Estaba así cuando yo llegué

Tiene razones Javi Gracia para festejar como propia la victoria lograda en Vallecas. Reaccionó a tiempo y, como los buenos entrenadores, con un par de jugadas maestras supo ganarle una partida que parecía perdida al técnico rival. Otra posible lectura, igualmente válida, es que Gracia no hizo en la segunda parte otra cosa que usar la lógica y tirar a la basura algunos de los experimentos que ha intentado en 15 jornadas. El caso es que ganó el Málaga, ganó Gracia, ganó el jeque, ganaron sus asesores, ganaron los aficionados y los futuros compromisos dirán si la victoria contra el Rayo Vallecano fue un fugaz éxito dominical o hay continuidad.
Desde luego, el Málaga de la segunda parte es un buen punto de partida para crecer. Delanteros que juegan como delanteros, Amrabat en banda con libertad y centrocampistas con cierta capacidad para manejar el balón y llegar al área. No es que le sobren recursos al Málaga, pero tampoco estaban funcionando algunas apuestas. Quizá, y eso lo veremos con el tiempo, fue el miedo el que empujó a al Málaga a ser lo que fue en Vallecas. Uno quiere pensar que pensaron más los argumentos futbolísticos que los mentales.
Tan cierto es que la plantilla padece una evidente falta de calidad como que hasta el momento Gracia no ha sabido optimizarla ni sacarle provecho. También se puede decir a boca llena que Gracia no es un presidente guadianesco, ni ha sido el director general amo y señor de un cortijo al que ahora se le asoman las grietas ni tampoco el autor de una planificación deportiva que se puede catalogar de auténtico desastre. Pero negarle responsabilidad en la situación deportiva del Málaga es hacerse trampas al solitario. Hablan los datos: nueve triunfos en 42 partidos oficiales en todo 2015. En un club normal Gracia habría sido despedido hace tiempo, pero cuándo la normalidad ha sido virtud en el Málaga. Entre drones, Twitter y fondos de inversión inopinados demasiado poco nos pasa.
Gracia es un excelente trabajador y buen analista, pero no es un avezado motivador. Si ya el año pasado no supo mantener la tensión de un grupo sobreexplotado en la primera vuelta, este curso le está costando gestionar egos. No todo el grupo está con él (lo que también define al grupo, por supuesto parte implicada del desaguisado). Tampoco le ha hecho ningún favor no haber sabido pasar página desde agosto por no haberse sacado la puñalada que para él significó la venta de Darder. De su incomprensible actitud a la defensiva cuando en rueda de prensa le hacen una pregunta de cómoda respuesta aun siendo un técnico de una prensa inmejorable también podemos hablar. Ahora tiene de su lado a los patrones del club y será el que diga sí o no a los fichajes que en enero se le pongan sobre la mesa. Ahora va a tener más complicado seguir una de las frases que Homer da a su hijo para salir airoso de los problemas: "Estaba así cuando yo llegué".