El Málaga se queda con las ganas

Injusto. El fútbol a veces es muy injusto. Y si no que se lo digan al Málaga CF. Tuvo las ocasiones, el control del partido, las ganas y el ímpetu, pero el balón se negó a entrar y finalmente los blanquiazules no pudieron sumar más que un punto ante una SD Ponferradina que se las prometía felices hasta que el cuadro local despertó e hizo vibrar a su afición como hacía tiempo que no vibraba.

A aguantar lo que le llegara. A eso empezó jugando el equipo de Natxo González, consciente de las muchas ventajas que la Ponferradina traía a La Rosaleda. Un planteamiento que funciona cuando eres capaz de aprovechar las salidas a la contra y de mover la pelota cuando la tienes en el poder, algo que le estaba costando al conjunto malaguista.

De hecho, las primeras ocasiones claras fueron para los bercianos, obligando a Dani Barrio a estirarse ante Agus Medina con una gran parada que alivió la presión en La Rosaleda.

Poco a poco se iba acercando el Málaga a la portería de Amir. Entre Vadillo y Febas hacían de las suyas para tratar de despistar a la defensa berciana. Hasta que llegó el punto de inflexión: la lesión de Juande en el 35'. El cordobés se rompía de nuevo y obligaba a entrar a un Andrés Caro que tanto tiempo ha estado reclamando el malaguismo y que este sábado se encontraba con una complicada papeleta.

Pero parece que la salida del central encendió una chispa en sus compañeros. Los últimos minutos de la primera mitad fueron completamente del conjunto blanquiazul. Sin suerte cara al gol -esto no es novedad-, estaba consiguiendo impedir a la Ponfe ponerse creativa y pasar mucho rato pisando campo rival. Sin embargo, perdonó mucho el Málaga, que no pudo irse al descanso con la ansiada ventaja en el marcador.

El Málaga, dueño y señor de la segunda mitad

Tuvo Brandon la primera, no pudo rematar bien ante Amir estrellando la pelota contra el palo y cayó al suelo. Pedían penalti en La Rosaleda, pero García Verdura, tras escuchar las indicaciones del VAR por el pinganillo, lo descartó. Evidentemente, sonó música de viento en las gradas blanquiazules, convencidas de que Pascanu había agarrado al atacante balear impidiéndole rematar bien.

Seguía insistiendo el Málaga, ahora con un disparo de Vadillo desde la medialuna que se marchó desviado por centímetros. La afición malaguista apretaba y apretaba, a pesar de la baja entrada -poco más de 11.000 personas asistieron a este partido-, sabedora de la necesidad imperiosa que tiene su equipo. Y no cejaba en su empeño el cuadro boquerón, pero la pelota se resistía a entrar.

Era difícil saber si se trataba de mala suerte del Málaga, de buena fortuna de la Ponfe o de mezcla de ambas. El caso es que el asedio blanquiazul fue digno de elogios. Un cambio completo de look respecto a cómo había comenzado el encuentro.