Monchi, Lopetegui y el Sevilla adecuado en Madrid

Hay muy poco que reprochar al Sevilla pese a traerse de Madrid el mismo
resultado que casi siempre, la derrota. Julen Lopetegui sigue sin poder cambiar demasiado la espantosa dinámica del equipo de Nervión ante el top-3 de España, pero sí que lleva tres años exhibiendo a un Sevilla sin complejos en los mejores escenarios. Un Sevilla más adecuado a su categoría, aunque no sea suficiente. Si el año pasado un infortunio le privó de la victoria en Valdebebas, en este se quedó con la miel de un empate en el Bernabéu en los labios. Un empate que habría dado coraje al sevillista pero que sin duda sería oro comparado con el vacío actual.

Un Sevilla adecuado no quiere decir perfecto, pues si no el resultado habría sido otro. En el Bernabéu una victoria visitante es incompatible con la falta de puntería, un error de bulto del portero y otro del colegiado. Lo único anormal en esas tres cosas es lo segundo y no merece Bono que hagamos sangre de ello. Por eso caben pocos reproches, en general.

Fue un Sevilla adecuado en su presentación. La enésima vez que quedan
en ridículo los que tildan a Lopetegui de cobarde de serie, aunque lo haya sido en algunas fases de algunos partidos. ¿Complejos? Ninguno. La ejecución del plan fue correcta, desde el punto de vista de que no se le puede exigir pegada a un equipo que no la tiene. No es que no marque goles, de hecho anota muchos, sino que necesita demasiadas ocasiones para ello. La pegada necesaria para salir vencedor de duelos directos, como el del Bernabéu o la mayoría de eliminatorias en la Champions. Lo que ocurre es que en la Liga es incluso más importante el área propia, la fortaleza defensiva. Y ahí el Sevilla es muy poderoso, por lo que peleará arriba hasta el final.

Fue un Sevilla adecuado en sensaciones. Llegaba el Real Madrid, como se
dice ahora, con la flechita para arriba. El Sevilla lo maniató y jugó con él durante 45 minutos. Lo controló otros 30 tras el descanso, hasta que le dieron las fuerzas. Quedaban 20 después en los que creo que no tuvo más remedio que amurallarse ante la embestida del Madrid, al que no había matado. Erró, eso sí, arriesgando tanto en la salida de balón, pues para eso también se necesitan piernas. Y el Madrid no perdona tanto como el Sevilla. Sigo creyendo que los blancos son los máximos favoritos para llevarse la Liga, pero también que el Sevilla debe apostarlo todo en ella y que nadie debe descartarlo. En el fútbol pierde el que se equivoca más. Este domingo fue el Sevilla. En una Liga de 38 partidos hay factores todavía por venir que pueden ser determinantes.

Fue un Sevilla adecuado también en el análisis posterior del partido. Lopetegui, después de los fallos de sus jugadores en acciones determinantes en las áreas, no quiso señalar otro igual de grave y decisivo del colegiado. Digamos que entendió que va en el paquete del viaje al Bernabéu (lo de Munuera Montero el año pasado es una excepción con tintes ya de epopeya histórica). El que no se escondió fue Monchi. Después de provocar la fiesta de la espuma hace dos años tras la penúltima tropelía arbitral en la cueva de Alí Babá, esta vez dejó otro recadito sarcástico. Su prima. Hay un descarado sector tabernero en la capital de España que quiere que el irreverente equipo del sur ni siquiera alce la voz cuando es asaltado. Oiga, pues no. El Sevilla, rara avis en Andalucía, ha nacido para molestar a todo aquel que le diga que no puede hacerlo.