A celebrar el qué, a olvidar el cómo

Posiblemente haya sido uno de los peores partidos del Sevilla en los últimos meses, pero el caso es que el equipo de Julen Lopetegui ha logrado una victoria que se antojaba absolutamente vital en LaLiga. Tras tres derrotas seguidas, cuatro partidos sin ganar, era un partido realmente trascendente. Era de esos encuentros que pueden no marcar para bien, o sí, pero que sobre todo pueden llegar a marcar para mal. Y el caso es que, de penalti, repetido, con un solo gol, el conjunto nervionense sumó tres puntos importantes, que levantan el ánimo y le hacen cerrar un periplo de acumulación de partidos complicado y que le hace marcharse al parón con el dulzor del triunfo y con un pequeño salto en la clasificación.

El Sevilla no está fino. No está a tope físicamente, lo que dificulta la presión alta que ha identificado tanto tiempo a este equipo. No está preciso, lo que dificulta el acierto en los metros finales, pero también, en días como este sábado, en los que el rival aprieta y presiona bien, en el centro del campo. Eso le faltó muy mucho al Sevilla ante Osasuna. El mediocampo, sobre todo en la primera parte, atascó al equipo, no dio soluciones y provocó problemas, como pérdidas de pelota en zonas peligrosas, como obligaciones de abusar del balón largo por parte de los centrales.

El equipo de Lopetegui, en definitiva, acumulaba problemas más que soluciones. Y de hecho sumó hasta lesiones, porque cuando en la primera mitad parecía coger el ritmo de partido, con un par de jugadas elaboradas, se lesionaron Navas y Acuña, los dos laterales, que acabaron sustituidos. Dos elementos más de sorpresa que se le iban al Sevilla, como se fue el partido al descanso, con un par de ocasiones peligrosas de los navarros y ninguna por parte hispalense.

Lopetegui movió ficha en la segunda mitad. Cambió el dibujo del equipo, con tres centrales, solucionó la ausencia de Navas en la derecha llevando a Ocampos como carrilero, y dio entrada a Rakitic. Un Rakitic que sin hacer un despliegue enorme mejoró algo al equipo. Porque aseguró el pase, ayudó a mantener la posesión, y le dio mucha más naturalidad al juego de su equipo, que en todo caso seguía huérfano de peligro.

Por eso fue tan importante la jugada del penalti a Ocampos, que brillante o no es insistente, es honesto. Lo provocó, lo falló y lo marcó. Por suerte para él su primer lanzamiento detenido tuvo que ser repetido porque Herrera se adelantó de la línea. Marcó el segundo intento y dio calma al equipo.

A partir de ahí el Sevilla no dio para mucho más. Apenas volvió a aparecer por el área rojilla, apenas hilvanó otra jugada y apenas generó en ataque. Raro, porque más allá del acierto si es el Sevilla un equipo que provoca ocasiones. El caso es que se encomendó a sus dos mejores jugadores, con Ocampo, sobre el campo, Koundé y Diego Carlos, que estuvieron de nuevo a gran nivel y aseguraron un partido que venía complicado.

Osasuna en la segunda mitad tampoco tuvo capacidad para crear peligro y el Sevilla, pidiendo la hora, logró un triunfo necesario por su importancia. Porque devuelve al conjunto hispalense a la senda del triunfo y porque la hace salir victorioso de una semana complicada, en la que encarrila el pase en Champions y endereza el rumbo en LaLiga. El cansancio, la apretura de partidos, se nota en la plantilla y el parón debe servir para ordenar ideas y devolver al equipo frescura en las piernas pero también en la cabeza.