La semana del cenizo

Hay cosas que por más que uno alucine una y otra vez cuando suceden, siempre vuelven. El carácter saturniano del zaragocismo será así hasta el final de los días. Sería difícil encontrar una afición tan preparada para el filicidio como la nuestra.

 
Es complicado pensar qué situación real sería la primera para que una derrota no significara que media Romareda se rasgara las vestiduras y discutiera con la otra media sobre si es la derrota de-fi-ni-ti-va para no ascender.  Después de una racha muy positiva en un momento importante de la temporada, la derrota ante el Girona ha sido la típica conversación de “oye, mira que estamos bien, eh” para contestar “sí, pero verás como viene alguno y la jode”.
Sinceramente, no vi al Zaragoza mejor ni peor que cualquier de los últimos partidos. Sí vi, una vez más, que esta Segunda División es una categoría en la que una zodiac puede hundir a un destructor según como venga la ola. Entre los diez equipos de arriba, están todos en un nivel tan lamentable futbolísticamente hablando, que un jugador inspirado, un central enloquecido que entra a la altura de la rodilla o un árbitro cachondón y tarjetero deciden un partido. Por mucho plan que tenga Carreras o se inventase sobre la marcha Popovic, este Zaragoza subirá a Primera con varios jugadores enrachados en los momentos clave, una buena dosis de suerte y, en menor medida, que el viento de cola le sea favorable. Si no, no.
Hace mucho tiempo que el viento de cola en La Romareda pega de cara. Unos dicen que la culpa es de Agapito, otros del trasvase y algunos de la profundidad del pozo de San Lázaro. Hace tiempo que dejé de preguntarme por culpables. Pero cada vez me encuentro más cenizos. O igual son los mismos de siempre, qué se yo...