Espejismos

Un espejismo es un sueño desesperado. Es ver lo que no hay. Es dibujar con la mente lo que te niegan los ojos. Un espejismo es pensar que la justicia es justa y que le marca el ritmo a la vida. Un espejismo es convertir una semilla en un vergel. Es querer convertir días extraños en la realidad, que es cruda y no usa colores. Y el Barcelona-Málaga es un espejismo, una falsa sensación de competitividad en una situación límite.
Lo real y tangible es que el Málaga lleva un punto de 27 en juego. La cantinela de "hemos mejorado" (AKA "Hemos competido") tiene al equipo de Míchel en un tablero del que nadie ha salido victorioso. Mantenerse te obliga a hacer historia en Primera División. Pero aquí no pasa nada. Porque es la suerte, son los árbitros, es el empedrado. Siempre hay algo a lo que agarrarse. Igual ahí radica el problema.
Dos minutos, dos. Eso es lo que tardó el Barcelona en marcar el primer gol al Málaga. Pero con trampa, eso también. Digne llegó a línea de fondo en una acción culé que demostró que la defensa blanquiazul no está para resfriados y centró para que Deulofeu la introdujera en la portería del debutante Andrés Prieto. El balón estaba un metro fuera del campo. Eso también tuvo algo de espejismo... Pero el colegiado y su asistente no escucharon las airadas protestas malaguistas. En otro capítulo ya hablaremos de la dimisión de los jugadores de Míchel en esa acción, que esperando el evidente saque de puerta dejaron de defender.
No dio tiempo a ver cuál era el plan del Málaga, qué tenía preparado Míchel para esta cita. Sí sabemos lo que pasó después del 1-0. Asumido que no se tendría balón, los blanquiazules se defendieron como pudieron y trataron de sacar jugo a la gran cantidad de futbolistas veloces que el entrenador madrileño dispuso sobre el Camp Nou. No es que las contras fuesen una constante, pero sí una apuesta. Y en una casi se saca un provecho máximo. Lástima que Chory Castro cabeceó desviado un gran centro de Juankar.
Después de varias amenazas de un Barcelona que también se sentía más cómodo al contragolpe, el Málaga volvió a asomarse a los dominios de Ter Stegen. Un centro de Rosales (sí) le cayó de nuevo a Chory Castro, que no consiguió empalar después de un salto inocuo de Rolan en la búsqueda del remate. El uruguayo terminó como protagonista de la primera mitad. No, no fue algo que celebrar. Para colmo de desgracias el delantero se lesionó al borde del descanso y Míchel tuvo que cambiarle por Juanpi.
Después de diez minutos del Málaga manteniendo el partido en un terreno similar, Messi decidió dar por concluido el envite. Obligó a Andrés a hacer una gran parada tras un tiro escorado a la izquierda. Y al poco encontró a Iniesta en una zona similar y le asistió para el 2-0. El manchego se ayudó de la bota de Rosales para batir al portero blanquiazul.
Tras la correspondiente resaca del gol, en un nuevo arranque de rabia, el Málaga volvió a pisar el área. Esta vez fue Keko el que probó fortuna. Su disparo golpeó en el puño y la cara de Digne. Los jugadores blanquiazules reclamaron penalti, pero era ser muy optimista pedirle eso a González Fuertes después de la fechoría del 1-0.
Y entre una cosa y otra los jugadores del Barcelona apretando para marcar alguno más, buscando hacer leña del árbol caído (aunque al mismo tiempo Valverde rotaba). Es una constante del fútbol español desde hace años en partidos del Madrid y el Barça, tapar con goleadas partidos que comenzaron con goles ilegales o cargados de acciones polémicas. No fue el caso, pero el 2-0 resulta suficiente para que el tanto de Deulofeu sea menos 'ilegal'.
Cerrado este pequeño capítulo de justicias y realidades, queda una nueva derrota. Queda una cara de tonto. Queda un colista histórico. Queda un equipo que se desangra. Queda un mundo. Queda un infierno. Quedan corazones rotos. Queda el soñar por no llorar.