Ascenso por desgaste

Ya lo dijo Carreras en la previa del partido ante el Albacete: el Zaragoza juega al desgaste del rival. La estrategia consiste en que el contrario  acumule kilómetros, a poder ser sin balón, para afrontar la recta final de los encuentros con la lengua fuera y vulnerable. Para ello se precisan dos cosas: capacidad de combinación y, sobre todo, fortaleza física. No tendría sentido un desafío basado en la resistencia desde la flojera y la fragilidad.

 
La táctica impone paciencia a veces hasta límites extremos, como la que derrochó La Romareda para soportar una nefasta primera parte ante el Albacete. Puede no ser infalible pero funciona. Permite, por ejemplo, asaltar la yugular del oponente si este, como le pasó al Lugo, se queda en inferioridad. O resistir como ante Osasuna o Alavés cuando es el rival quien tiene superioridad numérica. Esa técnica del desgaste, además, estira los asedios y obliga a mantener la esperanza hasta el último aliento. Así lo sufrió el Albacete, la última víctima de un Zaragoza que ha aprendido que, si existen los milagros, hay que ganárselos. Y el sábado lo hizo renunciando al balón colgado al área y recurriendo a la combinación. Es cuestión de saber explotar recursos y renunciar a aquello para lo que no estás diseñado. Y así lo volvió a hacer Carreras, figura clave en la resurrección zaragocista. Un técnico que cambia cosas, que sabe leer partidos y que sabe casi tanto del rival como de su propio equipo. Un entrenador, al cabo, que falta hacía.
El Zaragoza ya está ahí, echando el aliento en el cogote a los primeros, pero nunca se le percibió agobiado por no escalar hasta zona de promoción. Y tampoco ahora se atisba un ápice de nerviosismo por estar a un paso del verdadero objetivo. Es la táctica del desgaste. El plan del que sabe lo que hace, se siente seguro y convencido de que, si no falla, los demás lo harán. Es la senda que conduce a la gloria.