Cuestión de realidades
El Sevilla es una montaña rusa. Capaz en siete días de lo mejor y de lo peor. Del partido del Barcelona al de Vigo, del derbi al Calderón. Se resfría alguna de sus piezas clave y acabóse.
Míchel, entrenador nervionense, está empeñado en cambiar esa tendencia irregular. Posiblemente sea a día de hoy imposible, porque está metida en el gen de este equipo. Lo que podrá intentar, y sin saber si lo logrará, es minimizarla, reducir sus efectos, pero no eliminarla. Sigue en el ADN de algunos futbolistas, leanse Reyes, Spahic...
Y esa es la realidad a día de hoy del Sevilla. Pasa de partidos de intensidad máxima a otros, lejos de su estadio, en los que se achanta, en los que cual niño llorón se viene abajo y se queda sin capacidad de respuesta.
La explicación a estos cambios, a los que ni José María del Nido ni José Antonio Reyes saben dar explicación, viene de dos vertientes. La primera la citada. En varios futbolistas en gen competitivo no es constante, no es continuo. Las pilas se cargan solo en el Sánchez Pizjuán o cuando reciben un 'palo' particular. Acción reacción, el perro de Pavlov en el Sevilla.
La segunda vertiente es menos piscológica, es menos genética. El nivel del equipo baja enormemente cuando sus puntales tienen un catarrillo, cuando son sancionados y cuando se lesionan. El ataque del Sevilla sin Negredo no es nada, cero, igual que los goles de Babá. El senegalés quizás sea un posible buen jugador, que hay muchas dudas, pero lo que no es actualmente es un buen delantero, desde luego no un delantero para un equipo que quiere luchar por los puestos más altos.
El centro del campo del Sevilla también tiene una escala de valores pronunciada. Medel, Maduro, Rakitic y, hasta que se lesionó, Trochowski, conforman uno de garantías, pero ni Campaña ni Kondogbia ni Hervás demuestran por ahora ser relevos de garantías. Al menos a día de hoy. Porque ciertamente algunos de ellos apuntan para el futuro, pero tendrán que cristalizar alguna vez.
En cuanto a la banda izquierda, el problema es más localizado y hasta grave. Prueba Míchel a jugadores y jugadores en ese puesto, pero Reyes es lo opuesto a la constancia y Perotti lo opuesto a la continuidad por sus lesiones. Es decir, que la banda izquierda es huérfana.
Y la defensa, capaz de ser un muro y una fuente de fugas en siete días, más de lo mismo. Son inconstantes de una forma o de otra. Cuando Fazio mejor está se pierde partidos, Spahic recurre a sus pájaras demasiado asiduamente y Cicinho ya es menos Cicinho.
El equipo, en definitiva, tiene fugas, y también virtudes, claro. Pero en cualquier caso se define por su irregularidad.
Míchel es difícil que solucione estos problemas y carencias desde dentro, porque otros lo intentaron y fracasaron. Desde fuera también es complicado, porque el Sevilla no tiene un duro para fichar y mirlos blancos hay pocos.
Cabe confiar algo en la mejora de algunos futbolistas de segundo nivel y en que los del primero tengan pocos contratiempos. Así irá la temporada del Sevilla, expuesta a vaivenes y con cimientos poco sólidos que cualquier día se derrumban.
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