Los símbolos... para mí (II)

Os prometí la semana pasada que no iba a tardar mucho en comentaros mi punto de vista sobre el tema que os lancé en mi anterior artículo: la importancia que tienen los jugadores-símbolos en las organizaciones deportivas y en los equipos. Y me centro en los futbolistas ya que como os indiqué son los verdaderos protagonistas de este maravilloso juego, por los que vamos a los estadios o nos ponemos delante de un televisor para disfrutar de su talento.

Es una verdadera suerte compartida por parte del Club y del jugador cuando, estando aún EN ACTIVO, éste es capaz de portar la “bandera imaginaria” de su equipo. Porque además esa bandera es adjudicada por miles de corazones de forma consciente, porque ven en él el mejor ejemplo de sentir y transmitir todos los valores del grupo tanto en el terreno de juego como fuera del mismo. El jugador crece y se siente importante entre los suyos, es capaz de asumir responsabilidades que de otro modo no tendría fuerzas ni apoyos para hacerlo. Y el Club también se engrandece teniendo a un portador de su escudo fiel a la causa e implicado hasta la médula con la entidad y su gente. Son impagables nexos de unión entre los gladiadores que defienden el escudo en el césped y los aficionados que se sientan en las tribunas a vibrar con sus hazañas. Los consideran uno de ellos mismos, sufren y disfrutan con ellos.

Cada uno de vosotros ponedle los nombres y apellidos a los que consideréis que son merecedores de vuestro corazón…si es que pensáis como yo. En el fútbol británico es donde llevan este sentimiento más arraigado y es una verdadera pasada observar como rinden verdadera admiración por estos “símbolos” andantes. Es esa cultura deportiva tan ancestral la que les lleva a obrar y sentir así.

Al llegar el momento de la RETIRADA, el sentimiento permanece pero la situación ya no es la misma. Su utilidad en el terreno de juego desaparece, ya no juega ni aparece en las alineaciones. Es el momento de replantearse la situación, de ver cual es el papel de cada uno y el deseo compartido de seguir siendo “uña y carne”. De seguir queriendo colaborar para engrandecerse mutuamente o no. Yo sinceramente admiro a esos Clubes que son capaces de dar cabida y aprovecharse de todo el caudal humano que sus Símbolos encierran dentro de si. Demuestran una sensibilidad diferente al resto, los engrandecen como instituciones que agrupan a…personas. Y también admiro a esos ex que siguen comprometidos con las causas que abanderaron desde el campo de juego. A esos que no se conforman con lo que fueron sino que trabajan día a día para formarse y dar lo mejor de sí en beneficio de su Club. Que no se anquilosan y se preocupan de ser mejores que el día anterior. Que aportan toda su capacidad y estilo con el objetivo de no parar de crecer nunca. Que contribuyen a hacer su Club cada vez más importante. En definitiva, que siguen poniendo su capacidad y compromiso al servicio de una causa deportiva noble…ya que el valor añadido les rebosa por todos los poros de su piel.