De Petrovic a Al-Thani pasando por Gil, Lopera, Ruiz Mateos, Tinelli, Grimbank o Piterman

 

El fútbol en España es sentimiento para la mayoría y negocio para unos pocos; un juego donde la ruleta rusa del balón transforma en héroe al dirigente más sinvergüenza y en el enemigo público número uno al gestor más responsable. 1992 es el año donde podemos situar el boom de las compras de clubes cuando se puso en marcha el famoso Plan de Saneamiento o de Refinanciación de la Deuda en función del cual el Estado asumía los brutales pufos de los clubes en un plazo de 12 años con dinero procedente del 5% de lo recaudado a través de las quinielas. A cambio, los aspirantes a beneficiarse del chollo gubernamental debían comprometerse a cubrir un capital social, mayor cuando más alta era su trampa. De esta manera, Jesús Gil y su familia se convirtieron en dueños casi absolutos del Atlético de Madrid, José María Ruiz Mateos del Rayo Vallecano, Manuel Ruiz de Lopera del Betis o Antonio Asensio (propietario del entonces poderoso Grupo Editorial Zeta) del Mallorca y del Málaga. Como en este último caso la Ley del Deporte prohibía (y prohíbe) la multipropiedad, recurrió a un testaferro que figuraba como dueño. Serafín Roldán. Pero eso es otra historia que otro día les contaremos.
 
Bob Petrovic, un enigmático empresario serbio con pasaporte chipriota compró el Atlético Marbella, entonces en Segunda División por algo menos de 200 millones de las antiguas pesetas (1.200.000 euros más o menos) en lo que se considera la primera adquisición de un club de fútbol por un extranjero. Petrovic era multimillonario y ostentoso. Vivía en un barco de superlujo y siempre iba rodeado de mujeres espectaculares y guardaespaldas cuales armarios empotrados. No regateaba ni un duro en generosas invitaciones. Desde vuelos privados de ida y vuelta a Ibiza para pegarse una noche de marcha en la emblemática discoteca Kiu a todo tren hasta un concierto privado para unos pocos elegidos del entonces famosísimo grupo funky estadounidense ‘Kool and the Gang’. El Atlético Marbella aspiraba a ascender a Primera. A Petrovic le encantaba apuntar a sus entrenadores en un papelito una alineación donde les daba esta consigna: “Quiero que juguemos con tres puntas”. A Sekuralac se lo cargó y Antonio Montero ‘Nene’ gran estratega, supo llevarle con mano maestra. Fue un dueño tan aplaudido por la prensa como ruinoso para la entidad. Como vino se fue. El Atlético Marbella clausuró sus días en Segunda B con Abel Resino de entrenador y Juan José Rubio de ayudante. Desapareció y hoy compite en Tercera como Unión Deportiva Marbella.
El caso del Badajoz ofrece alguna similitud mediática. Comprado por Marcelo Tinelli una estrella argentina de la televisión que batía records de audiencia con su programa ‘Show Match”. Fue un bombazo a finales de los años 90 del siglo pasado. Cada partido del cuadro extremo era televisado para Argentina y cubierto por muchísimos periodistas. ¡Un espectáculo!... Otro que fue aplaudido por la prensa y, por supuesto, se quitó de en medio vendiéndoselo al empresario portugués Arturo Barradas. Ni que decir tiene que el Badajoz descendió y desapareció. El Leganés fue adquirido por otro argentino, Daniel Grimbank, que fichó como entrenador a Carlos Aimar y de director deportivo a José Pekerman y se trajo a 15 argentinos a los que dejó colgados a mitad de la primera vuelta. Descendido. Y no desapareció porque su presidente de siempre, Jesús Polo, no lo permitió.
De todos estos personajes, Dimitri Piterman ha sido sin duda el más grande. El ucraniano/estadounidense (eso decía que era) primero compró el Palamós con Chuchi Cos como entrenador/marioneta. Ascendió a Segunda B. Pero después se borró para coger mando en plaza en el Racing. El Palamós se despeñó en distintas categorías regionales. En Santander era famoso porque se ponía a dirigir los entrenamientos en chaqueta; los lunes daba a conocer la alineación a sus jugadores y al resto los mandaba a casa y los domingos se sentaba en el banquillo con ficha de delegado. Hasta que le pillaron, claro está. Piterman pasó de fenómeno de masas a pim-pam-pum de la prensa. Lo que pasó después ya lo conocen. Vino el famoso ‘indio’ Ali Syed y, cómo no, se convirtió en un crack mediático. Hoy el Racing está a punto de desaparecer. Aún se recuerda con carcajadas la oferta formal de renovación que el inefable Piterman presentó al portero José Ceballos por ¡20 años! Como no hay dos sin tres, Piterman pilló por banda al Alavés a quien le ha costado cuatro años no desaparecer y ascender a Segunda.
Podríamos seguir con Paul Davidson, el británico que se hizo con el Mallorca. El cuadro bermellón pasó en pocos años de club europeo a mediocre en Segunda. Y ahora el belga Roland Duchatelet compra el Alcorcón que está en zona de descenso. Lo del supermillonario de Singapur que iba a comprar el Valencia suena a chino… y no lo sigo por su proximidad geográfica con el gigante asiático.
Todos estos casos tienen un denominador común. Son empresarios extranjeros que fueron maravillosamente recibidos como ‘salvadores’ por la prensa y nuestros inefables políticos. ¿Todos? No. Todos no. El único que no ha engañado a nadie ha sido el que más palos se ha llevado. Ustedes le conocen, Abdullah bin Nasser Al-Thani. El único que admitió abiertamente que compró el Málaga porque vio una posibilidad de hacer negocios en la Costa del Sol. El único que ha puesto dinero a fondo perdido, 160 millones de euros. El único que trajo la ilusión a un club de fútbol. El único que metió miedo a los grandes. La historia la conocen. Abdullah bin Nasser Al-Thani se hartó. Ya no volverá a poner ni un euro en el Málaga. Y, si puede, se va a desprender del club. Pero, el jeque, a diferencia de los antes mencionados, ha sido honesto y no ha querido dejar tirado al equipo. Prefiere sanearlo y esperar a que quede en buenas manos. La pena es que sus actuales dirigentes no pasarán a la historia por su infatigable y honesto trabajo, del cual doy fe, sino por los designios de este juego llamado fútbol. Es la ‘dura-lex’ de balompié en España, nos dejamos embaucar por vendedores de congeladores en Groenlandia y aburrimos a personas que sí quieren invertir. No creo que España seduzca al jeque Al-Thani. No lo creo. Una pena.