Un gin-tonic en el Santiago Bernabéu
El primer beso, la celebración de un gol histórico y el sabor de un gin-tonic un sábado noche. Esa sensación tan agridulce: la burbuja de la tónica, la amargura de la tónica. Así fue el encuentro del Real Madrid este martes ante el PSG en la Champions League. Tan gratificante como doloroso, tan dulce como amargo: un gin-tonic bien servido en una noche de glamour.
El conjunto dirigido por Zinedine Zidane saltó al Santiago Bernabéu como si de un equipo cualquiera se tratase. Los focos señalaban a Kylian Mbappé, al suplente Neymar y al elenco de estrellas que lucen la camiseta del PSG. Y pasa lo que, como de costumbre en la máxima competición europea, pasó.
La máquina blanca arrancó tímida pero en cuanto el hielo -esta vez fue la lluvia- combinó en la copa, las sensaciones empezaron a surgir: Fede Valverde se convirtió en un auténtico todoterreno, Marcelo y Carvajal se divertían con sus ferraris en la autopista lateral y por dentro aparecía la delicadeza de Isco combinando con el olfato de Benzema. La receta perfecta para saborear el dulce, para disfrutar al máximo.
Era tan gratificante que parecía poco. El Real Madrid se divertía, pisoteaba a su máximo rival y la grada, los telespectadores y los propios jugadores disfrutaban como hacía mucho tiempo que no se hacía en el Bernabéu. Pero después, como con un buen gin-tonic, llega la amarguez.
En el último trago, con el segundo gol incluso instalado en el marcador, un grosero error de Varane y un balón suelto aprovechado por Sarabia, cerraba el marcador con un empate muy amargo.
El aficionado blanco se marchaba dolido: la mejor versión de su equipo se quedaba con un simple empate inocente. El campeón era igualado, en apenas dos minutos, por uno de los mejores repartos de la competición. Y dolía mucho.
Una noche de glamour, dulzura y un toque de amargura. Una noche de gin-tonic en el Santiago Bernabéu.