¿Recuerdas el día que el Levante volvió a tocar el cielo en Orriols?
La madre de todos los ascensos. Ése fue el titular que ElDesmarque escogió para el regreso del Levante UD a la máxima categoría del fútbol español hace tres temporadas. Sucedió un domingo en el Ciutat de València, con victoria 1-0 frente al Real Oviedo, y tan solo fue el broche a la espectacular trayectoria firmada por el equipo de Juan Ramón López Muñiz.
Los granotas continuaban sin perder puntos en casa. Nadie había logrado conquistar Orriols, y de hecho eso no sucedería hasta la última jornada de la competición. Ese domingo 29 de abril se respiraba un ambiente especial. El ascenso por fin podría materializarse matemáticamente, y tanto el Levante como su afición lo sabían. Había llegado el momento de volver a tocar el cielo vestidos de azulgrana.
Comenzó el partido y, lejos de relajarse, el conjunto granota salió con todo. El Levante no dejó de asediar la portería defendida por Juan Carlos, pero el balear detuvo todos los balones que iban entre los tres palos. El Real Oviedo también tuvo sus ocasiones, haciendo padecer así a la hinchada levantinista, que quería dar el ascenso por cerrado. Por suerte para ellos, la balanza se decantó a favor de los locales.
Al final, tanto fue el cántaro a la fuente que se rompió. Sucedió en el minuto 55, cuando Postigo se quedó solo para rematar un saque de esquina y enviar así el balón al fondo de la red. El marcador ya reflejaba el 1-0 y tanto los jugadores como la afición soltaban un grito de alegría. Pero no había que confiarse, todavía quedaba demasiado tiempo de partido.
Pasaron los minutos y ambos equipos continuaron atacando la portería del rival. El Real Oviedo necesitaba sumar, pero el Levante no estaba dispuesto a esperar una semana más. Querían brindarle el ascenso a su afición, en su casa, y así lo hicieron con el pitido final.
Sonrisas, lágrimas, Saltos y abrazos. La grada del Ciutat de València se llenaba de los más diversos gestos, todos ellos reflejo de la felicidad, eso así. Por megafonía se llevaba rogando un buen rato que la afición no bajase al césped, a lo que se hizo caso omiso. El árbitro pitó y la gente saltó, no era para menos después de que el gato volviese a subir a la palmera, para quedarse.