La cantera invita a este grito

En malas épocas, cuando más piedras tiene el camino, el corazón del futbolista de la casa es mucho más que un valor añadido. Es pura necesidad, es pasión. El ADN, el escudo del club. En un día en el que el Málaga se jugaba media vida, donde muchos hubieran sentido el pánico, la cantera blanquiazul propició el grito de toda una afición, de toda una ciudad. El gol de Hicham que dio el triunfo ante el Dépor llega directo desde La Academia. Un balón que ayudaron a despejar Ismael y Juande, un acelerón con fe y hambre de Luis Muñoz, una asistencia de Juanpi y un gol de Hicham. El día que más falta hacía, el Málaga respondió con un gran partido y una excelente victoria (1-0). Para ti, para el que tienes al lado y para el que está más lejos. Para Málaga y el malaguismo. Para seguir soñando con un futuro cargado de sonrisas. Los gritos de después del partido, los abrazos plagados de rabia y pasión lo dijeron todo.

Sorprendió de salida Pellicer al Dépor con su variante táctica. Ismael de tercer central, con tendencia a caer al lateral en ataque para dejar a Cifu prácticamente como extremo. Desde ahí el Málaga cosió una muy buena primera mitad, acorde a lo que se le exigía desde el inicio. Una presión alta, decidida, hambrienta. Al Dépor, con el trasero oliendo menos a chamusquina, le valió en el arranque con estar replegado. Y en ese ecosistema al Málaga sólo le faltó el gol, que ocasiones tibias aparte, tuvieron sobre todo en sus botas Juanpi, en una acción made in Juanpi que resolvió desde la media luna de forma desacertada y Adrián, que no apuntaló un rechace de Dani Giménez desde dentro del área.

Ocasión clarísima de Tete

Pasado ese empujón inicial, el Dépor comenzó a crecer. Lo hizo conjugando por dentro el talento de Aketxe, Çolak y Gaku. Se estiró, y el encuentro pasó a estar mucho más igualado porque, además, entendió que a la espalda de Ismael su ataque tenía más sentido. Gaku asustó con una volea complicadísima que enganchó con potencia pero sin colocación, y después Çolak con un remate de zurda con mucha comba pero en el que tenía espacio y tiempo para pensar. Tocaba la campana del descanso cuando Tete dispuso de la más clara de la primera mitad. Un córner rechazado terminó en un remate desde dentro del área del linense que pasó entre una maraña de piernas y al que respondió como buenamente pudo Dani Giménez. La última, clarísima.

No tocó nada Pellicer al descanso, pero la cosa no le gustó ni un pelo en el reinicio e introdujo tres cambios de una tacada en el 52'. Dentro Rolón, Hicham y Luis Muñoz. Fuera Adrián, Benkhemassa y Tete. Triple cambio con riesgo, dejó a cuatro jugadores con ficha no profesional sobre el verde el técnico de un Málaga que acto seguido encadenó dos ocasiones clarísimas. Primero con un cabezazo de Lombán al que respondió Dani Giménez con un paradón y después, tras cambiar los papeles, con un remate en área pequeña de Hicham haciendo bueno un centro desde la derecha de Sadiku. También, en minutos de acoso, enganchó un voleón Juankar en una jugada ensayada que desvió un defensor con muchas piernas de por medio esperando.

La Academia gesta el gol del malaguismo

Fueron avisos con tirachinas que acabaron en un cañonazo letal. El exmalaguista Hugo se durmió en un balón dividido, mordió más Luis Muñoz -los jugadores del Dépor pidieron con insistencia una mano del canterano- y a la contra Hicham resolvió de fábula tras asistencia de Juanpi. Primero sorteando con velocidad la entrada de un defensor y, sobre todo, asestando un remate seco al primer palo al que Dani Giménez ni respondió. La rabia afloró, el grito conjunto retumbó en una Rosaleda vacía. Cómo lo gritó Luis Muñoz, como si el gol fuera suyo. Con el corazón en la mano. Llegaba, al fin, el justo premio para el Málaga rebasada ya la hora de juego.

Hicham se convirtió en la tormenta perfecta por la izquierda, con el Dépor metiendo atacantes sin ningún patrón entendible. Hugo, de hecho, acabó de carrilero diestro. Con esos mimbres resonó el miedo del Málaga con un remate cruzado de Borja Valle que no pasó demasiado lejos del poste de Munir y con el molde con el que se quedó Mollejo lanzándose en plancha y quedándose muy cerca de cabecear en las barbas del portero malaguista. No hubo que sufrir más, si acaso en un par de centros con peligro del Dépor en los que Munir estuvo acertadísimo. Llegó el final, la piña, los tres puntos. Qué gusto, por favor.