Tan valiente como vulnerable

Volvió el fútbol al Benito Villamarín. Regresó el público, su gente, la vida. Esa misma a la que se aferraron tantos y tantos golpeados por la pandemia. Los que quedaron alanceados, pero nunca muertos. Porque la historia del Betis va de no reblar, de titubear e hincar la rodilla alguna vez pero jamás quedar doblegado ante los obstáculos. Porque no había sueño más grande que el de vencer a un maldito virus y, cómo no, volver Heliópolis, la morada de miles de corazones béticos. Quizás ese fue el único triunfo. Necesario pero insuficiente. Y es que como sus anales rezan, es tan maldito como bendito. Valiente y vulnerable. Esta vez, al igual que ocurriera en Mallorca, logró un solo punto ante el Cádiz, con la sensación de que pudieron ser más.

Pellegrini, fiel creyente de la meritocracia, realizó tres cambios respecto al debut liguero siendo su gran apuesta la de Juanmi, el futbolista más en forma del verano. Clarividente, incisivo y efectivo, aunque con una incidencia discontinua. Miranda le brindó vértigo y una mejoría en la toma de decisiones desde la banda, ejerciendo esta vez Guardado como ancla del equipo. Una postura atrevida, aunque condenada por la enfermiza endeblez defensiva. Quiso mandar el Betis desde el principio pero en esto del fútbol de élite dudar se paga caro.

Después del protocolario tanteo inicial, en el primer acercamiento con peligro (7'), la retaguardia bética dejó en evidencia sus carencias. Negredo prolongó un balón que le ganó a Edgar, demasiado débil en la puja. Víctor Ruiz, lejos de enmendar el error de su compañero, agudizó esa insolvencia atrás y dejó vendido a Rui Silva, que tuvo que derribar al delantero para evitar el gol. La indignación del coliseo bético apeló a la épica, hasta el punto de que el arquero portugués le adivinó las intenciones desde los once metros al exsevillista. No obstante, el guardameta se adelantó levemente e Iglesias Villanueva, desde el VAR, mandó a repetir el lanzamiento. Una reválida que Negredo no desaprovecharía (0-1).

El gol jaleó al Betis

Ese golpe espoleó al plantel, pero también al público. Los 23.102 béticos levantaron a su equipo a base unas palmas que posteriormente marcaron el ritmo del Betis. Lejos de amedrentarse, los de Pellegrini dieron un pase adelante y respondieron de inmediato, con un primer aviso lejano de Canales. El Betis, hasta entonces gris en las ideas, encontró la fluidez en el juego. Rodri inquietó al rival con su impredecible movilidad, Canales dio un paso atrás para ejercer en la elaboración y Fekir comenzó a percutir entre líneas, aunque quizás algo lejos del área. Tres ingredientes que convierten la receta de Pellegrini en algo muy parecido a los lujos que se requieren en la élite.

Porque cuando este Betis llega, lo hace de verdad, y aunque perdone advierte. Si no lo logra rompiendo líneas, lo hace a través de la estrategia. Sí, otra vez. En el 23', un magnífico córner botado por Fekir llegó a la cabeza de Edgar, que se alzó sobre su par. Su errático remate lo aprovechó Juanmi, con el olfato refinado, para poner las tablas en el marcador. Un dato: desde que llegó Pellegrini el Betis es el equipo de LaLiga con más goles a balón parado (15). Casi nada.

El hándicap es que este Betis es tan peligroso arriba como vulnerable atrás. Prácticamente en la reanudación tras el gol, una nueva indecisión de Edgar dejó a Tomás Alarcón solo en el mano a mano contra Rui Silva, aunque esta vez el disparo se estrelló en el palo. Una madera caprichosa. El Betis quiso desacelerar ese intercambio de golpes y le puso al partido la pausa necesaria, madurando sus jugadas. No lograba hacer daño por fuera, pese a las internadas de Miranda y Juanmi, y abrió su abanico de recursos probándolo desde fuera. Así llegó un potente disparo de Fekir desde el balcón del área, pero el poste evitó de nuevo el gol.

Valiente pero no certero

El paso por vestuarios advirtió al Betis de la necesidad un paso adelante. Pellegrini no cambió sus piezas pero sí las avivó, con Rodri leyendo entre líneas y Fekir más cerca del área. Ahí es donde el galo hace daño. En la primera jugada tras el descanso, el francés se zafó de hasta cinco rivales y se plantó en el corazón del área. Su disparo seco lo repelió Ledesma y el rechace dejó solo a Canales, que marró su remate a bocajarro. Apenas dos minutos después (49'), Miranda rozó el gol con un libre directo que se marchó susurrando el palo derecho de la meta cadista.

La insistencia del Betis se diluyó por la falta de claridad en zona de tres cuartos y el Cádiz, bien replegado atrás, aprovechó algunas indecisiones para evidenciar de nuevo las carencias defensivas del equipo. A Pellegrini no le gustaba lo que veía y movió el árbol, con la entrada de William, Joaquín y Aitor Ruibal de una vez. El chileno usó sus cartas para mejorar la movilidad arriba, con Juanmi, Fekir y Canales como falsos puntas alternando sus posiciones. No obstante, el Cádiz interpretó a las mil maravillas el partido y supo sitiar las intentonas verdiblancas antes de que llegasen a zona de incidencia.

Más valiente que lógico y con más corazón que cabeza, el Betis trató con arrojo de conseguir un gol que brindase a sus aficionados el ansiado triunfo, 530 días después. La más clara llegó en el 89', con el duelo agonizando, gracias a un disparo de Joaquín que terminó trabado por un rival. Caprichos del destino, Loren pudo ser el héroe pero su intento fue insuficiente. Reseñable la valentía (que también era obligación) de buscar los tres puntos, pero de momento este Betis no carbura. Le falta chispa, le sobran las ganas, le faltan refuerzos. Y aunque jamás hay que elevar nada a definitivo, subsiste con menos puntos de los que se le reclamaban.