo para ver si se plantaba delante de Roberto, disparó de fuera. Síntoma de desconfianza.
Algo había que hacer, porque hace nada este equipo jugaba y tocaba a las mil maravillas. Y no marcaba, no, pero tenía su empaque, la barbilla alta. A veces era hasta intimidante.
Gracia tenía que menear el once, puesto que su propuesta inicial era ineficaz. Los entrenadores no sólo son lo que hacen durante la semana hasta el pitido que da comienzo a los partidos. También hay que saber leer y encontrar soluciones cuando los choques se enquistan.
Le dio una oportunidad a los once del principio a Gracia para ver si eran capaces de reconducir algo el partido. Viendo que era una quimera, decidió quitar a Amrabat para dar entrada a Samu Castillejo. La Rosaleda entró en colera y el holandés también. Pero el enfado duró un minuto porque los resultados fueron evidentes. El internacional marroquí llegó para ser resolutivo, con un esfuerzo económico importante, renunciando a un nueve por él. Y, como se dice en Málaga, un chico prácticamente imberbe le ha 'comío la tostá'. Menos mosqueos y más autocrítica.
El canterano dinamitó el partido. Primero entró por la izquierda como un puñal para meter un balón en el área que fue de Juanmi, en su hábitat, a Roque, también donde más puede aportar. Santa Cruz la pisó, se paró y la metió. Como debe ser.
Y así fue a más el Málaga, por más que se enfadase Amrabat y arrojase su toalla con violencia. Pero al derbi le quedaban emociones fuertes todavía. Angeleri, para colmo de sus males, vio la expulsión por una falta en la misma línea del área a Success.
Aun con diez, el equipo no se achantó y dio la cara. Una contra magnífica en la que Juanmi encontró una vía diagonal para Castillejo. El niño, desatado entró por la derecha de manera endiablada. Su centro dio en la mano de Iturra y Velasco, a instancias de su asistente, pitó penalti. Antunes lo ejecutó y puso el 2-1.
Eran minutos para estar vivos, para ser cancheros. Aunque el Granada rozó el empate en una jugada extraña que acabó con Kameni despejando a córner.