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Técnicos valencianos: Tú a Drammen y yo a Doha

Técnicos valencianos: Tú a Drammen y yo a Doha

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MIguel Ángel Vara

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Entre Drammen y Doha hay 5.000 kilómetros de distancia, casi 7.000 si intentáramos ir por carretera. Ambas ciudades representan mundos diferenciados con una media de temperatura de 30 grados de diferencia. Nada que ver entre Qatar y Noruega en casi ningún aspecto, pero pese a todo, ambos son destinos donde cultivar los sueños de fútbol de dos técnicos valencianos que llevan años persiguiendo un ideal, el de vivir haciendo aquello que más les gusta desde niños. Ganarse la vida alrededor de un balón y lo están consiguiendo, sacrificando mucho para ello. Son Óscar y Rubén, pero podrían ser otros pues no son los únicos españoles, y en concreto valencianos, que han hecho las maletas con rumbo a diferentes países para ejercer de entrenadores, segundos, preparadores físicos, directores de academia, de metodología, entrenadores de porteros, directores deportivos, scouts…

A Óscar lo conocí hace muchos años, cuando nuestras vidas se cruzaron sobre el suelo agrietado del patio del Instituto El Clot. Mucho después tuve el placer de conocer a Rubén, que venía de la mano de Óscar desde Grecia, donde incomprensiblemente su labor fue tan efímera como injusta la decisión que puso fin a su aventura. Tocados pero no hundidos, volvieron a la carga para embarcarse en una nave que zozobraba en el puerto de Gandía, pero cuando uno es valiente y ama el fútbol, todos los problemas parecen subsanables. No fue el caso y pese a los golpes, su empeño y profesionalidad fueron ejemplo de cómo hacer las cosas, de cómo ir por la vida.
A Óscar Fernández, cosecha del 74, le conocerán más. En 2007 cumplió el sueño de su vida al entrenar al Valencia, nada menos que al Valencia, de manera interina tras la salida de Quique y mientras el club cerraba el fichaje de Ronald Koeman. Imagino su cara el día que le telefonearon para decirle que el toro esa suyo y que tocaba lidiarlo a pocos días de recibir al Real Madrid en Mestalla. No pude resistir la tentación de acudir al hotel de concentración la noche antes del partido a desearle suerte y, por qué no, compartir la felicidad ajena de un chaval del barrio que estaba tocando el cielo. Días después, su Valencia ganaba en Mallorca y cerraba su etapa en Primera con una victoria y una derrota. Parecía que el camino hacia el éxito le quedaba ya despejado, pero no fue así. Regresó al Mestalla y, tras un mal año, le tocó salir del club.
Su siguiente paso iba a ser clave y el fútbol le llevó a la convulsa liga griega. Asteras Trípolis fue su destino y para ese viaje embarcó a Rubén Sellés, que años atrás ya había tenido experiencia en la liga helena, siendo preparador físico del Aris de Salónica. Para la aventura griega, Óscar sabía que le haría falta un valiente a su lado y echo mano de Rubén, que ya demostró de qué madera estaba hecho cuando un año antes se enroló en el Shinnik Yaroslav, un remoto equipo de Rusia que hace dos décadas se cruzó en el camino del Valencia en una Intertoto. Mano a mano confeccionaron la plantilla del Asteras, reclutando jugadores españoles y haciendo un master en un temario que no se enseña en la escuela de entrenadores. En unas semanas su equipo estaba en Primera, luego descendido administrativamente, para ascender en los despachos días después…un caos que terminó con el relevo en el banquillo del tándem valenciano un suspiro después de empezar la liga.

Las adversidades

Sirva este resumen para poner sólo un ejemplo de las muchas y variadas adversidades que pasan aquellos que emprenden el camino del fútbol, máxime si lo hacen en el extranjero, desde donde sólo nos suelen llegar historias de éxito y dinero, pero donde la realidad es que el 90 por ciento de los nuestros se baten el cobre para ganarse la vida como el que más. En busca del más difícil todavía, Sellés hizo las maletas en 2012 para irse al Nefti Bakú de Azerbaijan donde durante dos temporadas hizo de todo: preparador físico, segundo entrenador y primero de manera interina. Eso sí, con un par, regresó de allí con dos títulos en el bolsillo y una experiencia vital que le sirvió para confirmarse a sí mismo que era capaz de lidiar con cualquier cosa.
Mientras su amigo ponía rumbo a Azerbaijan, Óscar aterrizó en la calidez de Doha, en un destino al que muchos opositan pero en el que sólo una élite tiene la posibilidad de entrar, la Academia Aspire. Él solito se curró todo el proceso de selección, fue superando etapas y descartando candidatos hasta ser el elegido. Selección natural en la que haberse curtido en el patio de El Clot seguro que ayudó a superar la adversidad. Para sus nuevos destinos, primero probaron irse en solitario y, después, arrastraron a sus familias hasta allí. Porque sí, la gente del fútbol también tiene familia, mujeres que echan de menos e hijos que quieren ver crecer, aunque muchas veces todo eso lo olvidamos quedándonos sólo en lo que les llega a la cuenta bancaria que, créanme, en muchos casos no compensa tanto sacrificio.

La cara de Ani

El pasado verano llegó de nuevo el movimiento, Óscar finalizó su etapa con la selección sub16 de Qatar y Rubén ya hacía meses que cerró por última vez su piso de Bakú para regresar a Valencia en busca de una nueva aventura, ojalá la definitiva. Fernández apostó por seguir el consejo de un tal Raúl González, con el que entabló amistad en Doha, y continuar en el proyecto de Aspire, mientras que a Sellés se le abrió una nueva oportunidad para darle tute a sus maletas. El Stromsgodset de la Tippeligaen, la liga noruega, le reclutó para ser el asistente del entrenador, un técnico que quedó prendado de su preparación cuando años atrás coincidieron en una de ésas carambolas del fútbol. Imagino la cara de Ani cuando Rubén se plantó en casa para contarle que qué le parecía la idea de irse a Noruega a vivir…

La cara de Cristina

Tampoco me hago a la idea del gesto que pondría Cristina, la chica que se sentaba en el pupitre delante del mío, cuando su marido le dijo que tenían nuevo domicilio en Doha. Sin duda, para poder avanzar en esta carrera de fondo futbolística estos aventureros necesitan el apoyo y respaldo de los suyos, empezando por sus parejas y continuando por todos aquellos que, en los momentos más duros, como el que le tocó vivir a la familia Fernández el pasado mes de enero, siempre están ahí, levantándote e impidiendo que arrojes la toalla y abandones todo aquello por lo que tanto has luchado.

Admiración absoluta

Sinceramente, admiro a estos tíos, que me obligan a aprenderme nombres de clubes que nunca imaginé y, lo que es peor, estar siguiendo por una web el resultado en vivo de un club noruego, cuando no azerí, del que aprendí gracias a Rubén que es el idioma y gentilicio del país. Por culpa de Óscar he descubierto la cantidad de torneos y fases de clasificación que puede llegar a jugar una selección sub16. Pero, sobre todo, he aprendido de ellos que todo sacrificio merece la pena con tal de perseguir un sueño porque, aunque no se alcance, posiblemente la realidad es que la meta es el camino que vas andando, el disfrutar de todas las experiencias que nos lleguen, abrir la mente, cruzar fronteras, aprender culturas, conocer personas… eso es la vida, sin esperar que estos años sean un peaje que pagas a cambio de un contrato mejor. El premio no está por venir, ya lo tienes en la mano, ya te ha tocado así que, si no hay nada mejor esperando a la vuelta de la esquina, que al menos hayas disfrutado de todo lo anterior.
Óscar y Rubén no son los únicos futboleros intrépidos que conozco, aunque es cierto que algo pasa con los valencianos que, en esto del fútbol, han tomado el relevo de los extremeños de hace cinco siglos en cuanto a lo de hacer las maletas e irse a conquistar, al menos pelear, en el nuevo mundo. Podríamos hablar de Juanlu Martínez y su brillante labor en la cantera del Dínamo de Moscú, de Nico Estévez poniendo rumbo a Ohio…entre los jóvenes que han salido en busca de un futuro futbolístico que no es fácil labrarse aquí.
Estoy en contra de ese mensaje tan repetido y tan poco reflexionado que afirma que nuestros mejores jóvenes, los más brillantes, se tienen que ir del país, pues me parece una falta de respeto y consideración hacia los que se quedan que creo que no deben ser bobos y mal preparados, pero de lo que sí estoy seguro es de que, al menos en lo futbolístico, aquellos que están saliendo y desde hace ya años, dejan el pabellón bien alto ya sea en Drammen o en Doha.
Miguel Ángel Vara 
 
 
 

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