El Málaga tiene anemia

El Málaga tiene una anemia galopante. Cada rasguño se convierte en gangrena. Cayó en Mestalla por 3-0 y de manera muy merecida. Y el que use el término suerte paga una ronda... Porque mereció perder ante un rival que apenas hizo nada para ganar y aun así goleó. Parece que sacar la cabeza ante Real Madrid y Real Sociedad sólo ha servido para volver a cometer los mismo errores de antes.
Ni siquiera Javi Gracia se salva ya de esta quema. Hoy no se entendió su once y tampoco sus cambios. Algo no cuaja en este Málaga. Porque el año pasado se autorregeneraba y en este parece que de la hoguera no se salva prácticamente nadie. Tampoco Duda. El capitán, leyenda y escudo de este club, no está para ser el timonel de esta nave. ¿Que juegue es causa o consecuencia? Se necesita mucho análisis.
Emergen filias y fobias siempre que la pelota entra. Dependiendo de en qué portería, atacan unos u otros. Es difícil separar lo visceral del fútbol, pero los despistes en el fondo de la cuestión empobrecen el debate y eso es lo último que necesita el Málaga. Lo que hay que analizar después de ocho jornadas es que este equipo no está preparado para un constipado. A la primera tos, el conjunto blanquiazul agarra una neumonía.
Se descompone a la primera. De un arranque digno en Mestalla, presionando y queriendo hacer daño desde el inicio, tornó el Málaga en un equipo desparramado. Un castillo de naipes desde el desafortunado gol en propia puerta de Charles en una falta lateral dudosa señalada al conjunto blanquiazul y que ejecutó Pablo Piatti.
Pocos minutos más tarde André Gomes volvió a confirmar esta teoría del Málaga anémico. Tras un córner mal sacado por el Valencia, André Gomes capturó el balón en el balcón del área y se metió con él controlado hasta la cocina para batir a Kameni con la zurda. Además, con pasmosa facilidad y con la desesperada oposión final de Charles.
Todo lo que podía salir mal, salía peor, incluida la lesión de Angeleri, que llegó poco antes del 2-0 y que afortunadamente quedó en un mero susto a pesar de que hubo de ser trasladado a un hospital de la capital valenciana. Y, por supuesto, ese penalti que aparentemente no fue del Valencia y que Duda regaló a Jaume para su lucimiento.
Gracia realizó el segundo cambio en el descanso. Retiró a Horta y dio entrada a Duje Cop. Mal, como el único remate que intentó. Mal como el resto del equipo, insolidario, largo, desubicado... Luego entró Tigha por Juankar. Un cero a la izquierda por otro. El Málaga ni siquiera fue capaz de sacar algo de provecho de los córners y las faltas laterales. Y eso dice mucho (o poco, según el enfoque) de un equipo.
Ya, para más inri, Albentosa hizo un penalti innecesario que se encargó de transformar Parejo para regocijo de Mestalla y de un Valencia que había llegado a la cita hecho unos zorros, con Nuno en el patíbulo y Negredo en la grada castigado. El 3-0 es lo de menos, porque a los resultados -ya sean positivos, negativos o regulares- llegan de mil maneras. El cómo y el por qué es la base.
Y decíamos que parece que al Málaga los puntos sumados sólo le han servido para desandar el camino. Al fútbol hay que añadirle más picante en forma de hambre deportiva y el Málaga está plantando sobre el césped a muchos jugadores con la mili más que hecha o sin necesidad de ganarse el pan. Entre cedidos, rebotados y gente en su ocaso, ha formado un abanico de nombres antes que de hombres.
Lo hermoso de esto es que el sábado que viene tienes una oportunidad para callar cualquier crítica y convertir el pito en ovación. Pero eso requiere de una catarsis importante que nazca en el vestuario visitante de Mestalla y se extienda por el Ciudad de Málaga esta semana hasta llegar a La Rosaleda. Y el que no quiera ir a la guerra que sea honrado y se aparte.