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La estatua indomable

La estatua indomable

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Carlos Puértolas

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"Has hecho la estatua, como Chilavert". Me lo dijo una voz impertinente la mañana de cualquier sábado noventero sobre un campo de tierra. Un delantero astuto había colocado el balón en la cepa del poste y me marcó un tremendo golazo. Yo no me tiré al suelo. Con 11 y 12 años sabía cuándo y cómo economizar mis rodilleras y decidía desgastarlas sólo cuando era estrictamente necesario. A aquel balón envenenado tampoco hubiera llegado José Luis Chilavert, un paraguayo de pelo casi rapado y dieta en sus estiradas más estricta que la mía. Un tipo alto fuerte y con condiciones innatas que hizo la estatua con asiduidad y un corte de mangas a la Puerta 14 una tarde ante el Tenerife. No se lo perdonaré jamás.


No quiero contar las ruindades de Chilavert. La Puerta 14 merece, de vez en cuando, una ración de bofetadas con la mano abierta por su parcialidad con algunos nombres que merecen aplausos además de silbidos. Me han hablado estos días de las cualidades del Chila. Y sí, las tenía. El mejor portero del mundo en 1995, 97 y 98, un auténtico fenómeno bajo palos con un carácter indomable; capaz de cortejar la pareja de un dirigente sólo para que se le cortase la digestión en cada comilona con la plantilla y cruzar el Atlántico hasta Canarias, a toda prisa, para que su compañero de guantes no embarcase en Barajas con el grupo y volviese como copiloto en un autobús vacío entre lágrimas y juramentos.
Un tío único. Campeón de la Libertadores, de la Intercontinental, de Copa en Francia y de nada en Zaragoza. El sexto mejor portero del Siglo XX según la IFFHS. Una amalgama de títulos que muestran lo que pudo ser aquí pero se quedó en San Lorenzo de Almagro. El potencial tremendo en sus manoplas se diluyó en el fondo de océano Atlántico y el rendimiento que ofreció bajo el arco de La Romareda fue menor.
Debutó en el Real Zaragoza en septiembre de 1988. Un veinteañero respingón y serio que apuntaba a todo. No encajó gol aquella tarde pero sí después. Para la historia sus estatuas, sus palabras fuera de tono, su libertinaje y, sobre todo, el 28 enero de 1990 de en el que asumió la responsabilidad de lanzar un penalti a la Real Sociedad. Lo metió. Un obús a la izquierda de su colega bajo palos. Imparable. El único portero que ha lanzado y ha marcado un gol vestido de blanquillo.
Lo ocurrido después es el complemento perfecto a un salvaje diferente. La celebración, la fiesta, los confetis y el cortejo le envolvieron de tal manera que se pasó de kilometraje. Goikoetxea sacó de centro, miró una portería desguarnecida y, desde la medular, anotó un tremendo golazo. El Chila protestó al árbitro quien, con buen criterio, pasó de su verborrea.
Era un alma libre capaz de hacer historia con su zurda e historia con una tremenda cagada (como suena) que no repercutió en el puntaje porque el partido finalizó 2-1 a favor del Real Zaragoza. Goiko reconoce hoy que algún futbolista del equipo aragonés le susurró su alegría tras el gol desde 50 metros. ("Que se joda el paraguayo")
Nunca dio la seguridad necesaria a una portería exigente. Chilavert era una bestia parda en un salón clásico con alfombra hindú, jarrón caro y público de paladar fino. Un bicho feroz con demasiada palabra y poco blocaje incapaz de encontrarse cómodo fuera de su selva. Una tarde ante el Tenerife, la Puerta 14 le reprochó su enésima estatua con una sonora pitada y el maleducado de José Luis, minutos después y tras el empate a tres, hacía un tremendo corte de mangas a la grada.
Siempre he creído que el precio de la entrada no da derecho al insulto, pero el gen diferente del Chila tampoco justifica ese gesto penoso y maleducado a un público impaciente. Jugó poco más y, tras un partido copero en Ponferrada, marchó a reencontrarse con su yo a Vélez donde fue el mejor. No tiene el perdón de la puerta 14 por aquello, aunque, sinceramente dudo que lo necesite.
Chilavert fue un incomprendido, un vago o simplemente un provocador. Y un porterazo enorme antes y después de su paso por Zaragoza pero no aquí. Extravagante hasta su final fue José Cano 'Canito'. No le conocí, pero según leo tuvo una vida apasionante y un final trágico. Hablaremos de las miserias de la fama. Pero eso ya es otra historia.

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