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Hungría, kilómetro 0

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Con el Asteras, mi club en las últimas temporadas
¡Saludos de nuevo a todos tras estas mini-vacaciones! Los ánimos y las circunstancias no me invitaban tampoco a escribir mucho, pero esto es lo bonito de la vida en general y del fútbol en particular, nunca sabes qué puede pasar el día de mañana ni dónde estarás...y eso fue lo que me sucedió.
Mi situación en Asteras no era ni mucho menos idílica, ya que no estaba gozando de minutos, pero cuando todo estaba sumido en la rutina, en el aburrimiento y, en parte, en la desmotivación, llegó esa oportunidad, esa llamada, que me permitía disfrutar del fútbol partiendo desde cero por otro camino bien distinto.
Se me presentó la oportunidad de poder jugar en la Primera División de Hungría y no me lo pensé, hablé con mi club, llegamos a un acuerdo que nos satisfizo a ambos y me arranqué en esta nueva aventura en mi vida. Cambio de país, cambio de costumbres, cambio de gentes y, en definitiva, cambio de vida.
No ha sido una decisión fácil después de tener todo lo que tenía allí, buenos amigos, una vida hecha dentro y fuera del terreno de juego después de casi tres años, un buen contrato y una buena liga, pero hay veces que hay que tomar ciertos riesgos y que el tiempo diga si fue o no una decisión acertada. Ahora solo queda trabajar como siempre lo hice, día a día, duro, sacrificando muchas cosas por este sueño y también forma de vida llamada futbol, algo que solo unos locos sabemos lo que significa.
Fueron muchos los momentos que viví en Grecia con mis familia y amigos que me visitaron, compañeros con los que compartí vestuario, grandes anécdotas que recordaré y, sobre todo, muchas y grandes personas a las que conocí durante mi etapa helena, pero tampoco fue todo un camino de rosas como muchos se pueden imaginar, no es fácil pasar por quirófano estando solo, en un país extranjero, con una lengua que chapurreas y, menos aún, hacerlo por dos veces de manera casi consecutivas. No es fácil recuperarse de una lesión tan compleja y compleja como la que tuve, con un personal tan poco cualificado y en el que no confías ni tú ni el 95% del equipo, pero ya lo reza el dicho: “El agua erosiona la piedra por su constancia, no por su fuerza”. Y eso fue lo que hice, trabajar, trabajar y seguir trabajando.
Hoy se me presenta una nueva oportunidad en mi carrera, y haré todo lo que esté en mi mano para poder aprovecharla y seguir disfrutando de este maravilloso mundo. Espero poder seguir informándoos con buenas noticias de esta nueva aventura húngara y que los resultados vayan llegando. Os mando un saludo especial a todas esas personas que se interesan por mí, que me preguntan, que se preocupan, y les doy las gracias, porque soy una persona a la que le gusta estar siempre bien rodeado y disfrutar con mi gente. Y, aunque gran parte de los días y meses del año esté solo, me siento muy cerca y arropado por todos ellos. ¡Muchas gracias! 
 

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