De barra de VAR

Hay cosas mucho más molestas que un penalti mal pitado, una roja rigurosa o una lavada de manos, como el Poncio Pilatos del misterio de la Macarena o Prieto Iglesias en el Coliseum, en una jugada clave de un partido. El VAR, decían, había llegado para quedarse, pero en vista de los últimos acontecimientos, no está tan claro...

Cumplida la mitad de la segunda temporada del videoarbitraje en LaLiga Santander, las polémicas arrecian. Y lo peor, es que cada vez se entiende menos qué criterio hay para usar o no las pantallitas. O no lo explican bien, o directamente se lo inventan sobre la marcha en una especie de barra libre de VAR.

Sin embargo, lo que peor sabor de boca deja es la sensación de que los defensores del arbitraje siempre tienen la excusa perfecta para justificarlo todo. Como si tuvieran un códice secreto del que echar mano para minusvalorar las opiniones del resto de las mortales. Aunque sean los propios futbolistas los que aseguren haber escuchado otras explicaciones en las reuniones de cada temporada. Aunque la propia reglamentación sea concisa y clara, tanto como, se supone y se ha repetido hasta la saciedad, deben ser las jugadas en las que tiene que entrar el videoarbitraje. La huída hacia adelante el CTA y sus allegados se puede definir certeramente con una palabra: justificación.

El VAR ha venido para mejorar el fútbol. Ya no hay goles en fueras de juego, ya no hay goles fantasma ni goles que no se dan, ni rojas a jugadores que sólo pasaban por allí. Los periodos de espera se irán acortando, seguramente, durante los años... si es que este sistema acaba envejeciendo.