Luis Enrique, selección
Luis Enrique siempre fue un fan de la selección española. Era jugador e hincha al mismo tiempo. Javier Clemente confió en él. Le alineó en varias demarcaciones. Con éxito en ambas bandas, -más defensivo en unas ocasiones y más atacante en otras- porque Lucho tuvo coraje y raza en sus 62 partidos internacionales. Una barbaridad de partidos para la década de los 90.
Luis Enrique disfrutaba en la selección. De entrada, porque convivía con su mejor amigo, Abelardo, su compañero de habitación. Eran una dupla inseparable. Tal es así, que cuando Abelardo dejó de ir al equipo nacional, se podía a ver a un Luis Enrique más melancólico. Le faltaba su 'hermano'.
Con madera de líder, el número 21 siempre fue su aliado. De su etapa en el Real Madrid le quedó buena amistad con Míchel, el primer 21 famoso del fútbol español. Y también el uso del vocablo atorrante, siempre en boca de Alfredo di Stéfano.
Ahora, en este año sabático, se picaba con la bicicleta de montaña, su gran pasión. El fue siempre un atleta. Como futbolista, era el raro. El que comía alimentos sin grasa, el más fibroso, nada de alcohol, ni siquiera la cerveza que permitía el entrenador en una concentración. Nada de postres dulces.
Luce su mailllot ciclista con la leyenda 'Le 21'. En la última Rioja Bike Race, la prueba que apadrina el medallista olímpico Carlos Coloma, se le vio motivado, porque el nuevo seleccionador es un tipo ganador.
Los locos del fútbol madrileño le recuerdan de chaval jugando en un campo de tierra, en Segunda B, con el filial del Sporting de Gijón en el estadio Román Valero contra el Moscardó. Era un crío, pero su velocidad de crucero era diferente.
'Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi un hombre que no tenía pies'. Proverbio histórico. Es el lema de su vida, el que difunde en su perfil de Twitter como axioma de motivación. No hay excusas para la queja en la gente que tiene salud.
Por experiencia sabe que el futbolista es egoísta por naturaleza. Pero también, conoce de toda la vida que el jugador tiene miedos, que necesita ayuda, consejos, recomendaciones para subir su nivel a través del juego colectivo. Y ahí entra él, conocedor que desde Leo Messi a Andrés Iniesta, todos los grandes, también requieren pautas de progreso. El equipo, siempre por encima del individuo.
En ese escenario se siente seguro. Su equipo de trabajo le graba el partido, pone imágenes a los jugadores en el descanso para corregir errores. Y le gusta el banquillo.
El día que se retiró no tuvo claro su futuro profesional. Dejó el FC Barcelona, se fue 4 años a vivir a Australia, a hacer surf, una de las fijaciones de muchos futbolistas, a perderse de verdad lejos del ruido del fútbol español.
El gusanillo de la estrategia le sedujo en el Curso de Entrenadores, con Ginés Meléndez, y allí entre Pep Guardiola y el Pitu Abelardo le recordaron que por qué no podría ser técnico de verdad. Triunfó en el filial azulgrana, una experiencia breve en Roma, levantó títulos con el FC Barcelona y ahora, cuando era feliz y se sentía más joven que nunca encima de la bici, le llega una oportunidad que no podía dejar escapar.
Será seleccionador español. Un reto. Su hoja de ruta nunca ha incluido ir a los destinos a hacer amigos. Ser profesional es su auténtico objetivo.