El polvo y el lodo

Mientras equipos medianos como el Éibar y el Girona se han dedicado a hacer los deberes en verano, en el Málaga ha habido desconexión entre los ejes principales del club, cruce público de declaraciones, reproches. El técnico llorando por fichajes, el director deportivo ninguneado y el presidente metiéndose a fichador y dejando a unos nuevos emisarios traer a una promesa de la B argentina. Lentitud en operaciones, zancadillas entre supervivientes que viven de las guerras de guerrillas. Y, claro, tarde o temprano eso llega al verde.
Dos de dos. Derrotas. Pero no es lo peor. El Málaga podría haber sacado un punto de Girona porque aun siendo inferior el tanto del rival llegó de forma ilegal. También el lunes ante el Éibar pudo sacar algo. Sin embargo, la poética nos dice que estos dos tropiezos son más que justos. Por lo que se lleva acumulado por fuera y por lo que se ha visto dentro del campo.
Lo del campo empezó así. De cinco a cuatro. Del banquillo al once. Lo primero, el dibujo. Un central menos y regreso a un dibujo más típico. Lo segundo, la titularidad de Mula, el gran beneficiado. Lo dejó caer por encima el propio Míchel nada más terminar el partido ante el Éibar, que el chico jugaría tarde o temprano y que lo mismo era este sábado. Sí, tiró del aseado Mula, que comenzó volcado a la izquierda. Antes que Jony, sintomático.
Pero los dibujos, los sistemas, los hacen los jugadores. Eso le gusta decir a los entrenadores. Y viendo a los futbolistas del Málaga y del Girona resulta algo incontestable. Los blanquiazules no sabían qué hacer cuando tenían el balón, pero lo que es mucho peor, tampoco sabían qué hacer sin él. Estuvieron prácticamente todo el inicio de partido a merced de los hombres de Machín.
El Málaga era un conjunto descosido, con jugadores desgastándose corriendo sin ton ni son. Con otros trotando de manera vergonzante. Con una falta de concentración impropia de profesionales de esto. Y por eso, después de 25 minutos sin saber por dónde le venían, llegó el gol local. Además, fue tremendamente sencillo.
Una falta lateral botada por Granell, desmarque de Portu en diagonal ante la apática defensa malacitana, control difícil por el modo pero fácil por no tener oposición. El ídolo local remató y Roberto le negó el gol. El rechace, otra vez con la zaga dormida, cayó en los pies de Alcalá. Como Charles, otro ex de la casa hizo de verdugo. En fuera de juego, por cierto.
Un leve amago de reacción malaguista fue lo único rescatable. Las caras de los futbolistas, la sonrisa borrada. Indicador de que algo no funcionaba. No lo evidente, lo que todos vemos y vimos en esa primera mitad. Esos rostros escondían algo más. Como el que sabe que por mucho que quiera, no va a poder. Una especie de indefensión aprendida.
La segunda parte comenzó con Jony en el campo por Juanpi. A los diez minutos, Kuzmanovic -tras recibir un golpe en el hombro- dejó su sitio a Ontiveros. El centrocampista se fue muy molesto. Pero por ser sustituido, no por el dolor. El partido enloqueció un poco. Con 1-0 y a merced del rival cuando se jugó de poder a poder, no era mala vía para el Málaga.
Aunque el Girona siguió creando y sumando llegadas, el Málaga consiguió asomarse un par de veces por la portería de Gorka Iraizoz, que no era poco tal y como se estaba dando el partido. Adrián cazó una volea en el aire que se fue cerca y Jony (al fin) logró asustar a los catalanes con una acción personal. La última bala fue En-Nesyri, que entró por un Rosales que no está ni cerca del nivel que se le presupone.
El Málaga no dio para mucho más. Intentó un empate desesperado con más vísceras que sentido. No era noche para héroes. Es más bien una noche para reflexionar. Viene un parón en el que por el bien de la entidad hay que hacer exámenes de conciencia. Cada uno el suyo. Si hay honestidad, claro. Y uno o dos fichajes para el ataque. Los jugadores seguro que lo hacen y son los primeros que quieren cerrar pronto esta fase de despropósitos. A ver los demás.