No es el clásico aragonés, pero tiraremos millas
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Como no podía ser de otra manera, hoy quedé a desayunar con el clásico aragonés. El anuncio de la contratación de Luis Milla era un caramelo absolutamente irrechazable para compartir café y churro con él. Le encontré como siempre, entre la alegría y el pesimismo. “Buen día hace”, le saludé. “Alguno vendrá y lo joderá”, me contestó. Como siempre.
Abordé rápidamente. “¿Estarás contento, no?”. Y apretó los labios. “Mira qué me sé yo, zagal. Por una parte sí, pero por otra…”, meneó la cabeza. Y es que el clásico aragonés anda ofuscado con el fichaje de Milla. Por una parte, el DNI es irrefutable. Luis Milla es turolense por la gracia de Dios. “¿Pero cuántas veces le has visto tú decir que era de Teruel? ¡Si yo he pensado siempre que nació en La Masía!”.
Me ha costado convencerle del aragonesismo patente y latente del hombre que debe guiar al Real Zaragoza al ascenso más importante de su historia... por lo que pudiera pasar si no lo consigue. Recordarle que incluso una vez se presentó por el PAR en Teruel. “No jibes”, me soltó extrañado. “Yo creía que el único brazalete que se ponía era el del equipo de veteranos del Barça…”.
Pero no. Luis Milla llega al Zaragoza con la sangre cuatribarrada. En otras circunstancias no debería significar mucho. Ahora sí. Que el tipo de traje y corbata sienta lo mismo, o parecido, que los que se pintan la cara de azul y blanco en la grada es hoy, más que nunca, muy necesario para un club que en los últimos años ha ido desangrando sus señas de identidad.
“Hombre, por lo menos si la casca no podrá ir al pueblo porque le pondrán la cabeza loca”, concluye el clásico aragonés. Igual, ahora, de eso también se trata. Suerte, y que sea buena, para uno de los nuestros.