No llores, Ethan
Por favor, indica por qué quieres reportar este vídeo:
No llores, Ethan. Tu incipiente adolescencia y tu febril zaragocismo te llevan a pensar que tu padre va a pasarlo mal. Y te pones triste. Como ya tienes algo de uso de razón, en vez de alegrarte porque le haya llegado su destino, piensas que le ha pasado algo malo. Yo, a ratos, comparto tu pena. Pero conozco tanto a tu padre que puedo asegurarte que está ante un momento muy feliz de su vida. Ya te digo que es su destino.
Seguramente ya te lo habrán contado, pero quiero que sepas que cuando tú eras un enano que le pegaba puñetazos a la nevera pidiendo Danonino, tu padre levantaba muros los domingos en las porterías de la Liga mientras el resto de días de la semana se ponía más bolsas de hielo en el cuerpo que pelos tiene en la cabeza. Mamá se preocupaba de que algún día no pudiera subir las escaleras de casa y papá le sacaba una mano milagrosa a un cabezazo de Zidane en la noche eterna de Montjuic. Ese es tu padre. Un luchador. Un hombre acostumbrado a subir montañas. Montañas más altas que la inmensa que tiene ahora delante.
No llores más salvo de alegría porque pase lo que pase, tu padre ha vuelto a demostrar algo que seguro que tú ya has heredado en los genes: que tiene unos cojones que parecen dos planetas. Ni tú ni yo sabemos lo que va a ser capaz de hacer a partir de hoy, pero te puedo asegurar que nunca he conocido a un tipo más fuerte que él cuando vienen mal dadas. Y encima está más que preparado para este reto.
El día que te sacó en brazos para despedirse de La Romareda deseé con todas mis fuerzas que no fuera la última vez que le veía llorar de emoción en el estadio. Y ahora te prometo que le veremos los dos llorar otra vez. Pero ese día, Ethan, lloraremos de alegría. La alegría de que tu padre siga siendo lo que es: un zaragocista valiente. Como tú.