Un Cuento de Navidad para el Betis

En cine, en teatro, en televisión, en dibujos animados o en el original, el libro. Seguro que les suena Cuento de Navidad, una de las novelas más deliciosas del escritor inglés Charles Dickens. Una de las novelas más evocadoras y pertinentes en esta época que atravesamos, en esta Navidad que también tiene su vertiente futbolística y que para el Betis no es ni mucho menos feliz. El Real Betis se ha transformado en un particular Ebenezer Scrooge, ese protagonista al que le visitan los fantasmas del pasado, el presente y hasta el futuro. Se ha transformado en un equipo y en un club falto de espíritu, al que bien le hace falta un Cuento, un cuento que refresque, revitalice y recuerde a quienes comandan su destino bajo su bandera, su escudo y su gente qué es lo que tienen entre manos, qué sentimiento manejan.

El huraño señor Scrooge, el protagonista escogido por el literato británico, odia la Navidad. No cree ya en ella, parece haberse olvidado de lo bueno y solo se detiene en lo negativo. Por eso tiene que recordarle el bueno de Dickens en qué mundo vive, cómo era en el que vivía y en lo que se puede convertir el futuro. No vendrá Dickens a recordarle al Betis nada de su pasado, presente o futuro, pero parece que hay que recordarle a sus dirigentes, porque por sí mismos no lo advierten, la dejadez, el peligro y las amenazas que se ciernen sobre ellos. Y a la vez la grandeza del club que representan.
Un club grande, un club que trasciende las buenas o las malas gestiones, un club hecho gracias a su gente y un club con una filosofía popular que sus dirigentes, más que engrandecer, han utilizado en los últimos años para empequeñecer la entidad. La fidelidad ciega, el apego, la simpatía y empatía del Betis no es un colchón al que tirarse cuando no hay sostén, debe ser un trampolín que impulse. Y ese debe ser el fantasma del pasado que visite al Betis, el fantasma de un pasado en el que la afición lo es todo, un fantasma que recuerde que la base del Betis es un espíritu capaz de alcanzarlo todo, capaz de engrandecerlo todo. El pasado del Betis es el de su equipo, pero sobre todo el que ha fabricado su gente, una gente que no encuentra recompensa ni en la gestión ni en el rendimiento actual. Lo que han hecho los béticos es apoyar, ayudar, y esa es la mayor responsabilidad que deben tener los que comandan el club, una responsabilidad que a día de hoy se entiende mal, se entiende como cheque en verde y blanco en lugar de exigencia para responder a tan tamaño apoyo.
Si ese fantasma tierno del pasado no basta, bien debe hacer el club en mirarse al espejo a día de hoy. Bien debe el Betis echar un vistazo a su presente y al presente que le rodea. Hará falta o no, pero si hay un fantasma del presente ese es la realidad pura y dura del Betis enmarcado en su contexto, en su entorno, en su ciudad, en su Liga. No debería hacer falta un fantasma del presente, pero si tiene que visitar las oficinas del Villamarín solo debe llevar un periódico, un día de noticias de la actualidad del equipo en ElDesmarque y una clasificación, en la que los Scrooge béticos atiendan y vean cómo equipos, cómo clubes de similar parangón, de similar potencial o incluso inferior logran éxitos que parecen imposibles en Heliópolis. Y no solo en el barrio de al lado, sino en ciudades y en equipos con historia diminuta al lado de la que enorgullece al Betis que se pavonean por encima de los béticos. El fantasma del presente en el Betis es la realidad, pero realmente va a tener que aparecer en modo fantasmagórico, con sábana, antifaz y bola en los bajos para que los señores de los despachos se asusten y reparen en la falta de productividad e ilusión de su gestión.
Y si no les vale el recuerdo de un pasado en el que el Betis podía verse capaz de todo que no se plasma en la actualidad, si no les vale un presente mediocre indigno del escudo, la bandera y los colores de este club, si no les valen las llamadas de atención, quizás tenga que aparecer por el Villamarín el fantasma del futuro, que aparece muy negro si no hay cambios. Puede ser en forma de sombra, de viejo decrépito, pero el futuro debe asustar, debe asustar para poner remedio. La gestión de los últimos años no ha llevado al Betis más que a un letargo, otro letargo, que amenaza con prolongarse si no hay giro de timón, desde dentro o desde fuera. La gestión actual tiene demasiadas carencias: la falta de sabor a fútbol en el club, la falta de aciertos en decisiones trascendentes, la falta de tacto, la falta de vías de comunicación adecuadas, la falta de adaptación al contexto actual. Todas estas carencias empiezan a convertirse en crónicas, en endémicas, amenazan con instalarse en el escudo y en los despachos, y convertir con todo ello un Betis futuro plano, mediocre, irrelevante. Ese es el fantasma del futuro, esas son las Navidades que pueden llegar si el Betis no cambia, si el Betis no da el giro de timón.
El señor Scrooge de Dickens cambió tras ese recorrido, tras esas visitas, tras esas visiones. El Betis Scrooge se resiste al cambio, o más bien se resiste a los cambios idóneos, que no tienen que ser ni Lopera ni Bitton. Quizás el mayor cambio que pueda convertir al Betis es empezar a admitir sus propios errores, empezar a salir de su propia burbuja conformista y condescendiente y empezar a valorar la autocrítica como palanca de cambio, no como ente externo que hay que rechazar. Claro que eso es producto de un ejercicio que hasta ahora no se ha practicado en la planta noble del Benito Villamarín. Por eso habrá que recurrir a fantasmas, o al propio Dickens si es necesario. Está en todas las librerías.