Un fútbol intolerable
El fútbol es un deporte, más que un deporte, es evidente, que mueve masas, países enteros, que despierta sentimientos primarios, fuertes, sensacionales. El fútbol fomenta la pertenencia a un grupo, fomenta en algunos casos el sectarismo, en otros la unión, fomenta la pasión, y la pasión a veces es incontrolable. Esa pasión, ese sentimiento primario que posee este deporte más que ningún otro, es lo que lo hace distinto, y rentable como ninguno. Esa pasión que promueve el fútbol es tan primaria que hay aficionados que en tiempos de crisis se privan de necesidades básicas, pero no del fútbol, porque es 'básico'; esa pasión promueve gastos ingentes de dinero por encima incluso de las posibilidades de un aficionado normal; esa pasión provoca de forma indirecta que jóvenes deportistas se conviertan en ídolos, dioses terrenales, y como tales cobren; esa pasión incontrolable tiene como consecuencia audiencias multimillonarias, contratos publicitarios inabarcables, patrocinios casi irreales. Esa pasión mueve dinero, mucho dinero, y hay toda una industria que se nutre y vive de ella.
Por eso, a veces, resulta tan difícil y complicado atacar al fútbol, o a parte de él, o a parte de lo que genera. El fútbol en muchos aspectos tiende a ser intocable, excesivamente permisivo y a protegerse de un aura de defensa que promueven los conductores de toda esta industria para no atentar lo más mínimo contra esos sentimientos primarios que a la larga se convierten en dinero. No quieren variar lo más mínimo para no cargarse el invento.
Pero hay que hacerlo, el invento no hay que cargárselo, hay que mejorarlo, y se mejora a cambio de algunos cambios. El fútbol debe ser más duro con sus propios defectos, para erradicarlos. No puede ser, no puede ser que en un campo como el Vicente Calderón (y en otros muchos) se canten barbaridades cada domingo, por supuesto como las referentes a Antonio Puerta, pero tampoco tienen que decirse barbaridades contra otros jugadores presentes, ni contra el árbitro mismo, ni contra los rivales, ni por supuesto contra jugadores por su origen o raza.
La UEFA hasta el momento ha sido la única que ha puesto pie en pared con algunas sanciones a equipos por xenofobia o racismo, pero quizás debería ir más allá. Los que no dan ni un paso son los clubes, que siguen siendo permisivos con los ultras, en casos incluso los favorecen. Y ese es el primer paso para acabar con la sinrazón del fútbol. Porque el fútbol es pasión, y lo será siempre. Precisamente porque es un sentimiento muy primario seguirá existiendo, y no porque se acaben con los insultos y con las ofensas intolerables empeorará. Al revés, tendríamos un fútbol más sano. Ojalá.
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