El Málaga es un cadáver

Otro ridículo. Un nuevo canto a la mediocridad. Y ya van demasiados. El Málaga firmó otro gatillazo ante un Espanyol que pisó La Rosaleda como único equipo de Primera que no había ganado todavía a domicilio y que se llevó los tres puntos de Martiricos con el mínimo esfuerzo. Una victoria hubiese dejado al equipo de Míchel a dos puntos de la permanencia después de 18 jornadas infames. Pero los de Martiricos no están para nada.
El Málaga es un alma en pena. Un equipo sin rumbo. Sin alma. Sin plan. Incapaz de mostrar un solo argumento en defensa y en ataque más allá de algún arrebato individual de alguno de sus hombres. El crédito de Míchel lleva muchas semanas agotado. Ni en las escasas victorias cosechadas (tres en 18 partidos) dejó ver el Málaga hechuras de equipo fiable. Hasta ahora el jeque, que ni está ni se le espera, y la dirección deportiva han permanecido impasibles con respecto a la figura del entrenador. Con 11 puntos de 54 y sin atisbo alguno de reacción, no parece viable que sigan manteniendo la confianza en el técnico madrileño, a quien La Rosaleda ya señala de forma más que mayoritaria y cuyo despido, de producirse, se antoja demasiado tardío.
Cinco minutos duró en el partido el Málaga. Luis Hernández (su año es difícilmente empeorable) rompió el fuera de juego en un centro de Javi López que Sergio García bajó con la cabeza con toda la comodidad del mundo para que el ex de turno, en este caso Darder, cumpliera con la tradición y marcase en su regreso a La Rosaleda. El Málaga mostró una tímida reacción que duró únicamente ocho minutos. Keko ganó dos veces la partida a Aarón Martín, pero Chory Castro y Peñaranda no acertaron en sus remates. A partir de ahí, la nada. Un dominio insulso y un ejercicio de impotencia de un equipo cadavérico. El Espanyol nadó y guardó la ropa. Y alcanzó el descanso con ventaja casi sin despeinarse.
Míchel no ha sido capaz de encontrar una sola solución en lo que va de temporada. Pero el paupérrimo papel del equipo trasciende con creces al entrenador. La planificación ha sido un disparate y a día 8 de enero siguen sin llegar refuerzos que verdaderamente den un impulso notable a la plantilla. A excepción de Roberto, el nivel general de la plantilla es calamitoso. No hay un solo jugador que se acerque siquiera al aprobado después de 18 jornadas y especialmente flagrantes son los casos de hombres como Rosales, Luis Hernández, Borja Bastón o Juanpi, futbolistas llamados a ser muy importantes y cuyo nivel no era discutible este verano.
Al Málaga no sólo le falta fútbol. También carácter. Ni un solo arrebato de rabia en 90 minutos. Los blanquiazules ganaron los partidos ante Celta y Deportivo a base de empuje. Y también eso se quedó por el camino. Los de Martiricos apenas generaron peligro en toda la segunda parte ante un Espanyol tremendamente especulador. En esos segundos 45 minutos se barruntaba más próximo el 0-2 que el empate blanquiazul. Lo tuvo Dídac, pero su disparo lo blocó sin problemas Roberto. La Rosaleda, muy despoblada por culpa del frío, el horario y la horrible trayectoria de su equipo, mató el aburrimiento y el hastío pidiendo las marchas del técnico y del presidente de forma contundente y reiterativa. Este Málaga es un cadáver.