España gana de rebote y alimenta sus miedos
España ha conseguido ante un Irán un triunfo tan sufrido como justo, pero mucho más gris de lo esperado. Ante Portugal, España mostró muchas virtudes a pesar de los tres goles encajados. Ante Irán, España mostró muchos defectos a pesar del triunfo. El equipo tuvo miedo, careció de equilibrio, defendió mal y generó muy pocas ocasiones de gol. Y, vaya por delante, la variante táctica ofrecida por Hierro introduciendo a Lucas Vázquez, no funcionó, como no funcionaron los cambios. Básicamente, Koke y Asensio salieron más nerviosos e imprecisos que sus compañeros y no ayudaron a calmar un partido que primero parecía sencillo, más tarde un infierno, y al final casi se torna en drama cuando se había hecho lo más difícil, abrir la lata.
El muro costó derribarlo desde el principio. Los iraníes habían salido con una línea defensiva compuesta por seis futbolistas y no daban ninguna facilidad a la selección española. Iniesta e Isco no se encontraban, los disparos de Silva no eran buenos y la banda derecha generaba pocas llegadas por fuera a pesar de la irrupción de Lucas en el XI de Hierro. La banda izquierda, como habitualmente, era más que su contraria pero carecía de la continuidad necesaria para terminar de desgastar las piernas de los estoicos jugadores de Irán, tan limitados técnicamente como ordenados dentro de su insufrible 'catenaccio'.
Tan bien lo hicieron que incluso consiguieron meter al árbitro uruguayo, Andrés Cunha, en su juego. El trencilla permitió las escandalosas pérdidas y el juego duro y trabado que planteó Carlos Queiroz sin sacar una sola tarjeta en todo el primer tiempo. Incluso Diego Costa estuvo más cerca de ser amonestado que sus rivales. Por eso, que se llegara al descanso con el 0-0 inicial ni siquiera resultó extraño. Al fin y al cabo, sólo Silva había amenazado la meta rival en tres ocasiones y el guardameta Alí Beiravand había pasado totalmente desapercibido.
La segunda parte empezó con ocasiones más claras. Como si España hubiese subido una marcha. Así las cosas, primero Piqué y luego Busquets, estuvieron a punto de abrir el marcador. Ellos no llegaban, pero en el 52' la tuvieron con un fortísimo disparo de Ansarifard al lateral de la red. Lo justo para helar la sangre de los españoles. A partir de ahí, la suerte estuvo con España porque, apenas un minuto más tarde, Diego Costa marcaba de rebote tras rebotarle en el muslo un despeje de la defensa local.
Lejos de asentarse, España se puso nerviosa. Comenzó a sufrir conforme los iraníes, a su manera y con sus limitaciones, crecían en el partido. Se estaba generando una situación absurda que sólo podía acabar con el tremendo susto del gol anulado a Ezatolahi. España había entrado en una fase de desconcierto y sufría ante las embestidas de Irán. Tardó unos diez minutos España en volver al partido a través de una jugada ensayada que a punto estuvo de acabar en gol de Ramos, primero, y de Piqué más tarde. Tocaba cerrar la herida del centro del campo y que Koke saliese por Iniesta, algo desaparecido en muchas fases del encuentro.
España siguió sumido en las dudas y equivocó el camino para cerrar el partido: Dejó de atacar. Por eso Irán, que lo vio, siguió mejorando y volvió a estar a punto de empatar con un remate de cabeza que se le marchó alto a Taremi. Previamente, Amiri había dibujado la mejor jugada del partido para Irán con el túnel sobre Piqué y el centro medido para su compañero. De ahi al final, Irán lo intentó a través del juego directo y España tuvo que ver cómo De Gea, poco amigo de abandonar la seguridad de su portería, tenía que salir un par de veces de puños para alejar el balón. España había ganado, pero no había convencido a nadie. Ahora le puede valer incluso perder para estar en octavos, pero la misión de lograr la primera plaza se ha complicado sobremanera. En cualquier caso, así no llegará lejos. Toca mejorar, y mucho.