Una bonita parada para seguir el camino

Una mano espectacular de Sergio Rico en el minuto 93, segundos antes de que Del Cerro Grande señalara el final del encuentro, permitió al Sevilla sumar tres puntos y una victoria en una de las peores noches del equipo de Jorge Sampaoli. El conjunto nervionense se consolida en la tercera posición (virtualmente segunda a la espera de lo que haga el Barcelona) con un triunfo ante el Valencia cimentado en mucha eficacia, trabajo, poco fútbol y una acción salvadora de su portero. Con eso le dio a un equipo cansado y fatigado para batir a un Valencia que anda en horas bajas y que además no supo aprovechar la notoria fatiga de su rival.

Debe ser la lectura positiva para el Sevilla, siendo consciente siempre de lo ocurrido en el Sánchez Pizjuán. Lo que ocurrió fue que el Sevilla ganó, y sumó tres puntos importantes en una semana difícil. Pero sucedió también que el Sevilla no se encontró, y no lo hizo porque no encontró su juego, su fútbol, la pelota, y no la tuvo porque sus jugadores anduvieron cansados, y estaban cansados porque no tuvieron descanso y Sampaoli no refrescó convenientemente el equipo. El resultado fue quizás el peor partido sevillista de la temporada, junto con el de Villarreal, pero con un final feliz, muy feliz, pues la victoria lo coloca en una posición envidiable y con unos registros potentes en el campeonato.
El Sevilla realizó uno de los peores de la temporada, pero aún así sumó los tres puntos; una bonita costumbre esa de ganar incluso cuando no se juega bien
El partido clamaba a gritos cambios y rotaciones en la alineación, pero salvo las que eran obligadas, no las hubo. Quizás hasta el momento sea lo más incomprensible de la gestión del equipo de Jorge Sampaoli, tiene un cupo reducido de jugadores y saliendo de ahí no ha sabido meter en la dinámica competitiva del grupo a otros que apenas tienen oportunidades. El encuentro ante el Valencia, tras la exigente noche de Liga de Campeones ante la Juventus (55 minutos con 10), era el idóneo para rotar, pero el argentino apenas recurrió al banquillo. De los que saltaron al campo, Kranevitter era el único que no actuó ante los italianos. Entre los demás, gente evidentemente muy cansada, cansancio que se vio reflejado en un rendimiento paupérrimo, sobre todo ejemplificado por Vietto y Vázquez. Había más que denotaban cansancio, pero se taparon al menos. Lo de los argentinos, los más avanzados del equipo, fue llamativo.
Y era evidente que ante tanta fatiga faltaba frescura. Apenas Sarabia fue el único que en la primera parte intentó algo con sentido. A esa falta de chispa se le unió que el Valencia planteó el partido con mucha gente en la medular y en defensa. En otras palabras, le complicó la vida al Sevilla, que salió con tres centrales y con Escudero más en el centro del campo que como carrilero. El caso es que los jugadores che taparon las vías de circulación de pelota de los sevillistas. Nadie hubo que superara líneas, ni con pases ni con individualidades, y eso provocó que el equipo che robara con cierta facilidad y se fuera arriba. No es que el Valencia pase por un gran momento de fútbol, pero entre esos robos, algunos regalos hechos desde la defensa en la salida de la pelota (sobre todo un clamoroso de Rami) y las faltas cerca del área y los saques de esquina, donde los centímetros de Mangala, Abdenour o Mario Suárez creaban problemas, logró ir solventando el encuentro y logró sentirse cómodo en el terreno de juego de Nervión, donde habitualmente la comodidad solo está reservada a los locales. Baste apostillar que por unas razones y por otras la primera parte fue un considerable pestiño de partido.
La segunda mitad tuvo alternativas tras una pésima primera parte, el Valencia solo despertó tras el 1-0 y el Sevilla entendió en el tramo final que no estaba para florituras
La segunda parte sería diferente, y de entrada Sampaoli introdujo en el campo al casi desterrado Kiyotake por el lesionado Escuero. El japonés tuvo buen inicio aunque luego fue bastante irregular. Pero más que la entrada del centrocampista asiático, lo que cambió el partido fue el gol en propia puerta de Garay. A partir de ese tanto, recién iniciada la segunda mitad, el choque ya fue muy diferente, y falta le hacía. De entrada, Prandelli movió ficha con Munir, pero sobre todo con el cambio de sistema y con más jugadores en la zona de remate. A partir de esa sustitución el Valencia empezó a encontrarse bastante más cómodo, empezó a dominar al Sevilla, que no encontraba la pelota, y empezaron a llegar las ocasiones visitantes. Si Nani avisó un par de veces, Munir fue el que dio la puntilla. Aprovechó la relajada defensa de Kranevitter para desmarcarse y colar con calidad la pelota en el marco. Premio para su mejoría y castigo para la flojera sevillista.
Incluso la tendencia del encuentro empezaba a ser che, pero entonces volvió a encontrar el Sevilla el gol en una acción parecida a la del pasado miércoles ante la Juventus. Saque de esquina, rechace y allá que aparece de forma inteligente Pareja para cazar la pelota y batir con un tiro ajustado a Diego Alves. Para entonces Sampaoli había intentando modificar esa tendencia del encuentro con los cambios de Ben Yedder y Correa, que al menos aportaron más (pelea, dinamismo) que los sustituidos Vietto y Kranevitter.
En esos 20 minutos hasta el final, el Valencia, con más artillería en el campo (entró Mina), encontró más problemas para acceder al área sevillista. Por primera vez al menos el equipo de Sampaoli tuvo claro qué hacer, y se defendió con cierto orden e intentó salir a la contra con más o menos acierto. Eso sí, concedió una falta en el minuto 93 de partido que bien pudo convertirse en el empate, si no llega a ser por Sergio Rico. El portero del Sevilla realizó una descomunal parada a un remate en el área de Gayá, que se lamentaba incrédulo entre los gritos de rabia del meta nervionense y el pitido del árbitro que ponía punto y final a una noche aciaga en juego para el Sevilla pero grande en resultado, pues le permite seguir su casi intachable camino en la Liga y sumar los últimos seis puntos.

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