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El embajador del Málaga en Éibar

El embajador del Málaga en Éibar

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Foto autor
Daniel Marín


El Málaga juega este fin de semana en Éibar. Permitidme que os presente a un malaguista entrañable que vela por nuestros colores por aquellas tierras. Pedro Guerrero es un morisco de Casarabonela que pasea el nombre del club por los alrededores de Ipurúa desde 1968. Esta es su historia...
Pedro Guerrero es un tipo entrañable, de los que te llevarías a tomar un café, un vino o una copa. La historia de Pedro, viejo amigo, dicho sea de paso, nos interesa porque es de los pocos malagueños emigrantes que quedan por aquella zona industrial del norte que surca las fronteras de Vizcaya y Guipúzcoa. “En Durango hay gente de Vélez y Periana, pero la mayoría volvieron a casa”, nos cuenta por teléfono mientras toma potes con los amigos, que es como irse de cañas pero en el País Vasco. Pedro es un malaguista en Éibar, más concretamente en Berriz, un municipio muy cercano a la conocida como Villa Armera.
Nacido en Casarabonela, reside en aquellas huestes desde enero de 1968, cuando decidió dejar sus estudios en la Escuela de Franco y subirse a Ermua, primera población de la provincia de Vizcaya y que se hizo tristemente famosa hace unos años. Huérfano de madre, se crió con su tía y con sus primos Antonio y Pedro, que unos meses antes se habían mudado a Éibar desde Málaga. Protagonizaban la clásica historia de una familia andaluza exiliada a finales de los 60. Pedro tenía 15 años. Trabajó en la fábrica de escopeta de la localidad armera (de ahí el apelativo) y en Monroe Amortiguadores hasta que en 1978 se hizo profesor de autoescuela, profesión que ha desempeñado hasta su prejubilación.
Lo curioso de su historia es que Pedro se hizo malaguista ya en el País Vasco. Aunque de chavea tuvo algún escarceo. “El primer partido que vi del Málaga fue estando en la Escuela Franco, al lado de La Rosaleda, una tarde que salí cuando estaba terminando el encuentro y entramos varios niños”, relata, haciendo especial énfasis en Monreal, al que tuvo cerca. Esa experiencia se la llevó para el norte y allí, poco a poco, sembró y regó una afición de la que ha presumido, a veces, y otras lo contrario. Las sonrisas y lágrimas del malaguista común. “Vi un ascenso en San Mamés contra el Athletic B, con Viberti dándole la vuelta al partido, aunque también he llorado con muchos descensos y cuando perdíamos contra el Madrid porque me daba mucha rabia e impotencia. Mis primos se reían de mí entonces”, recuerda nostálgico.
Pedro echó raíces en Euskadi. De Ermua y Eibar se mudó a Berriz, donde vive desde 2001. Tiene una hija, vasca, que es del... “Me ha salido del Athletic, como mi padre. ¡Pero mi padre era malagueño!”, bromea. Ya van para 50 años lejos de casa y, aunque a veces regresa unos días a visitar a la familia (sus primos se volvieron todos con el paso de los años), reconoce que allí está su hogar: “Siempre me ha tirado mucho Málaga, pero ya soy un poco vasco y cuando estoy mucho en el sur echo de menos esto”. Ahí le sale el ‘deje norteño’. De modo que su corazón maltrecho está partido en cuestiones de patria chica, pero no hay color en cuanto a pasión. O sí: el blanquiazul.
Es capaz de recitar alineaciones antiguas al detalle, pero ahora se cuida de acudir a los campos por un pequeño susto que le dio el corazón no hace mucho. “Me ocurre como a Américo, que no iba al estadio porque lo pasaba fatal con el Málaga. A mí me da un poco de yuyu. Lo veo por la tele. La apago, la enciendo. Depende de cómo esté sufriendo…”. Alguna vez reta a sus miedos y se planta ataviado de blanquiazul en los campos de Euskadi o en La Rosaleda acompañado por sus primos Javier o Antonio, que ahora reside en Colombia. Y siempre procurando saludar a viejos amigos y comentar las jugadas del encuentro de turno.
Es usuario activo de Twitter y en su perfil, @bokeberriz, una foto aérea de Casarabonela y otra de una celebración de un gol de Salva Ballesta delatan su malagueñismo y su malaguismo, respectivamente. Pedro es hijo de sus orígenes y padre de su pasión. Y, obviamente, el sábado gritará con ahínco los goles de su equipo aunque no se fíe del Éibar… “Nos ha costado últimamente, aunque guardo buenos recuerdos del Málaga en Ipurúa, sobre todo en Copa cuando el equipo eibarrés estaba en Tercera y nosotros teníamos a Castronovo o a los hermanos Hierro”, nos predice mientras, siempre con nobleza, se despide para seguir de potes: “Te dejo Dani, que mis amigos ya me reclaman”. Hasta luego, Pedro, y sigue llevando bien alto en latitud y en altitud el nombre de nuestro club.
Publicado en La Bombonera Número 43 (13/09/2015)

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