Quizás sirva, pero no sacia

El punto quizás sirva, más adelante, por estas cosas que tiene el fútbol de la rentabilidad a largo plazo. Pero es que el Málaga no tiene margen de maniobra, le acosa la realidad, y todo es poco. Al menos, así le supo a gran parte de la afición que con la consumación del 0-0 pidió la cabeza de Míchel. Había que ganar porque tocaba, porque La Rosaleda se está sintiendo el único jugador fiable del Málaga. Porque derrotar al Levante -el mejor conjunto y a la vez los peores futbolistas que han pasado por Martiricos este curso- era un triunfo doble. Pero no. Así que no sacia.
El panorama es el que es. LaLiga Santander sólo habla un idioma, el de los puntos. Y el Málaga sufre extrema delgadez de ellos. ¿Ahora qué? Pues a vivir otra semana de arengas, tiros escondidos, de búsqueda de culpables y de cabezazos contra las paredes. Y algo de fichajes, que eso siempre calienta el debate y lo desvía de escenario. Muy rancio.
No sé si alguno de los que lean este texto habrá pensado lo mismo. En esta ocasión o en otra distinta. Pero después de ver el 0-0 con el que se fue al descanso el Málaga-Levante es difícil discernir si fue un monólogo del equipo blanquiazul o del Levante. Alguno dirá "¿del Levante? ¿Eso cómo va a ser? Si no ha llegado apenas a Roberto y no ha querido el balón y el Málaga ha rondado el área rival 40 minutos". Pues con todo eso, que no deja de ser una manera de ver las cosas tan válida como otras, había algo que olía a maquiavélico plan de Muñiz.
Porque el Levante es un acordeón y el compás con el que se mueven sus soldados por el campo es digno de admiración. Admiración por el tabajo bien hecho. Currantes con marcas en las rodillas de barro, césped y vida dura, un poco a semejanza de lo que fue Muñiz como futbolista. Gente que lucha contra sus límites y se regala al colectivo como único modo de supervivencia. Individual y de la colmena.
Hay otros ojos que seguro que vieron firme al Málaga, más determinado que otras veces, sin síntomas de equipo permeable y desordenado. Faltó alguien que conectase los cables y diese sentido a todo lo que se proponía sobre el lienzo verde de Martiricos. Sensación de control del partido, paladar en el contacto de balón, impulsos de hambre... Y muchas aproximaciones al área de Oier. Sin embargo, sólo pasó apuros dos veces el meta granota: un córner de Recio que casi torna en gol olímpico y un tiro semilejano y seco de Peñaranda.
Estaba bien ver al Málaga así, sobre todo sin ser una verbena atrás. Un 0-0 que mejoraba otros shows del equipo local, pero que al mismo tiempo era uno de los terrenos donde más cómodo se siente. Al final, el resultado sería el juez único del partido.
Y el Málaga entró en la segunda mitad con idéntica intención que en la anterior. Al poco de reanudarse el juego, Diego González disparó a bocajarro a Oier a la salida de un córner. Demasiado centrado. No tardó mucho en tener otra el central reconvertido a lateral zurdo. Además, ejerciendo, porque fue en una llegada desde atrás hasta casi rematar en línea de fondo.
Pero, de repente, uno giró la cabeza hacia el videomarcador y vio que ya era minuto 70, que seguía el 0-0 y que el Levante no se gustaba pero tampoco sufría excesivamente. Hacía falta un chispazo de alguien para convertir la pachorra en algarabía. Y fueron los dos más frescos quienes anduvieron cerca de hacerlo. Una acción de Ontiveros para el remate de cabeza de Bastón. El nueve no puede perdonar esas.
A medida que se aproximaba el 90, el Levante parecía más peligroso a la contra. También porque el Málaga tenía que exponerse más para poder conseguir la ansiada victoria. Probó Chory, probó Adrián y La Rosaleda rugió al unísono. Pero no, no tocaba triunfo agónico, heroico y curativo. Simplemente era el guion de un clásico 0-0. Lo que ocurre es que hace tanto que no se veía uno, que ni se recordaba a qué sabía. Bueno, y porque Roberto hizo una parada milagrosa con el tiempo cumplido...