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Ganarse el escudo
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Málaga CF
2-1
Celta de Vigo

Ganarse el escudo

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F. G.

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Recio casi se arranca el escudo de la camiseta tras marcar el 2-1. Tanta agonía desatada. Más que un triunfo. Una liberación. Un gesto tan de verdad como el capitán. Pero habría estado feo ver ese hueco en el pecho, porque por primera vez todos, sin excepción, merecieron portarlo. Desde el césped al banquillo. Cuando uno da todo lo que tiene, nada se le puede reprochar. Cuando da más de lo que tiene, hay que aplaudirlo. Y eso fue el Málaga, un equipo que fue más de lo que es.
Oficialmente encuentra razones objetivas para agarrarse a la categoría, algo que hace nada apenas tenía resorte matemático. Ahora queda convertir lo extraño en norma, que es casi más complicado que derribar el primer muro. Es un comienzo, pero la historia del Málaga está llena de imposibles. Así que si antes creer era un derecho, ahora es un deber. Si tiene que sustentarse en el 150 por ciento de cada futbolista, tendrá que ser.
Hasta para marcar el Málaga es agónico. Se puso por primera vez por delante en el marcador en lo que va de temporada con tanto de Adrián, posiblemente el hombre que más ha sufrido la situación actual del equipo por diferentes cuestiones. De un barullo una chilena -de Baysse- y de una chilena un rebote en el larguero. Y de ahí el éxtasis que sólo nace del gol. Del empuje sobre la línea, del grito desesperado, del muro derribado por narices.
Así, con un gol, le puso la guinda a una buena primera parte, quizás la mejor del curso. Sobre todo por una cuestión. El Celta es mejor equipo que el Málaga en prácticamente todo. Tiene la idea y los jugadores para ello. Sin embargo, un factor lo cambia todo en este deporte: las ganas. Y en ganas el Málaga fue, de una santísima vez, superior a un contrario. Pero no unas ganas de cara a la galería, unas que encierran solidaridad con el compañero, sudor caliente de cansancio y no frío de miedo.
En la guerra del esfuerzo muchos no se reconocen a sí mismos. Son más del estilo y la elegancia que del mono de faena, pero parece que al fin vieron que los dientes tienen que rechinar. El primero Míchel, que entre lesiones y jugadores que se descartan solos, tiró del once más 'hombre' que podía. Y aunque muchas veces los dientes parecen de leche, con un mordisco efectivo sirvió para jugar por primera vez una segunda parte con ventaja.
Y decimos lo de los dientes de leche porque este buen Málaga tuvo muchas ocasiones y acercamientos antes de lograr ese 1-0. Probaron Keko, Rosales, Juanpi (que además pudo ser víctima de un penalti en el minuto 10), Recio, el mismo Adrián y, sobre todo, un Peñaranda en modo navaja. Pero quedaban 45 minutos en los que el equipo debía probar si había oficio y piernas para defender un triunfo.
El Málaga siguió desfondándose. Cada jugador que perdía el balón iba a recuperarlo como si le fuese la vida en ello. Y si no lo lograba, un compañero llegaba al rescate. Presionó bien la salida de balón del Celta. Pero llegado el minuto 65 comenzó a dar señas inequívocas de fatiga. Hacía falta refresco. Justo a partir de ese momento, el cuadro vigués comenzó a apretar y a asomarse a la portería de Roberto (hasta hubo una acción que terminó en gol anulada por fuera de juego).
Llegó el 1-1. Y se veía venir. Entre el arbitraje tan particular de Jaime Latre (el goteo de pequeñas acciones minó la moral malaguista y de la afición), el desgaste del Málaga y el empuje del Celta, se cocinó el empate. Un centro de Sisto que golpeó en el hombro de Aspas. Puñalada al corazón de un equipo, el Málaga, que había hecho todo lo que estaba en su mano para ganar al fin.
Cuando todo parecía destinado a un final amargo, llegó un penalti clarísimo de Cabral por manos a disparo de En-Nesyri. Recio tomó balón a pesar de que Peñaranda quería el protagonismo. El capitán tiró de galones, ante una Rosaleda con el corazón encogido, y ejecutó a la perfección. 2-1 y nuevo ataque de éxtasis. Pero más contenido. Porque todos los presentes sabían que el sufrimiento venía en el paquete.
Y tanto que tocaba sufrir. Roberto tuvo que actuar como héroe de emergencia en una acción en la que Maxi Gómez se quedó frente a frente con el portero. El cancerbero terminó de abortar la ocasión celtiña y se llevó una ovación sonora de la afición. Una afición que merecía, desde hace mucho tiempo, algo así. Ya no sólo el triunfo, también el derroche.


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  1. Lucas

    Este es el camino,y si en días como los de hoy se pierde, no pasa nada, pero por fin se han dado cuenta de que luchando cada balón como si fuera el ultimo, las victorias acaban llegando y por fin llego, este es el camino, afición de 11 no de 10 y ahora haber si hacemos un partido como el de hoy en el Madrigal y nos traemos un empate aunque sea, un saludo MALAGUISTAS

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