Credibilidad en cuarentena

Compareció Moayad Shatat mes y medio después de su llegada a Málaga. Pero no por esperadas cumplieron las expectativas sus explicaciones. Puede ser que ese discurso sea lo más conveniente para la entidad en este momento. O no. Pero prometer inversión, negar que el club esté y haya estado en venta o hablar de normalidad en cuanto al estado de los pagos es lanzar un órdago a la fe del malaguismo. Hay asuntos espinosos que es mejor no tratar de forma pública. Pero intentar hacer creer que no ha pasado nada, que todo sigue igual que antes y que simplemente se está llevando a cabo un cambio en la gestión, no resulta creíble. Tampoco serio. Después del baño de populismo y demagogia que se dio Ghubn hace más de tres meses, fanfarronada del trillón de euros y espantada posterior incluidas, el objetivo debió ser recuperar la credibilidad. Si lo fue, que no estoy muy seguro de ello, está claro que no lo consiguió.
Credibilidad. Ese es el concepto clave. Después de un verano en el que el club ha estado semiabandonado por parte de los propietarios, éstos tratan de recuperar la confianza del malaguismo asegurando que siguen ahí, al pie del cañón. Antes bastaba con una promesa del seductor Ghubn. Ahora eso resulta del todo insuficiente. Ahora Málaga quiere hechos. Frenar la descapitalización de la plantilla no es un mal primer paso. Se ha salvado un match-ball. Pero está por ver si esto responde a un plan acorde a la nueva realidad del club o si sólo es una huida hacia adelante.
El derroche y la ostentación han marcado estos dos años con el jeque al frente. Con los ingresos que genera el club a día de hoy, no hace falta decir que la realidad es inasumible. Que esta plantilla y este cuerpo técnico, en las condiciones actuales, son insufragables. Hacen falta ingresos. Demasiados. Pero sobre todo hace falta un soberano baño de realidad. Cuesta encontrar compatibles un "tranquilos, no vendemos y seguiremos invirtiendo" con tambores de ERE y con numerosos y cuantiosos pagos pendientes.
No caben más postureos y más bravuconadas. Si se promete inversión, que la haya. Málaga exige y merece realidades tangibles. Y verdades. Saber a qué atenerse. Saber cuáles serán sus verdaderos retos y dejarse la piel por ellos. Pellegrini y sus hombres llevan semanas dando lecciones de compromiso, honestidad y profesionalidad. Es hora de que cunda el ejemplo en los dueños. Hasta entonces, la credibilidad del proyecto está en cuarentena.