Adolf Desslar, el balón “Telstar” y el mito de Adidas

 

Adolf Desslar, “Adi” para los amigos, combatió durante la primera guerra mundial en el frente europeo oriental, a las órdenes del ejército alemán. Cuando terminó la contienda, en el año 1917, lo último que le apetecía era volver a la panadería de su padre, en la que desde joven había trabajado. Lo que a él le interesaba de verdad eran los zapatos, afición que había adquirido de la época en la que tanto su progenitor como sus hermanos trabajaron zurciendo calzado. Decidió probar suerte en ese mundo y montó un pequeño estudio en la trastienda de la lavandería de su madre, en la que se dedicó a diseñar zapatillas especialmente concebidas para el atletismo.
 
Seguro que más de uno diría entonces que estaba loco. Pero Adolf no cesó en su empeño. A los pocos años montó una fábrica, poniéndole como nombre una mezcla de su apodo -”Adi”-, y su apellido, Dassler. Fue así como surgió “Adidas”. La empresa crecería hasta convertirse no sólo en el referente mundial que conocemos hoy en día, sino que daría lugar, al cabo de un tiempo, a otras dos que acabarían siendo grandes: Puma, fundada por su hermano Rudolf, y Arena, de su hijo Horst.
Pero a “Adi” no sólo le interesaba el calzado. Creía que podía mejorar esos balones tan llenos de problemas que usaban en el que poco a poco se iba conociendo como deporte rey. Así que comenzó a pensar, y de su mente genial surgió un diseño: el “icosaedro truncado”, una combinación de 32 pentágonos y hexágonos que, cosidos por dentro, daban lugar al balón más perfecto y esférico construido hasta el momento.

Fue el Telstar, la primera pelota que Adidas creó para la FIFA. Su diseño, con paneles en blanco y negro, recordaba al del primer satélite que se envió al espacio para retransmitir televisión entre Europa y América, y se copió su nombre. Fue el balón oficial del mundial de México 1970, pero al poco tiempo se convirtió en un mito, un referente que duró más de tres décadas y que surgió como el icono global del balompié en el imaginario colectivo. Sus formas se copiaron hasta la saciedad, e infinidad artistas, ilustradores, grafistas y creadores de cómics utilizaron su modelo cada vez que querían representar este deporte. De hecho, si por un momento cerramos los ojos e imaginamos un balón de fútbol, ¿no se nos viene a la cabeza ese diseño?
 
Todos los balones de los siguientes mundiales, hasta prácticamente nuestros días, se crearon sobre la misma base. En el Telstar Durlast de Alemania 1974 era exactamente el mismo, con la sola modificación de los textos. El Tango de Argentina 1978 cambió los colores por un diseño que le daba el aspecto de contener 12 círculos. En el mundial de España 1982 se mantuvo el Tango, y se añadió una novedad: las costuras impermeables, que reducían la absorción del agua.
 
Cuando el mundial volvió a México en 1986 el balón sí tuvo una novedad importante, y es que por primera vez se fabricó enteramente con material sintético, en vez de con piel, lo cual impedía la acumulación de agua, y el Etrusco Unico de Italia 90 se añadió una capa de poliuretano que lo hacía todavía más impermeable, así como más rápido y ligero. Sin embargo, tanto el diseño como su aspecto exterior seguían siendo muy similares al de todos sus predecesores.
 
De esta forma, Adidas se coló en nuestras mentes, en nuestros televisores y por supuesto en los campos de fútbol. El primer y mítico Telstar se hizo tan famoso que hoy en día no podemos imaginar el balompié sin su imagen, y su tecnología y su diseño nos acompañó durante varios decenios. Y todo gracias a “Adi” Desslar, el magnífico creador de Adidas.

 
 
 
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