El ascenso de la redención

Estaba pensando ayer, y a la vez atrapaba con mis elucubraciones a mis compañeros que querían cerrar el ordenador e irse pronto a comer tras la rueda de prensa de Muñiz, sobre a qué ascenso, si finalmente el Levante UD lo consigue, se parece más el que llevan camino de lograr los granotas en el presente ejercicio. El de 2010 bajo el liderazgo de Luis García no tardó en caerse en la primera criba porque las circunstancias eran diametralmente opuestas a las del presente que vive el club. El de 2004, el 'Preciado Ascenso', es al que más se le suele asociar por la fortaleza del grupo, aunque aquello ya lo tuvo el más reciente de todos, y también contaba con un gran entrenador pero también lo hay ahora en el banquillo y también lo hubo en la que se consumó el objetivo con el 3-1 frente al Castellón en el Ciutat. Por parecerse, esta campaña tiene cosas incluso del menos recordado, el de Lleida, pero tiene más semejanzas de lo que pueda parecer. Al final, todos los equipos azulgranas que finalmente se auparon a la Primera División tienen cosas en común y aspectos que los diferencian y el actual Levante tiene un poco de todos ellos.

Para empezar, y no es un tema baladí sino algo básico, en las cuatro ocasiones el Levante contaba con un magnífico entrenador, cada uno en su estilo. De Manolo Preciado está todo dicho: un motivador nato, un moldeador de grupos y también un buen técnico sobre el terreno de juego. Cualidades que reune Muñiz y la diferencia con Luis García es que el madrileño todo eso lo tenía aunque el mérito fue descubrirlo pues estaba oculto su talento en el Benidorm y tuvo que ir Manolo Salvador (y el técnico pagar su rescisión de su bolsillo) a ayudarle a que lo expusiera ante los ojos de la Segunda División, tras su experiencia fallida en el Elche. Mané era otra cosa: un especialista, un zorro viejo, un ejecutor, un preparador pragmático ("partimos con el puntito que nos da la Federación"). Al fin y al cabo, y como bautizó mi amigo y ese gran periodista Manu Gimeno a Voro González, un 'Señor Lobo'. Cuando acabó su faena, cogió las maletas a sabiendas de que su éxito no sería correspondido y para cuando la directiva de Pedro Villarroel le telefoneó, ya estaba comiendo ostras regadas con champán en Balmaseda.
Las plantillas se dice que son parecidas pero con matices. La principal diferencia es que la que manejaba Preciado contaba con varios de los mejores jugadores de Segunda División, como la actual aunque ésta también tiene a futbolistas que vienen de la máxima categoría, como en 2005-06. En todos los casos hubo dinero por castigo para asegurarse el ascenso si bien ahora se hace con conocimiento y raciocinio económico y los esfuerzos que hizo el anterior y último dueño llevaron a la entidad al borde del precipicio. De este saco hay que sacar al 2010. Aquello fue una iluminación, una ensoñación de Manolo y Luis García en una noche de Oliva por la que nadie apostaba ni un céntimo pero que fue el germen de la etapa más gloriosa que ha vivido el conjunto granota en su historia. Y que, por qué no, puede tener su continuidad con este impás segundero de por medio. Mientras en 2004 y ahora de partida se percibía que se contaba con los planteles más potentes de la categoría de Plata, en 2010 se contaba con eso y mas pero eran talentos dormidos por los avatares del fútbol, obreros a los que el balompié había maltratado y que se revelaron enseguida como excelentes peloteros nivel líder, nivel europeo.

Cada levantinista tendrá su momento más especial pero creo que, para los que pasaron el cuarto de siglo, seguramente el ascenso con menos brillo fue el de 2006. Sin embargo, salvo por el vestuario, que el actual tiene más frescura que aquel, tiene más similitudes de las que parece, sobre todo por la necesidad perentoria de retornar a Primera División. Hace una década, porque quedarse en la categoría de plata era un desastre económico que, pese a subir, sólo se logró retardar un tiempo. Ahora, porque después de seis años en la élite, quedarse a vivir en el pozo de Segunda sería una lástima y echar al traste todo lo conseguido aunque la división de plata sea el hábitat histórico del conjunto azulgrana. Lo que tiene este año es mucho de redención. La directiva, con Quico Catalán al frente, por no ver desde lejos lo que se les venía encima hasta que les atropelló el descenso. El entrenador, por la espinita clavada en el Alcorcón. Los jugadores pues, aparte de ser de Primera, hay que demostrarlo y es algo que no hicieron el año anterior. La comparativa de los cuatro casos nos lleva a un nexo común: para subir, hay que hacer muchas cosas bien, si no todas a la vez. Y en esta 2016-17 se han hecho las cosas rematadamente bien.
Todas esas buenas cualidades que se esperan de un proyecto ganador seguramente las reúne su actual arquitecto: carácter ganador, sensatez, identificación con los valores del club, los de ahora, los que se han recuperado de hace tres o cuatro temporadas. Todos los reúne Tito, también con sus defectos. Decía hace poco un histórico del Valencia CF que un club que se precie debe tener un secretario técnico experto y que sepa mucho de ficherío pero el director deportivo tiene que ser una persona de club. Precisamente lo que tiene el Levante con la dupla que forman el de Benidorm y Carmelo del Pozo.