De USA a Uganda por amor al fútbol

Escribir estas líneas sobre Patricia Campos Doménech ha sido un ejercicio de condensación porque son tantas las facetas en las que esta mujer destaca y son tantas las cosas que se podrían contar que o nos ponemos a priorizar o puede que esto salga demasiado largo. Además, si una se pone a repasar todas sus hazañas corre el riesgo de sufrir un súbito ataque de complejo de inferioridad o envidia que le lleve a poner de inmediato el punto final. Lo bueno es que Patricia es una mujer que inspira e inspira a soñar en grande, como ella dice, porque sólo así se pueden ir alcanzando metas, aunque éstas sean pequeñas.

Así que vamos a ello a través de un ejercicio de imaginación que nos sitúa en Carlsbad, una ciudad de algo más de 100.000 habitantes, en el Condado de San Diego, en California. Una ciudad que, según la revista Forbes, posee uno de los códigos postales más caros de Estados Unidos con unas casas cuyo precio medio de mercado es de un millón de dólares, así que más que casas son mansiones, con grandes columnas blancas, separadas por palmeras, urbanizaciones privadas, playas con mucho surfero, y por si no llega la imaginación a tanto añadimos -gracias a una rápida consulta con Wikipedia- que cerca de esta ciudad hay varios lagos y que se encuentra recostada en el Océano Pacífico con un litoral muy apreciado por sus vecinos.
La postal es, al menos, seductora. La apartamos por el momento, recorremos mentalmente 15.045 km y nos marchamos hasta el África oriental, hasta la República de Uganda, más concretamente hasta la ciudad de Entebbe. Es la segunda en importancia tras la capital, Kampala, y en este país la esperanza de vida de es 52,7años, el promedio de hijos por mujer es de 6,73; en Uganda se hablan más de 40 lenguas, y hasta hace tan sólo unos meses se penalizaba con la cadena perpetua la homosexualidad.
Hasta allí marchó Patricia Campos hace un mes dejando atrás su vida en California. El fútbol le llevó de un sitio a otro, de la mano de la ONG Fútbol sin Fronteras. Ha pasado un mes desde que Patricia aterrizara en Uganda, va reduciendo el impacto que supuso el cambio cultural y va poniendo poco a poco las cosas en su lugar.
Patricia Campos es castellonense, de Onda, y acaba de enseñar a los niños a los que entrena lo que son las Fallas y la Magdalena, movida por la nostalgia que te entra cuando estás fuera y que hace que te sientas más cerca de los tuyos contándoselo a los que comparten tu vida en un nuevo hogar. Patricia Campos jugó desde niña al fútbol, y mientras pegaba patadas al balón también miraba al cielo y soñaba con ser piloto.

Desde luego, por soñar no quedaba, y se empeñó tanto en pilotar aviones que en 2005 comenzó a hacerlo en el ejército, fue la primera mujer española, y hasta ahora la única en pilotar un avión reactor. En la Armada Española estuvo ocho años, estando en la Base de Rota se unió al equipo americano de fútbol y fue allí donde decidió que había llegado el momento de apostar por su otra gran pasión: el fútbol. La oportunidad para vivir este sueño de manera profesional le llegó desde Estados Unidos, donde pudo comprobar in situ lo que había leído y escuchado antes: que el fútbol femenino tiene más notoriedad que el masculino, que las marcas apoyan a las jugadoras, que los campos se llenan, que las jugadoras son estrellas admiradas y ejemplos a seguir. Pero además de estas cuestiones sobre el fútbol femenino se encontró con mucha deportividad y la honestidad, valores que, según Patricia, a veces se olvidan en el fútbol europeo de primer nivel. Así que ella ha construido su propio sueño americano, ha llegado y trabajando ha triunfado.

Pisando el suelo rojo de Uganda

Después de un tiempo entrenando a dos equipos de Carlsbad, California, no se conforma con la comodidad de esa vida y apuesta por África aunque con la vista puesta en el regreso a Estados Unidos: es consciente de que en España o cambian mucho las cosas o no merece la pena regresar para dar un paso atrás. Pero ahora mismo su cabeza y su cuerpo están pisando el suelo rojo de Uganda, esa tierra que pisan los pies descalzos de las que ha bautizado como “sus niñas”.
Conseguir que sus padres dejasen a estas niñas integrarse en un equipo de fútbol fue el primer obstáculo que se encontró. Para convencerles, se presentó ante ellos con la mente abierta y simplemente intentó que entendieran que el deporte es saludable, que favorece la integración, con eso y enseñando fotos de algunas deportistas ha conseguido que algunos padres cedan. Patricia está acostumbrada a moverse en un mundo de hombres, lo hizo en el ejército, también en el fútbol y ahora lo hace en una cultura como la ugandesa donde los parámetros con los que medir la diferencia de roles de género son totalmente distintos a los que tenemos aquí.
Formado el equipo comenzó a entrenar, sorprendida los primeros días porque allí, donde no hay papeleras y todo (cristales, plástico, restos orgánicos) se tira al suelo las niñas jueguen descalzas, comenzó a preparar una competición escolar de atletismo. Para carrera y relevos no hubo problemas, pero para el salto de vallas y el tiro de jabalina tuvieron que encontrar a quien les hiciese las vallas, no fue fácil pero lo encontraron, y buscar ramas adecuadas que usar como jabalinas. Aún así, Patricia está contenta con el resultado obtenido, no ganaron ninguna prueba, pero cree que salieron dignamente.
Pilotar un reactor y ser la primera mujer española en hacerlo es algo que le ha marcado, cuenta Patricia que esas sensaciones no las olvidará en la vida, que la adrenalina que genera engancha y sin embargo cuando habla de África transmite esa misma fuerza, sabe que estos meses le están cambiando a ella, que cuando acabe su estancia de allí saldrá una Patricia nueva y que de ahí quizá surja un reto, más difícil todavía que el que tiene con Fútbol sin Fronteras: mejorar las condiciones de vida de los niños y asegurarles un futuro mejor a través del fútbol y la enseñanza.
Aurora Roca
Periodista Cadena Ser Valencia