Nuestro Celta: desterrado al horario de los parias
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Solo hemos tenido que esperar a que LaLiga Santander, esa patronal comandada por el incalificable Javier Tebas, dicte los horarios de las primeras jornadas para comprobar que el Celta ha sido desterrado, por las decisiones que se toman en un lejano despacho de Madrid, de los fines de semana. El Celta, con el silencio cómplice de una directiva que cuenta los fajos de billetes, cada vez más numerosos de los derechos televisivos, se ha olvidado de su afición, la que paga el abono, también en Segunda, cuándo la televisión se olvida de la existencia del equipo vigués.
Ocho horarios confirmados, ocho partidos, que son más que suficientes para refutar un temor existente al comienzo de este curso 2017-2018. Sin jugar en Europa, el Celta se ve abocado a disputar la mayoría de sus encuentros en ese horario pérfido de viernes y lunes. Los dos únicos días de la semana en los que el fútbol daba descanso a sus aficionados.
El mercantilismo manda, pisotea los sentimientos de unos aficionados que siguen sosteniendo este deporte, cada vez más desnaturalizado, más desconectado. Los equipos sueñan con los millones de la televisión, y se olvidan de su masa social, la que les sostiene cuando las cosas van mal, pero así es el fútbol actual, un negocio que da mayor vigencia, cada día que pasa, a una frase llena de sentido: "odio eterno al fútbol moderno".
Y sobre ese odio, a un deporte que todos amamos, se construye esta pantomima que aún nos atrevemos, cada vez más ruborizados, a llamar deporte, a señalarlo como fútbol. Ocho jornadas, ocho horarios, cuatro en viernes o lunes, un quinto cambiado a última hora, ya que el partido ante el Alavés también estaba marcado para esos pérfidos días, donde el fútbol debería estar prohibido.
Otro de los partidos ante el Getafe, un jueves, en jornada intersemanal. Celestes bienvenidos a la temporada donde para ver al equipo un fin de semana tendremos que esperar a enfrentarse a los equipos europeos, el resto, al horario de los parias, al horario de los que a nadie importamos. Ni a una directiva que sigue pensando en los billetes mientras se olvida de su afición, ni a una Liga que solo piensa en merengue o azulgrana, el resto somos una comparsa, necesaria, pero molesta.