2-0, Chavarría (min. 90+9).
El Málaga por fin sabe sufrir y se aferra a su último hilo de vida
La Rosaleda había visto muchas veces este partido esta temporada. Pero, por un vez, el desenlace no fue el esperado. El Málaga logró una victoria balsámica este lunes en el encuentro que cerraba la jornada 33 de LaLiga SmartBank, abonándose al sufrimiento y gracias a un gol, con suspense, de Rubén Castro y otro de Chavarría en la última acción del partido, para dar más tranquilidad. Son ocho los puntos que les separan de la permanencia, sí, pero con la imagen ofrecida en los últimos encuentros hay motivos tangibles para creer.
Casi desde el pitido inicial, los de Sergio Pellicer llevaron el mando del partido. Hasta el punto de que quizás fue demasiado arriesgado, quedando muy expuesto a las contras de los veloces atacantes del equipo pepinero. José Arnaiz, poco antes de que se cumpliera el cuarto de hora de partido, y recordando a lo que sucedió en la primera vuelta, se plantó en el área y pudo tener un mano a mano ante Rubén Yáñez... Si no fuera por una excelente acción defensiva de Cristian, que se desfondó para desbaratarla echándose al suelo. Encomiable, una vez más, el trabajo de este chaval.
El propio Arnaiz tuvo también otro 'picotazo' poco después, un disparo lejano que obligó a Yáñez a estirarse, aunque sin despejar el balón. Pero eran eso. Picotazos. Acciones aisladas. Y mucho más peligrosas que las de un Málaga al que le costaba dar ese paso de disparar a puerta. Más por mérito de la zaga pepinera que por demérito de los boquerones.
Tras una falta lateral muy venenosa que no encontró rematador superada la media hora de partida, La Rosaleda se enfadó y comenzó a pitar. Es normal, ya han visto muchas veces este partido esta temporada. Y se veían venir lo que podía pasar.
El cambio de sistema benefició al Málaga
No quiso exponerse Pellicer a quedarse con uno menos y en el descanso retiró a los amonestados Villalba -se perderá el duelo ante el Andorra- y Escassi dando entrada a Chavarría y Luis Muñoz.
Un cambio táctico buscando algo más de verticalidad y el mordiente que les faltó en la primera mitad. La entrada del argentino les permitió amasar menos el balón y ser más rápidos. Suyo fue el primer disparo a puerta, en un mano a mano que detuvo Riesgo. Pero la suerte no parece estar del lado de este Málaga.
Jaleados por el público, hubo un momento, en torno a la hora de partido, en la que pareció que tenían maniatados a un Leganés que pareció dejarse ese mordiente que comentábamos anteriormente en el vestuario.
Ávidos de puntos, pero no tan necesitados como el Málaga, parecieron dar el empate por bueno y buscaron bajar las revoluciones del partido con parones constantes. Hasta que se hizo la magia.
Vale que Rubén Castro no esté cumpliendo las expectativas esta temporada. Pero lo suyo es ya digno de estudio desde hace mucho tiempo. Siempre ha sido un nueve inteligentísimo, y este lunes demostró que no le tiembla el pulso en estas situaciones y tiene el gol entre ceja y ceja.
Estuvo donde había que estar para rematar a puerta un balón suelto que golpeó en un defensa. Un gol que se celebró dos veces: cuando besó la red y cuando el VAR confirmó que no había fuera de juego. La Rosaleda gritó de liberación. Un tanto que puede cambiar una dinámica. Puede ser tarde, sí, pero hay razones para confiar.