Un chasco cuando menos te lo esperas

Quizás por estas cosas el fútbol es lo que es. Te castiga para que bajes a la tierra cuando menos te lo esperas, te avisa de que nadie regala nada en la élite. El Almería dibujó el partido que peor le venía al Málaga y el equipo de Gracia no terminó de hallar la manera de sumar un triunfo que para mucha gente podría entrar dentro de lo natural.
Es precisamente eso de lo que hablamos. El fútbol no entiende de patrones, de normas de estilo, de guapos y feos. El Almería se limitó a hacer daño con sus escasas armas y saber manejar el cronómetro. Marca JIM, por cierto. No es drama, pero sí un chasco para los blanquiazules, que van manchada su fantástica trayectoria.
Si el 2014 acabó de fábula, el Málaga entró con suspense en 2015. Noche fría en La Rosaleda, como el partido, que chispazos al margen dejó mucho que desear como espectáculo en la primera mitad.
Que no sería fácil se demostró en la primera jugada del partido, con una internada de Thievy por la banda derecha. Primera amenaza del derbi para un Málaga huérfano de músculo y centímetros.
Su baza era el póker de futbolistas de arriba, con Amrabat y Juanmi -que lucía brazalete- en punta, y los Samus por los flancos. Pero el Almería venía con el manual estudiado y trataba de dejar los mínimos espacios posibles a un Málaga aletargado.
El hombre que más cerca estuvo del gol fue Samu. En el minuto diez cuando casi caza de cabeza un centro de Darder y casi al final de los primeros 45 minutos cuando remató con la punta de la bota un centro de Antunes que abortó Cuesta con una gran estirada.
El Almería, por su parte, se acercó con veneno en varias ocasiones. Thievy falló en una jugada peligrosa en las cercanías del área pequeña cuando lo tenía todo a favor. Pero el gol llegó en una de las especialidades de los rojiblancos. Cuando no es Corona es Verza, hombres con una gran capacidad para generar peligro a balón parado.
Una falta teledirigida al corazón del área malaguista que Samu no alcanzó a despejar y hasta tres jugadores del Almería como tiburones oliendo la sangre entraron a fusilar a Kameni (que por cierto ya había detenido en dos tiempos un cabezazo almeriense doce minutos antes). Hemed fue el ejecutor. Se reclamó fuera de juego de Vélez, que era uno de los que fue a buscar el balón, pero Teixeira y su asistente no lo contemplaron así.
Tocaba apelar de nuevo a la épica, algo que no le sonaba extraño al Málaga en esta temporada. Sin embargo, el equipo seguía sin encontrarse. Probó Gracia apostando fuerte retirando del campo a Darder y Juanmi por Luis Alberto y Rescaldani.
Los cambios no aportaron nada del otro mundo de entrada y el Almería jugaba a favor del tiempo, arañando lo que podía, sobre todo a través de su portero, que mosqueó a La Rosaleda con su pérdida de segundos. Pero la actitud del Málaga fue creciendo y buscó con ahínco el empate.
Encontró una vía Samu Castillejo por la izquierda. Centró con maldad a la sala de máquinas de la zaga almeriense, que rechazó como pudo el balón. El esférico llegó para Samu, que tiene un imán y un don. Engatilló un tiro cruzado perfecto que puso el 1-1 en el marcador.
Pero la fiesta se aguó pronto. Amrabat perdió un balón que provocó una contra del Almería y de ahí un penalti -muy, muy discutido- de Miguel Torres a Hemed. El delantero ejecutó la pena máxima ante un Kameni que rozó la proeza.
El 1-2 no achicó al Málaga, aunque verdaderamente jugaba con más corazón que con fútbol. Fue a por todas. Gracia quitó a Torres y se la jugó desesperadamente con Duda. Pero no estaba el día para fiesta en La Rosaleda. Puede decir con cierto orgullo que lo buscó hasta el final, cuando Samu Castillejo forzó la segunda amarilla de Michel. Hasta ese intento de gol imposible entre Duda y Luis Alberto era para otras noches.