La cicatriz permanente de la Copa

El Málaga es uno de los peores equipos coperos de España. Tiene una relación con esta competición que roza lo grosero, cuando no lo grotesco. Se demostró en Córdoba, donde perdió por 2-0. Aunque lo mejor es que esta competición te da una segunda oportunidad cuando suspendes en la ida. Habrá que ver si el conjunto de Juande, y el propio Juande, respetan como se merece este torneo y hacen que estas letras no sean más que el vómito de una noche aciaga sin dueño, culpables ni patrón.
Esta vez nadie puede hablar de bajas, que enfrente no estaba la Holanda de Rinus Michels, estaba un Córdoba de chicos que quisieron correr más y mejor que el contrario unos días después del despido de su técnico de nueve partidos sin ganar. Todo lo que no sea crítica, autocrítica y asunción de culpabilidad, sobra en el entorno blanquiazul.
Esto es la Copa, con onces variados y variables, con alternativas y a veces más caos que orden. Jugadores fuera de forma se mezclan con los titulares, jóvenes ven pasar su primer tren, los porteros suplentes encuentran al fin el premio al trabajo de meses...
Y en los porteros hay que pararse para entender la primera mitad del partido entre el Córdoba y el Málaga. Fueron los mejores Razak y Boyko, evitando prácticamente lo que sumaban los atacantes contrarios.
Para Boyko era cita grande. El ucraniano lleva todo el curso a la sombra de Kameni, pero mostró buenas maneras. En el minuto 3, cuando tenía todo el derecho a sentirse frío (en sentido deportivo, que el chico es de Ucrania...), reaccionó bien ante Pedro Ríos y frustró el 1-0. Diez minutos después -con algo de fortuna- también pudo con Rodri.
A cien metros de él estaba Razak, un chico con mil historias a sus espaldas, y que tuvo más trabajo aún. Salvó con dificultad una falta directa envenenada de la marca Duda y más tarde una mano a mano clarísimo con Santos (a pesar de su mérito el uruguayo anduvo falto de picardía). Abortó todo lo que llegó de Ontiveros, Fornals, Juankar...
Las emociones tuvieron prolongación nada más volver a rodar el esférico. Se mascó el peligro en el área del Málaga, que no terminaba de domeñar al Córdoba. Había acercamientos, ocasiones no muy poderosas, runrún... pero faltaba pegada real.
Sin embargo fue el Córdoba quien asestó el primer golpe. Rodri encontró un valle a la espalda de Llorente, del que también se fue en el intento de reacción, Boyko le entretuvo primero y se la paró después, pero el rechace también le cayó al delantero cordobesista, que ahí ya no falló, aunque se ayudo del poste.
Para colmo de males esta vez no hubo efecto resucitador con el gol rival. Lo más cerca del empate que anduvo el Málaga fue un centro de Santos en el que En-Nesyri casi roba la cartera a Razak. Lo que llegó fue el segundo, obra de Borja. Y bonito, por cierto, haciendo inútil la estirada de Boyko.
Los minutos pasaron con el Málaga desprendiendo ansiedad y desamor a su propio juego, como si cada jugador fuese un reino de taifas. No hubo musas para alumbrar la enésima remontada, quizás porque nadie las buscó de verdad. Ni siquiera el entrenador, que antes del partido dejó caer que la Copa estorba. Y así se sigue escribiendo la historia blanquiazul en esta competición, con una cicatriz permanente.