Sábado de Pasión y sufrimiento en La Rosaleda

Los aficionados sólo querían volver a disfrutar y el Málaga CF le dio suficientes argumentos para hacerlo. Aunque también le dio motivos para sufrir, para tener el corazón en un puño hasta el último suspiro, para hacer malaguismo como sólo el malaguismo sabe. Volvía la ilusión, se respiraba la Pasión de este Sábado en el ambiente, pero el equipo de Pablo Guede no pudo pasar del empate ante el Real Valladolid a pesar de haberlo intentado con todos los recursos que tenía a su disposición. Lo que parecía la primera victoria del argentino acabó en un empate a dos. Una alegría que Weissman, con su doblete, echó por tierra.

En los primeros segundos se confirmaban las sospechas iniciales: Alberto Escassi se metía entre los centrales para dejar más libertad para subir a los carrileros. Al Málaga ya le había funcionado este esquema con anterioridad en esta temporada y el técnico argentino no dudó en apostar por él para intentar ponerle trabas al Valladolid. Y parece que era una apuesta segura.

Ni 5 minutos habían pasado cuando La Rosaleda pudo de nuevo celebrar un gol, 18.004 gargantas festejando y desahogándose tras muchas -demasiadas- semanas de sufrimiento en casa. Balón largo desde antes del mediocampo que acababa recogiendo Febas, que se deshizo de su marca con un precioso toque y dio un pase de la muerte para que Brandon la empujara al fondo de la portería defendida por Masip. Ya dijo Guede que confiaba en la capacidad del balear...

Dani Martín también estaba teniendo su tarde, con dos paradones de mucha sangre fría ante Weissman que le valieron sendas ovaciones de la afición.

El primer aviso del Valladolid no llegó hasta el minuto 13, tras una pérdida tonta de Andrés. Lo acabó solventando bien el equipo blanquiazul, dándose cuenta además de que cualquier mínimo error le podía salir muy caro, ya que los de Pacheta presionaban muy arriba.

El nivel de intensidad se elevó al máximo. El fútbol de este Málaga era menos vistoso pero, por el momento, más efectivo. A la media hora de partido, el Pucela volvió a apretar buscando el empate, pero la defensa y un Dani Martín cargado de confianza se encargaban de formar un muro que a los de Pacheta les debía parecer que medía 3 metros de alto.

La implicación de todo el equipo era absoluta. Todos bajaban a defender -prueba de ello las cuatro tarjetas que vio el Málaga en el primer tiempo- y todos ayudaban en ataque. Una orquesta muy bien afinada que consiguió llegar al descanso con una ventaja en el marcador que no se veía desde hace semanas, a pesar del dominio del balón que acaparó el rival.

Volver a volver... volver a sufrir

Salió fuerte el Pucela, sabiéndose mejor que el Málaga y tratando de sorprender a su defensa. Pero la fe pudo más que la calidad, la entrega más que el poder. Vadillo robó la pelota y, aprovechando que Masip estaba fuera de su portería, probó suerte desde muy lejos y, con el aliento de la afición, la pelota se coló hasta el fondo de la red. El cuadro de Guede ponía tierra de por medio en el marcador.

En algún momento, la insistencia del Valladolid iba a tener premio. Y este llegó tras un saque de esquina que envió Weissman de cabeza al fondo de la portería de Dani Martín. Esto, lejos de amedrentar al Málaga, le hizo venirse arriba y buscar el tercero con dos buenas jugadas que finalizaron con la pelota fuera por muy poco, especialmente la de Jozabed a centro de Febas.

El partido estaba completamente loco y antes de llegar al 63, Weissman de nuevo anotó el tanto del empate tras un buen rechace de Dani que no pudo llegar a este remate.

Guede volvió a tocar muchas de sus piezas para tratar de recomponer un puzzle que se había resquebrajado especialmente en lo defensivo. El Pucela estaba llegando con demasiada facilidad al área malaguista y el Málaga volvía a tener cortocircuitos a la hora de tomar decisiones ofensivas. Esa mezcla es letal. Hasta tres veces perdonó Adrián, dando claras muestras de su falta de forma. Y no fue el único. Al cuadro malaguista se le escapaban los minutos y las oportunidades de sumar tres puntos como arena entre los dedos.

No hubo manera... otra vez. Ni a balón parado, ni por arriba, ni por abajo. El balón se negó a entrar y los diez últimos minutos, frenéticos, dejaron sin premio a un Málaga que mereció llevarse el triunfo, aunque sólo fuera para paliar el sufrimiento.